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Siguiendo la línea de buenas nuevas que están marcando en las últimas semanas a la península de Corea, el líder supremo norcoreano, Kim Jong-un, puso plazo para un nuevo gesto de buena voluntad que indicaría que los diálogos con la contraparte estadounidense y surcoreana van por una senda inmejorable.
El mandatario comunista prometió cerrar las instalaciones de ensayos nucleares de su país en mayo. Anunció a su vez que prevé invitar a expertos surcoreanos y estadounidenses a asistir a ese desmantelamiento. Quien se encargó de informar sobre esa positiva promesa, paradójicamente, fue la contraparte. El gobierno de Corea del Sur.
“Kim dijo, durante la cumbre con el presidente Moon Jae-in, que llevaría a cabo el cierre de las instalaciones nucleares en mayo y que invitaría pronto a expertos de Corea del Sur y Estados Unidos para informar del proceso a la comunidad internacional con transparencia”, declaró Yoon Young-chan, portavoz de la presidencia surcoreana.
“Kim declaró: ‘Estados Unidos nos considera repugnantes pero, en cuanto hablemos, se darán cuenta de que no soy alguien que va a lanzar un arma nuclear hacia el Sur o hacia Estados Unidos’”, añadió.
Sin duda, como previó Juan David Escobar, director del Centro de Pensamiento Estratégico de la Universidad Eafit, toda la buena voluntad expresada por el mandatario norcoreano lo único que hace de momento es allanar el camino para que el verdadero diálogo, el que se realizará con Estados Unidos “en tres o cuatro semanas” según dijo ayer Donald Trump, transcurra en un ambiente optimista.
“Será entonces cuando quienes realmente tienen que tomar decisiones, los actores globales como EE. UU. y China, determinen en qué tendrán que ceder para que esta negociación devenga en una realidad”, argumentó.
La incógnita, según el experto, sigue siendo qué señales dará a cambio Washington frente a lo hecho por el régimen norcoreano en los últimos días.