En Colombia, el fenómeno de la desaparición forzada se ha convertido en uno de los legados más oscuros del conflicto armado que ha azotado al país durante más de medio siglo. La Unidad de Víctimas, responsable de consolidar los datos sobre las personas desaparecidas, ha informado que hasta el año 2023 se han recuperado aproximadamente 930 cuerpos que pudieron ser identificados y que han sido entregados a sus familias para acabar con el martirio de la búsqueda.
Pero también informaron que, además de esto, se ha logrado localizar con vida a 16 personas. Lo que quiere decir que cerca de 950 familias colombianas han concluido la búsqueda de su familiar desaparecido: 950 de más de 110.000 desaparecidos que hay en el país.
La magnitud del problema fue reconocida con mayor claridad hace más de una década, cuando el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la Unidad de Víctimas comenzaron a consolidar las cifras dispersas que antes estaban en manos de diversas instituciones y organizaciones sociales.
En ese proceso se reveló que entre 1970 y 2015 se habían registrado 60.630 desapariciones forzadas. No obstante, las cifras continuaron creciendo, y en agosto de 2018, el total reportado alcanzó las 80.000 víctimas. Esta cifra escaló aún más con la introducción de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), que reveló más de 111.000 casos.
El proceso de búsqueda y recuperación de los desaparecidos ha sido arduo y cargado de dificultades. Para muchos familiares, especialmente mujeres, la búsqueda comienza con el anuncio de la desaparición y se convierte en una lucha contra la indiferencia y el desprecio social.
Las mujeres han jugado un papel crucial en esta batalla, enfrentando no solo el dolor personal, sino también el escepticismo y la burla por parte de la sociedad, pues enfrentarse a afirmaciones como “algo bueno no estaría haciendo” solo alimenta el dolor que cargan durante años y que muchas siguen cargando.
En 2010, gracias a la perseverancia de estas mujeres, se aprobó la ley 1408, que estableció el Plan Nacional de Búsqueda. Posteriormente, en 2016, los Acuerdos de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC incluyeron la creación de la UBPD, marcando un hito en la búsqueda de justicia y verdad.
Colectivos de Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá y las dos vertientes de Madres de la Candelaria son un ejemplo emblemático de la resistencia frente a la injusticia de este delito. Desde 2008, las Madres de Soacha han denunciado la muerte de 19 de sus hijos, quienes fueron asesinados y luego encontrados en una fosa común en Ocaña, Norte de Santander. La valentía de estas mujeres ha contribuido a la condena de miembros de las fuerzas públicas involucrados en estos crímenes.
Sin embargo, la labor de búsqueda en un país como Colombia se hace cada vez más compleja. El CNMH ha reportado la recuperación de más de 1.080 cuerpos en al menos 190 ríos colombianos, lo que dificulta sobremanera la identificación de los cuerpos. Se sabe que durante más de 60 años, los grupos armados han utilizado ríos como el Atrato, el Cauca y el Magdalena para ocultar sus crímenes, arrojando cuerpos para borrar las huellas de sus atrocidades, siendo los grupos de autodefensa responsables del 68% de los casos de desaparición forzada en estas condiciones.
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Aunque se han encontrado muchos cuerpos, se estima que otros miles permanecen ocultos en los ríos, los manglares y hasta en represas. La investigación “Ríos de vida y muerte”, realizada por Rutas del Conflicto, reveló que en 40 de 44 ríos rastreados se cometió este crimen, siendo el río Magdalena el más victimizado del país.
Durante el mes de agosto se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desaparición, y los colectivos de madres buscadoras aprovechan para recordarle al país el drama que aún padecen.
De tres madres buscadoras que EL COLOMBIANO contactó para conocer sus procesos de resistencia, dos de ellas se encontraban luchando contra diferentes tipos de cáncer, enfrentando no solo el dolor de la pérdida de sus hijos, sino el dolor que causa la quimioterapia y radioterapia. La otra falleció a finales de julio, también a causa del cáncer.
De más de 100.000 madres, apenas 16 se han reencontrado con sus hijos, menos de 1.000 pudieron darles santa sepultura y muchas de las otras están falleciendo sin tener noticia alguna.
