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Desde el 11 de enero, Liliana Prada no tenía descanso. Cuando supo que el helicóptero de valores que pilotaba su esposo, el capitán Julio Díaz, había sido derribado en el corregimiento San José del Tarra, Hacarí, en la región del Catatumbo (Norte de Santander), y que él junto a sus dos compañeros, Maxwell Joya García y Carlos Mario Ramírez, habían desaparecido, el mundo se vino abajo.
Es una mujer creyente y por eso su fe estaba puesta en que Dios se lo devolvería con vida. Los primeros días fueron los más angustiantes, ningún grupo armado se atribuía el hecho y era difícil saber si estaban muriendo de hambre en la selva, si habían muerto producto del accidente o estaban secuestrados.
El 15 de enero todo era confusión. El Epl reconoció haber derribado el helicóptero, pero como no tenía unidades en el lugar que cayó no pudo quedarse con el botín ni sabía nada de la tripulación.
Pero al día siguiente, el Eln también dijo que había derribado el helicóptero, se había adueñado del multimillonario botín y tenía en su poder a los tres hombres. La noticia del secuestro, sin embargo, fue alentadora. Estaba en manos de un grupo, experto en secuestrar, en mantener a los secuestrados, incluso, por años, pero al menos sabía con quién había que negociar.
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El mismo Eln cuando reconoció su autoría habló del interés de entregarlos a una misión humanitaria. Así que Liliana se aferró a esa esperanza y solicitó formalmente ante las entidades promotoras de los derechos humanos, como son la Iglesia, la Procuraduría, la Cruz Roja y la Defensoría del Pueblo, la conformación de una comisión humanitaria con el fin de generar un mecanismo de mediación con el Eln.
La comisión humanitaria
“Julito quiero que tú y tus compañeros estén totalmente tranquilos, estamos tocando todas las puertas para que esa comisión humanitaria que hoy se está conformando se fortalezca con el apoyo de la comunidad en general y de las organizaciones internacionales. Julito: fe, confianza, Dios es infinito”, le expresó Liliana a su esposo en un video difundido el 23 de enero.
La decisión del Gobierno Nacional de no negociar con el Eln después del atentado terrorista a la Escuela de Cadetes Francisco de Paula Santander no minó su confianza en que era posible tenerlo de nuevo en casa y más bien le expresó a la insurgencia en ese video que la liberación de los tres hombres, que nada tienen que ver con el conflicto armado, era una buena forma de mostrar sus intenciones de paz.
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El Coordinador del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo, Rafael Navarro, recuerda que una vez se confirmó que el Eln era el autor del secuestro, la entidad empezó a enviar mensajes a la guerrilla, lo hicieron pueblo por pueblo en Catatumbo, con las personas que la Defensoría sabe que pueden entregarlos; a través de los medios de comunicación y la voz se fue corriendo.
La Iglesia de Ocaña (Norte de Santander) hizo lo propio, el obispo Gabriel Ángel Villa Vahos, se ofreció de mediador desde el púlpito, y su respetabilidad fue garantía.
La liberación
“Hoy hacia las 4 de la mañana fuimos contactados por personas del Eln, quienes dijeron que nos necesitaban para una acción humanitaria”, relata Navarro. Nadie les dijo expresamente que era para la liberación, pero se prepararon como si lo fuera.
Se internaron en las selvas de Catatumbo, a un lugar aislado y solitario, lejos de cualquier posibilidad de un ataque del Ejército o del Epl con quienes el Eln se enfrenta cada día. Hacia las 11:30 de la mañana la comisión de la Iglesia y de la Defensoría recibió a los tres hombres.
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“Ellos están visiblemente bien de salud, pero eso lo determinarán los médicos”, cuenta Navarro, quien asegura que la Defensoría nunca hace preguntas a los liberados acerca de las condiciones de su secuestro, para no afectar las investigaciones penales, y para mantener su carácter humanitario.
Liliana no tenía idea de que la liberación se estaba produciendo. En la mañana de hoy hizo otro video en el que le exigía al Eln entregar pruebas de supervivencia. Tenía afán de saber que su esposo y sus compañeros estaban bien, que seguían vivos y con fuerzas para afrontar todo lo que les quedara de secuestro.
De pronto, hacia el mediodía, un mensaje de voz llegó a su celular, no reconoció la voz de “Julito”, como ella le dice con ternura, pero le decía que era un hombre libre, que estaba bien, que iba en camino de su encuentro.
“Me mandaron la prueba de supervivencia con él mismo”, dice a modo de broma “la mujer más feliz del mundo”.
Cuando reaccionó a la nueva realidad, a esa tan esperada libertad de su marido, Liliana no pudo más que agradecer, daba “gracias” a todo el que la llamaba, su teléfono no ha parado desde entonces, pero su gratitud más grande es con Dios.
Esta noche, Julio y Liliana estarán juntos de nuevo.