Más o menos en 2010 empezó en Medellín una fiebre extraña por la salsa Showy. La salsa amarillita, decían los amigos que vendían perros y hamburguesas en la calle. Comíamos con mis primos Mauricio y Lerma en las “perras de Nórber”, un negocio que quedaba al frente del mall Gran Vía, en Belén. Recuerdo bien que una noche pasamos de las salsas comunes —tomate, mayonesa, rosada, mostaza y piña— a la fiesta dulce de la Showy y la BBQ.
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No tomó mucho tiempo para que la Showy se convirtiera en la reina de las salsas de la comida rápida. Tanto que restaurantes de gran calado como el de la P, o el de la Mc decidieron hacer sus propias versiones, añadiendo aquí y allá un poco más de acidez, un poco más de dulzor.
¿Por qué una salsa cuya base es la mayonesa se convierte en reina? Hay que hacer el experimento, ir a un puesto de perros y preguntar cuál salsa es la que más piden: ocho de diez van a decir que la Showy. Le pregunté a un cocinero amigo y me dijo: “Lo que creo es que se han impuesto algunos sabores dulces como la salsa de piña, la lecherita en la arepa y como lo decís vos, las que tienen textura de mayonesa. Esas salsas son a base de fécula de almidón y parecen una colada”.
Un día una amiga me dijo: en el oriente antioqueño se fabrica la salsa Showy. Me habló de Griffith Foods y de su marca Zafrán, la compañía norteamericana que está detrás del producto y que llegó en 1976 a Colombia, año en el que inauguraron su planta. ¿Qué hace Griffith? Salsas líquidas, aderezos y está detrás de los sabores que identifican a productos como las salchichas Ranchera, la miel de Frisby, el apanado del pollo KFC; su presencia es incontable, está en marcas como Doria, Zenú, Noel, Dan, McDonald’s, Sarku Japan, Juan Valdez, Burger King y más. Es lo que llamaríamos la química de la comida: se encargan de pensar los sabores que más le gustan a la gente. Por ejemplo —dijo la gerente Zayda Martínez—, las generaciones más jóvenes están buscando sabores picantes, lo que les impone a ellos el reto de seguir las tendencias y sus clientes saben que son los mejores en ese negocio.
Fui a la planta, vi los ingredientes de todos los productos organizados para que no haya contaminación cruzada, vi las básculas enormes, las bodegas y las máquinas por donde caía la salsa Showy, el proceso de empaque, el sellado. Todos los empleados se sentían orgullosos de tener un producto tan conocido.
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Me sorprendió darme cuenta de que la salsa en realidad existe hace 30 años y se creó para el uso en cocinas de los restaurantes de Antioquia y de Valle del Cauca. En 2010, y entonces mi cálculo no falló, salió a las calles, a los perreros, a los vendedores de hamburguesas bajo la marca Zafrán. Dice el comunicado oficial: “Surgió como una respuesta innovadora a la tendencia de los restaurantes en Colombia, los cuales solían desarrollar su propia ‘salsa de la casa’, cada una con un sabor característico. En su mayoría, estas salsas eran mezclas de mostaza y mayonesa, adaptadas por cada establecimiento para acompañar hamburguesas y sándwiches, dos íconos de la comida rápida”.
Showy es hoy la marca más vendida en la categoría de salsas base mayonesa en Antioquia, según estudio de mercado. Quiero entender por qué, y no sé. La Showy tiene su base en mayonesa, tiene cilantro picado —cultivado en el oriente antioqueño— y poco más. Esta empresa produce al mes 280 toneladas de Showy. “Estas cantidades representan 4,2 millones de doypacks de 200g que llegan cada año a la casa de los colombianos o 24 millones de unidades de sachets anuales que permiten que en cada rincón de Colombia encontremos un sobre de salsa Showy en un restaurante”.
La inventó hace 30 años una empleada de Griffith, hoy jubilada. Nadie sabe esa historia y la mujer prefiere el anonimato, la sencillez. Me gusta pensar en la gente que cambia la vida de miles con algo pequeño. Voy a comer perro caliente, le pregunto al hombre cuáles salsas tiene y me dice: “Showy, rosada, tomate, BBQ”.