Es una pasión, un sentimiento profundo, desbordado, que no tiene explicación lógica ni caduca con el tiempo. El amor que le tiene su gente no solo se extiende por las calles de la ciudad como un río incontenible. También, supera las barreras geográficas de esta cuna montañosa en la que nació, y se mete en el corazón de los arrieros “montañeros” que habitan los pueblos y veredas más distantes de Antioquia, aquellas personas que con el trabajo de sus manos y el sudor de su frente labran el destino de estas tierras.
Sus adeptos le tienen una fidelidad religiosa, ciega. No importan las lágrimas amargas que los ha hecho derramar por la desazón de perder un título a último minuto o en los penaltis. Tampoco las noches en las que un silencio sepulcral, insuperable, se ha apoderado de ellos después de salir de ver un partido en el estadio.
Menos los años, las décadas en las que la gloria futbolera les fue esquiva y por su lealtad inexplicable recibieron burlas. No. Nada de eso interesa. La memoria de sus aficionados, como la de casi todos los humanos, es selectiva y solo se queda con los buenos recuerdos, esos que con el paso de los años se magnifican en la cabeza y se enquistan en lo más profundo del alma.
Mucho más que un equipo
El Deportivo Independiente Medellín es mucho más que un equipo de fútbol. Es un estilo de vida, una herencia que cargan las personas y va ligada a la historia de esta urbe.
Muchos de los aficionados que hoy se visten con sus colores llegaron a este amor porque fue el legado de un abuelo que trabajó en las fábricas textileras a mediados del Siglo XX y los llevaba los domingos al estadio. Otros porque encontraron en alentar al equipo un refugio para resistir el asedio de la violencia en los convulsos años 80’s y 90’s.
También hay quienes, bien entrados los 2000, han tomado al Poderoso como un antídoto que los hace olvidar los problemas, las enfermedades, o para los que el equipo fue eso que los salvó de un abismo existencial tras sufrir un accidente que los dejó con algún tipo de discapacidad.
Un punto de encuentro
El DIM también es un rasgo de la personalidad de muchos. En una reunión cualquiera alguien dice que es hincha del Rey de Corazones y de inmediato le responden que es fiel, que le gusta sufrir, que tiene una tolerancia alta al dolor, que sabe amar de verdad.
“El Medellín para mí es algo que tenemos muy adentro muchos hinchas, que solo los que lo vivimos podemos comprender. Nosotros siempre decidimos elegir al rojo sin importar qué situación esté pasando porque el equipo en si mismo es una razón para vivir”, aseguró Sebastián López, un aficionado que frecuenta los partidos del Medellín.
Ese pensamiento es una tendencia que se repite en muchos barrios populares del Valle de Aburrá y se transmite de generación en generación. Incluso, hay familias que han convertido al cuadro rojo en un espacio de encuentro, en una excusa para compartir.
Ese es el caso de la estirpe de María Nohemí Gallego, una mujer de 95 años que vive en Bello y, a su edad, aún va a todos los partidos que el DIM juega de local. Ella es la matrona de cinco generaciones de hinchas rojos. Al máximo escenario del fútbol antioqueño siempre la acompañan Efraín, su hijo y Samuel, su bisnieto.
También tiene una tataranieta de 8 años que respalda al conjunto rojo y no cedió a la presión y las ofertas tentadoras de familiares y amigos que le ofrecieron ser hincha de un equipo que recientemente consiguiera más títulos.
El equipo del pueblo
Desde el 14 de noviembre de 1913, cuando lo fundaron, el DIM fue el equipo de una pequeña élite económica. Los padres del cuadro rojo pertenecían a las familias Greffenstein, Restrepo, Villa, Uribe, del Corral, Correa, Echeverri Duque, Santamaría, entre otras que tenían mucha relevancia en la ciudad.
Pero con el paso del tiempo y en la medida en que avanzó el fútbol profesional, el Medellín se convirtió en el Equipo del Pueblo, “el de los zapateros, ebanistas, obreros, poetas, literatos y las barriadas populares”, como aseguró Reinaldo Espitaletta en el texto Escrito en Medellín bajo un cielo de estrellas rojiazules.
110 años después de su creación, con 6 títulos de Liga, 11 subcapeonatos, una semifinal de Copa Libertadores y 3 triunfos en la Copa Colombia encima, esa afición popular, particular, exigente, sigue acompañando al DIM en sus partidos cada temporada con la esperanza milagrosa de que “este año sí”.
