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¿En Medellín se sentirán más las consecuencias del cambio climático?

Las consecuencias de la crisis ambiental se manifiestan diferente dependiendo de la topografía de las ciudades: montañosas, desérticas o costeras. Hay unas en más riesgo que otras.

  • Ejemplo reciente de una afectación en el sector El Faro del barrio Llanaditas, nororiente de Medellín, donde las lluvias hicieron colapsar cuatro viviendas y un criadero. FOTO Manuel Saldarriaga
    Ejemplo reciente de una afectación en el sector El Faro del barrio Llanaditas, nororiente de Medellín, donde las lluvias hicieron colapsar cuatro viviendas y un criadero. FOTO Manuel Saldarriaga
23 de junio de 2022
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“Medellín es la ciudad más grande del país establecida entre montañas. Será la más afectada por el cambio climático y sus lluvias. Pediré al próximo Gobierno Nacional un fondo especial de inversión y un estatuto especial que permita preparar a la ciudad para los próximos 50 años”. Este mensaje lo publicó Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, en sus redes sociales.

Se trata de un mensaje que, aunque corto en extensión, tiene muchos factores para analizar. Más allá de determinar si Medellín es o no es la más grande entre montañas, sí vale la pena preguntarse: ¿será la más afectada por el cambio climático y las lluvias?, ¿esas afectaciones tienen que ver con la topografía montañosa o se deben a otros factores?, ¿basta con un plan de ciudad para los próximos 50 años?

Es claro que la topografía sí tiene relación con el impacto que puedan tener las manifestaciones del cambio climático. Una ola de calor pegaría más fuerte en ciudades desérticas y los aumentos del nivel del mar afectarían primero a las comunidades costeras. Medellín, por estar entre montañas, sufriría eventos relacionados con las lluvias, como inundaciones y deslizamientos de masas. Pero, ¿es posible tener un ránking y decir cuáles serían más vulnerables y cuáles menos?

Relación y dependencia

La localización, la topografía del terreno y la cobertura vegetal son factores fundamentales para definir los impactos del cambio climático, explica Germán Poveda Jaramillo, profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales e Integrante de la Misión Internacional de Sabios 2019.

No se pueden pensar en separado, sino que están conectados, y son diferenciales. “No es lo mismo una región costera que una región montañosa o de llanura”, pues las amenazas, los eventos hidrometeorológicos y los fenómenos climáticos golpearán diferente. “Las regiones costeras tienen las amenazas de los huracanes y el ascenso en el nivel del mar, que destruye la infraestructura y saliniza los acuíferos, mientras que en regiones de montaña, la mayor frecuencia de tormentas intensas que causan deslizamientos, avenidas torrenciales e inundaciones puede ser la mayor amenaza natural. En otras regiones serán las sequías”.

Los riesgos evidentes

Los riesgos no son riesgos porque sí. Los desastres, además, son eventos que ocurren, a veces de forma natural y a veces de forma inducida, y que terminan en desastre debido a factores como la ubicación de las poblaciones.

Es una mezcla, explica Poveda, “una combinación perversa entre las amenazas naturales (tormentas intensas, inundaciones, huracanes, marejadas, aumento del nivel del mar, olas de calor), con los altos niveles de vulnerabilidad y exposición de la sociedad y los ecosistemas”. El aumento del nivel del mar no afectaría a una población si esta no estuviera ubicada en las cercanías y costas.

Andrés Osorio Arias, director del Centro de Excelencia en Ciencias Marinas – CEMarin y profesor de la Universidad Nacional de Colombia explica que con el aumento del nivel del mar, por ejemplo, las poblaciones costeras están en riesgo de inundaciones y erosión, pues pierden la playa.

Medellín, ¿sí es vulnerable?

Teniendo esto en cuenta, ¿Medellín está en riesgo por ser montañosa? ¿Hay una forma de decir qué ciudad se la pasará peor? No. Medellín no está más propensa a las consecuencias del cambio climático por estar en zona montañosa sino por cómo está construida y distribuida su población.

Porque, señalan los expertos, sí es verdad que el cambio climático ha aumentado y con él sus manifestaciones, pero tiene más peso la vulnerabilidad y la exposición relacionada con un estado socioambiental.

