Lo que parecía imposible –había momentos en que decíamos, ¿vamos a ser capaces de superar esto?— lo hemos logrado. Es uno de los acuerdos más importantes. Garantiza lo que todos queremos: que haya justicia judicial seria, perdón la redundancia, frente a todos los victimarios. Lo que transmite ese comité para la selección de los magistrados es una gran certeza de que va a haber justicia, y en particular para las víctimas.
El panel que escogerá los magistrados y funcionarios altos de la Jurisdicción Especial para la Paz será escogido por Su Santidad el Papa; por el Secretario General de Naciones Unidas; por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia; por una ONG de inmensa reputación mundial, el ICTJ, y por el sistema estatal de universidades. Un comité del más alto nivel, de más alta autoridad moral, es imposible de conseguir. Tras este acuerdo, nadie puede pensar hoy en Colombia que ese asunto está sesgado en favor de alguna de las partes. Tengo la certeza: no hay un alma en Colombia hoy que piense que esto está sesgado.
Que nos digan si hay una palabra, un párrafo o una coma, que se desvíe de la carta democrática, de los elementos esenciales de la democracia. Y yo reto a cualquiera a que nos muestre si hemos cometido un error en eso.