La decisión que cambió sus vidas
El Poderoso es uno de los equipos grandes del fútbol colombiano. Su camiseta la han vestido futbolistas como Carlos “El Pibe” Valderrama, José Vicente Grecco, Efraín “El Caimán” Sánchez, Oreste Omar Corbatta, Mario Agudelo, Iván René Valenciano, Óscar Pareja, Mao Molina, Germán Ezequiel Cano, entre otros.
Para algunos referentes como Mao Molina, llegar al Medellín fue la decisión que le cambió la vida, le abrió las puertas para darse a conocer, lo llevó a una Selección Colombia y al extranjero. A otros, como Germán Cano (goleador histórico del equipo con 129 anotaciones), se les convirtió en su lugar seguro en el mundo.
Para entrenadores como Julio Comesaña, el Poderoso es el lugar de las oportunidades, el que le cambió la vida. Su corazón siempre ha sido rojo y le desea “felicidades en sus 110 años y gracias por todo lo que me han dado”.
DIM, que sean 110 años más de pasión y buen fútbol.
Los seis títulos de Liga del DIM
1955: superó la crisis y llegó la primera estrella
El primer título del DIM llegó en su octava campaña De acuerdo con información consignada en el libro “Un Siglo de Pasión Roja”, del periodista Julio Herrera, el Medellín Football Club, como se llamó desde que lo crearon hasta 1951, desapareció y le entregó su ficha a la Dimayor por problemas económicos. En 1953 Ignacio Gómez hizo la gestión para que naciera el DIM. El rojo volvió a competencia en el 54. En 1955 quedó campeón. Tenía entre sus referentes a José “El Charro” Moreno y era dirigido por el paraguayo Delfín Benítez.
1957: El DIM ganó un torneo desordenado
Fue una máquina de hacer goles. En los 41 partidos que jugó e 1957 anotó 119 tantos. Para entonces había llegado al equipo el delantero argentino Jose Grecco, que con el tiempo llegaría a los 92 goles. En el torneo del segundo título el Medellín fue primero durante la fase regular y Grecco anotó 30 veces. La Dimayor hizo un hexagonal para definir al equipo que enfrentaría al Poderoso por el título. Cúcuta lo ganó. Se enfrentaron en una serie que ganaron los paisas (4-3 en Cúcuta y 4-0 en el Atanasio).
2002-2: terminó la espera por la tercera estrella
Fue como una eternidad. Parecía que el equipo estaba condenado a no volver a ganar. Pasaron 45 años para que pudiera bordar su tercera estrella en el escudo. Hubo hinchas que murieron sin ver al equipo ser campeón. Otros que lo hicieron con una edad considerable. Estos solo habían sentido la desazón de los subcampeonatos de 1959, 1961, 1966, 1993 y 2001. Pero el gol de tiro libre de Mao Molina en el estadio Libertad de Pasto, antes de que lo expulsaran, puso fin a la agónica espera y le dio al Medellín su tercer campeonato de Liga.
2004-1: en la cuarta venció al rival de patio
Fue una gran gesta. No solo porque la final fue un clásico paisa, sino porque dio la vuelta olímpica el día que Nacional hizo las veces de local. El 27 de junio de 2004 pasó a la historia como la tarde en la que los jugadores dirigidos por Pedro Sarmiento bordaron la cuarta estrella y dejaron en un silencio incómodo a los aficionados verdolagas. Lo hicieron después de empatar 0-0 en la vuelta e imponerse 2-1 con goles de Jorge Horacio Serna y “Rafa” Castillo en la ida. El descuento de Nacional lo anotó Edixon Perea.
2009-2: Leonel trajo la estrella de navidad
Fue un buen semestre. El equipo dirigido por Leonel Álvarez terminó primero en la fase del todos contra todos trase alcanzar 38 puntos en los 18 juegos disputados. De ellos ganó 12, empató 2 y perdió 4. Anotó 29 goles y recibió 18. En los cuadrangulares el rojo se impuso en el grupo A. Pasó a la final frente al Huila. En el global venció 2-3 al cuadro opita. Había jugadores destacados como el arquero paraguayo Aldo Bobadilla y el delantero Jackson Martínez (goleador de ese semestre con 18 tantos).
2016-1: el título del regreso de Mao Molina
Volvió Mao Molina. Ya estaba el arquero David González. También estaba en el banquillo Leonel Álvarez. Todo apuntaba a que el Medellín podía luchar por su sexto título. Y lo logró. Fue el líder del todos contra todos con 40 puntos. Pasó a la final tras vencer al Cali (3-2 el global) en cuartos y a Cortuluá en semifinales por penaltis (8-7) tras empatar 3-3 en la serie. Enfrentó en la final a Junior y lo venció con un 3-1 en el global. Fue el último título para el rojo, que este semestre pelea para poder bordar la séptima estrella en su escudo.