Medellín está y estará en riesgo porque hay poblaciones asentadas de forma irregular en terrenos que no están preparados para tal: en suelos inestables, en montañas altas, en cercanías de quebradas y ríos... Es un problema de planeación, no de topografía, aunque esta sí esté relacionada estrechamente con las consecuencias.

Por eso, lo que está pasando y seguirá pasando con más intensidad son los fenómenos asociados con las zonas de alta pendiente, explica Poveda, como “el aumento en la intensidad, la frecuencia y la duración de las tormentas, las cuales se traducen en deslizamientos, movimientos en masa, avalanchas e inundaciones”.

Además, en Medellín, al estar confinada entre montañas y, sumado a su meteorología diversa, se pueden generar condiciones donde la contaminación del aire se queda atrapada. Esto ocurre porque las montañas actúan como barreras que “impiden que los vientos limpien de manera continua, durante todo el año, la contaminación y esta se quede atrapada”, explica Juan Pablo Martínez Betancur, ingeniero ambiental de la Universidad Nacional de Colombia.

Pero esto no ocurre todo el año porque se deben cumplir ciertas características meteorológicas: debe existir alta densidad de nubes que impidan una entrada de radiación a la superficie del Valle, lo que ocurre normalmente en periodos de transición de temporada de menos lluvias a las de mayor cantidad de lluvias. Sin ese extra de radiación solar, “el suelo no podrá calentarse lo suficiente para transmitir energía a las parcelas de aire contaminado, y estas no podrán ascender por encima del Valle donde serán arrastradas por los vientos fuera de la ciudad hacia otros lugares”, añade Martínez.

Esto se intensifica teniendo en cuenta la vulnerabilidad de la ciudad mal planificada y construida de forma desordenada, con expansión ilegal, construcciones precarias y sin estándares de seguridad. (Ver recuadros).

Lo único claro es que ya existe un fenómeno que se conoce como desplazados o migrantes climáticos: personas que se han tenido que movilizar desde donde viven y buscar refugio en otra zona a causa de eventos naturales desastrosos como consecuencia de inundaciones, incendios, sequías, deslizamientos, plagas...

De hecho, durante el último decenio (2010‑2019) se estima que los fenómenos meteorológicos provocaron en promedio 23,1 millones de desplazamientos de personas por año, de los cuales la mayoría fueron desplazamientos dentro de las fronteras nacionales, de acuerdo con el Observatorio de Desplazamiento Interno.

Todavía hay muchos que viven en zonas de riesgo: en Medellín, por ejemplo, casas construidas en las periferias, alto en las montañas, o justo al lado de quebradas y ríos; también hay casas costeras, en otros territorios, en riesgo por la sedimentación o la pérdida de manglares, entre otros casos.

Todo esto seguirá perjudicando a las poblaciones más vulnerables y aumentará la pobreza e inequidad social. Es un fenómeno que además de climático es social. La clave está en la planificación entendiendo el clima y soluciones basadas en la naturaleza, como recuperar manglares y bosques y disminuir emisiones.

Es tema de planificación

Lidia Cano Pecharromán, investigadora doctoral en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), con énfasis en políticas de planificación ambiental en contextos de eventos climáticos extremos, explica que la clave está en la planeación y en los datos que se utilicen para dicho proceso.

Se trata de prepararnos para eventos extremos basados en las probabilidades y también en los improbables y en lo variable y tener en cuenta a todos los sectores. “Con las olas de calor, se ha visto la importancia de preparar a las ciudades con la instalación de centros en los que haya aire acondicionado para que sectores más vulnerables que no lo pueden tener en casa puedan tener un lugar donde estar temporalmente”.

Osorio añade que las ciudades costeras deberían planearse y si bien no hay distancia estándar y global a la que se pueda recomendar a las poblaciones asentarse con respecto al agua, sí se debe tener en cuenta la cota de inundación, ese “nivel medio del mar histórico, teniendo en cuenta cuando sube por mareas para identificar zonas de posible inundación, altura de las olas y demás”.

Así se determina que “las zonas de protección o resguardo, dependiendo de si es peninsular o continental, pueden variar de 200 a 500 metros o más donde no hago actividad ni infraestructura sino solo mantengo el sistema natural de ecosistemas como manglares, que sirven de amortiguador”. Añade que se pueden mantener edificaciones y urbanizaciones altas en la parte más alejada y en la primera línea construcciones amigables, como casas bajas.

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