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Los lazos que se están fortaleciendo entre Rusia y Cuba, como si la geopolítica global regresara a las tensiones que marcaron las décadas de la guerra fría, tienen a Estados Unidos en alerta y al resto de la región expectante.
La razón es que urgida de nuevos socios comerciales y aliados políticos tras la sangrienta invasión que desató sobre Ucrania en febrero de 2022, Rusia se acerca cada vez más a Cuba, un paso bienvenido en una isla ávida de inversiones en medio de su peor crisis económica desde la implosión del bloque soviético en 1991.
En 2023 se han multiplicado las visitas de altos funcionarios rusos a la isla caribeña, las cuales comenzaron en marzo con los viajes del secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nikolai Patrushev, y el director ejecutivo de la petrolera Rosneft, Igor Sechin.
La Habana también tendió la alfombra roja, entre otros, al canciller Serguéi Lavrov, al asesor de Economía de la Presidencia, Maxim Oreshkin, al representante de los empresarios rusos ante el Kremlin, Boris Titov, y al viceprimer ministro, Dmitry Chernyshenko.
La semana pasada, Chernyshenko trazó una “hoja de ruta” para acelerar la cooperación con Cuba, que enfrenta la peor crisis económica en tres décadas, con una fuerte escasez de alimentos, medicinas y combustibles, mientras que representantes de medio centenar de empresas rusas exploraba posibilidades de negocios e inversiones en la isla caribeña.
Al término de esa visita, ambos países firmaron una decena de acuerdos para relanzar las relaciones en los sectores de la construcción, digitalización, banca, producción de azúcar, transporte y turismo, otra señal de la voluntad de ambos gobiernos de “fortalecer” su “asociación estratégica” en 2023, anunciada en noviembre durante el encuentro en Moscú entre los presidentes Miguel Díaz-Canel y Vladimir Putin.
Pero nada es gratis y de ahí que Washington siga de cerca estos puentes que se tienen entre dos Estados que tienen más régimen que de democracia. En efecto, Chernyshenko también se refirió a la necesidad de que Cuba implemente “algunos cambios” en su legislación para favorecer los negocios con su país.
En enero, después de una primera visita de Titov a Cuba, los medios rusos informaron de la creación en La Habana de un centro conjunto para el estudio de “cambios en la economía cubana” basados “en el desarrollo de la empresa privada”, a la que el gobierno comunista de Díaz-Canel se vio forzado a dar luz verde desde 2021.
Así mismo, anunciaron en La Habana la reanudación en julio de vuelos regulares desde Moscú hacia el balneario de Varadero, suspendidos tras la invasión rusa de Ucrania –el 24 de febrero de 2022–, lo que debe aumentar el flujo a Cuba de turistas rusos, quienes desde marzo pueden realizar operaciones bancarias en la isla con el sistema de pagos ruso MIR.
Fuertes aliados comunistas durante la Guerra Fría, ambos países vieron cortados abruptamente sus lazos en 1991 con la desintegración del bloque soviético, con el que Cuba mantenía el 75% de su comercio y era prácticamente su única fuente de créditos.
A partir de 2005, después de tocar fondo, la relaciones entre Rusia y Cuba tuvieron una etapa de relanzamiento, pero nunca alcanzaron el nivel de intercambio actual, que Díaz-Canel calificó como un “periodo único”.
Todo este contexto tiene una justificación. Más aislada que nunca en foros internacionales y enfrentada al aumento de las sanciones económicas de Occidente tras su invasión de Ucrania, “Rusia necesita socios comerciales y aliados políticos, y América Latina ofrece la posibilidad de ambas cosas”, le dijo a la AFP Mervyn Bain, de la Universidad de Aberdeen, en Escocia.
Sin embargo, para este experto en las relaciones de Rusia con América Latina, “no está claro a qué nivel” podrían llegar los vínculos con Cuba.
Díaz-Canel, cuyo gobierno ha mantenido una postura neutral frente a la invasión rusa a Ucrania, con reiterados llamados a encontrar una salida negociada al conflicto, ratificó a Chernyshenko “el apoyo incondicional de Cuba” a Rusia “en su enfrentamiento con Occidente”.
Y el académico Vladimir Rouvinski, de la Universidad ICESI de Cali (Colombia), advirtió que, “en todo caso”, la ayuda de Rusia hoy no sería “nada parecida” a la entregada por la antigua Unión Soviética a la isla durante tres décadas de alianza política, económica y militar.
“La Rusia de Putin no es la URSS (...) ni Putin está interesado en gastar miles de millones de dólares para mantener a Cuba dentro de la órbita rusa, y tampoco Rusia tiene esa plata”, añadió Rouvinski, también experto en las relaciones de Moscú con Latinoamérica.
Según cifras rusas, en 2022 el intercambio comercial entre Cuba y Rusia alcanzó los 450 millones de dólares. El 90% de ese total fueron ventas de petróleo y aceite de soja a la isla.
La punta de lanza es el turismo
Cuba y Rusia se comprometieron a fortalecer sus vínculos en la industria turística con la reanudación de los vuelos de Moscú a Varadero, así como con un impulso a inversiones en infraestructura hotelera en la isla. “A partir del 1 de julio iniciamos los vuelos directos de Moscú a Varadero, aparte de la venta de pasajes vamos a realizar los tours de paquetes”, dijo el director General de Aeroflot, Aleksandrovsky Sergey. Y el primer ministro ruso, Dmitri Chernyshenko, agregó que “las empresas rusas están trabajando sobre proyectos de inversión en el territorio cubano” en la construcción de hoteles y en la remodelación de hospedajes existentes.