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El proceso que vivimos de inscripción de candidatos a la Presidencia por firmas, no avalados por partidos políticos, da mucho en que pensar.
Recordemos, en primer lugar, que la Constitución política de Colombia de 1991, abrió la posibilidad de inscribir candidatos por firmas para procesos de elección popular bajo el principio de ampliación de la democracia participativa.
En efecto, en el artículo 108 de la Constitución se estableció: “El Concejo Nacional Electoral reconocerá personería jurídica a los partidos o movimientos políticos que se organicen para participar en la vida democrática del país, cuando comprueban su existencia con no menos de 50.000 firmas, o cuando en la elección anterior hayan obtenido por lo menos la misma cifra de votos o alcanzado representación en el Congreso”.
Además, se estableció que “los movimientos de ciudadanos también podrán inscribir candidatos”. Buenas intenciones a todas luces. Sin embargo, este instrumento, bien sea por su diseño irregular o por la astucia de los políticos profesionales no parece haber dado muy buenos resultados.
La esencia de las candidaturas por firmas radica en dar la oportunidad a ciudadanos activos en política para que se presenten al debate público y ofrezcan auténticas alternativas de desarrollo social. Naturalmente este no es el caso en Colombia. Veamos porque se ha producido este efecto no deseado.
En efecto, los candidatos por firmas, o independientes, no han ofrecido propuestas que vayan más allá de las que están presentando los candidatos avalados por partidos políticos. En ambos casos todo se reduce a temas generales tales como combate a la corrupción, protección de los derechos y libertades de los ciudadanos, promoción del empleo formal, ampliación de la seguridad en salud, y otros del mismo tenor.
Esto muestra, entonces, que se ha perdido el sentido original de las candidaturas por firmas. Los constituyentes parecen haber supuesto que los aspirantes inscritos por firmas serian una auténtica “opción” frente a las propuestas venidas de los partidos políticos. Pero basta mirar el panorama actual de candidatos y partidos para darnos cuenta que no se trata justamente de ese deseo originario constitucional.
Ahora bien, es de señalar que los partidos políticos tradicionales escojan sus candidatos según sus usos y costumbres internas y con ello se comprende que solo los militantes y sus cuadros dirigentes intervienen en tales escogencias.
Pero, y aquí viene lo interesante: los candidatos por firmas no tienen controles democráticos internos a sus movimientos que impongan criterios para avalarlos. Se perfila aquí en el horizonte de la política, el surgimiento institucional de caudillos que podrían suprimir criterios de control político.
Basta recordar que los caudillos izquierdistas tales como Chávez, en Venezuela, y Evo Morales en Bolivia sugirieron de movimientos no partidistas que desconocían todas las reglas que se deben respetar en los partidos tradicionales.
Si agregamos a lo anterior el hecho de que los candidatos presidenciales por firmas, no tienen propiamente hablando controles estatales entonces tendremos que aceptar que los partidos políticos están en inferioridad de condiciones que los independientes.
En efecto: los candidatos por firmas no compiten con otros, no se da un debate público fuerte; simplemente ofrecen su nombre y vagas promesas, y eso basta. No tienen, tampoco, que competir por presupuesto, si las cosas salen bien y sobrepasan el número de firmas establecidos, pues simplemente le reclaman al Estado un reconocimiento económico aceptable.
Todo parece indicar, entonces, que estos candidatos en Colombia se enfrentan a los partidos políticos solamente como una estrategia para ganar votos en un caso y visibilidad estratégica, en otros.
De hecho, tal como ya ha sucedido, los candidatos independientes vuelven a los partidos tradicionales buscando un lugar para continuar con sus aspiraciones políticas. El ejemplo más claro de esta artimaña política lo encarna hoy Germán Vargas Lleras, que se inscribió como candidato independiente, pero sigue dominando a su partido, Cambio Radical.
*Profesor de la Maestría
en Estudios Políticos
UPB - Medellín