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Hace 52 años no se entregaba un rabo en una corrida en España

Desde hace más de setenta años nadie había logrado la distinción que recibió el matador en la plaza de Sevilla.

  • El toreo de Morante de la Paula ha sido calificado de superior por los expertos en la fiesta brava. Foto: Getty.
    El toreo de Morante de la Paula ha sido calificado de superior por los expertos en la fiesta brava. Foto: Getty.
27 de abril de 2023
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Las fechas históricas son pocas. Muy pocas. Y el 26 de abril de 2023 es una de ellas, al menos para el toreo, ese ritual que algunos califican de arte y otros no dudan en llamar barbarie.

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Lo cierto es que en las arenas de la plaza de toros de Sevilla, José Antonio Morante Camacho —Morante de la Puebla para los devotos de la fiesta brava— ha cortado un rabo, en una jornada que los cronistas han tildado de majestuosa. Para tener una idea de la gesta conviene acudir a un símil con un deporte. Lo de Sevilla ayer equivale —en la escala de valores del toreo— a la cabalgata de Maradona contra los ingleses en México 86 o al salto alargado de Michael Jordan en las finales de la NBA.

Basta un vistazo a la prensa española, desbordada por la emoción, para calibrar la gesta del torero de 43 años, nacido en La Puebla del Río y apadrinado por el matador colombiano César Rincón. El cronista de El País, de España, no se ahorra adjetivos para hablar de la faena. Su texto comienza: “Un vendaval de éxtasis, entusiasmo y conmoción colectiva embargó a la plaza de La Maestranza a eso de las ocho de la tarde...” Y, en el mismo párrafo, continúa: “Un derroche de armonía, embrujo, duende y belleza indescriptible”.

El corresponsal de El Mundo —un diario en las antípodas políticas de El País— parece cantar en coro con su colega: “Mdlp acaba de reinventar el toreo... Reinventó el maestro desencadenado, el toreo más completo de la Historia, suertes clásicas —la verónica que golpeaba la Maestranza entre Dios y Paula— y otras como las vulgaronas tafalleras que en su interpretación superaban cotas inimaginables de belleza”. Por una vez un hecho unió las interpretaciones de la prensa ibérica.

Luego de lidiar a Ligerito —un bravo de 515 kilos—, de llevarlo y traerlo al compás de muñecas, cintura y capote, Morante de la Puebla recibió la máxima distinción otorgada a un matador: salir en los hombros del público, empuñando las orejas y el rabo de la bestia con la que bailó bajo el sol. Desde 1971 —cuando el andaluz Francisco Ruiz Miguel lo recibió— ningún torero había recibido del presidente de la corrida la calificación necesaria para el corte de rabo. Tal hecho lleva a Morante de la Puebla al altar de los mitos del toreo, junto a Juan Belmonte, Manolete y el Cordobés.

La cultura taurina está en pleno ocaso. Muy probablemente estos sean los últimos años de un ritual que ha seducido a generaciones por llevar a escena la disputa cruenta entre el animal y el humano. Tal vez el de Morante de la Puebla sea el canto de cisne de una cultura con los días contados.

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