“Invito al pueblo colombiano a que renunciemos a los discursos de odio, que renunciemos a la división. María Claudia Tarazona –la esposa de Miguel Uribe– en medio de tanto dolor lo pidió al lado del cajón de su esposo. Apostemos a la unidad, la que empieza desde las casas. Si esto no arranca desde lo pequeño no esperemos nada de lo grande”.
María Teresa Cepeda Torres tiene 60 años. Aguardó pacientemente durante más de dos horas para un saludo de apenas segundos. No importó el siempre fortuito y variable clima bogotano. Ella capoteó la lluvia que por momentos se tomó el centro de la capital y luego hizo frente a un sol radiante que punzaba en su rostro.
Como ella, alrededor de 7.500 personas –según cifras de la Secretaría General del Senado–, se acercó ayer a la Plaza de Bolívar buscando entrar al Salón del Capitolio Nacional para despedirse del fallecido senador Miguel Uribe Turbay, que hasta este martes fue velado en cámara ardiente en el Congreso.
“Vengo a darle el último adiós a un hombre que dio su vida por amor a la patria. Da tristeza que el país, que durante los últimos gobiernos había superado estas etapas tan dolorosas –se lo pueden decir los de nuestra edad–, nuevamente esté volviendo a las mismas”, reclamaba doña Teresa, precavida de no perder su lugar en la fila.
Afuera del Capitolio el ambiente era de expectativa y zozobra. El turno ayer era para miles de ciudadanos que buscaban despedirse de otro aspirante presidencial silenciado por las balas. Hubo momentos de tensión y enfado.
Más allá del nombre, la filiación política o sus propuestas, para la mayoría no deja de ser un despropósito que aún en Colombia asesinen a quien defiende una idea.
“Hoy estoy inmensamente conmovida porque esto me trae recuerdos de hace varios años. Pensar diferente no quiere decir que el otro es enemigo. Hay que respetar los pensamientos de cada uno. Eso es lo más importante y sobre todo con los gobernantes. No podemos pelear con el que piensa diferente”, apuntó, por su parte, doña Clara Jaramillo, otra mujer cuyo cabello ya pintaba varias canas y que insistió en la necesidad de que haya paz.
Adentro, en cámara ardiente, la atmósfera alrededor del cuerpo de Miguel Uribe Turbay era de solemnidad y desconsuelo. Más de una persona, al tener frente a frente el féretro, lloró y aun sin conocer al congresista, lo despedía como uno de los suyos. Algún grito rompió el bullicio que por momentos se hacía en el recinto.
Los restos de Miguel Uribe reposaban cubiertos con una bandera de Colombia. Alrededor varios arreglos florales con rosas blancas, mientras que a la redonda pasaban uno a uno los ciudadanos.
Una vez más desfilaron políticos, dirigentes y personalidades de diferentes espectros que también venían a dar su adiós. María Carolina Hoyos –hermana del congresista– y Miguel Uribe Londoño –su padre–, acompañado de otros familiares, nuevamente hicieron presencia en el Capitolio. Con valentía y entereza recibieron a quienes compartían su dolor y buscaban dar una voz de consuelo.
Las miradas estuvieron centradas en la fortaleza, resistencia y serenidad de María Claudia Tarazona. Ayer acudió con su hijo Alejandro, de cuatro años, la misma edad que tenía Miguel Uribe cuando la violencia le arrebató a su madre, la periodista Diana Turbay. El silencio y la solemnidad se convirtieron en llanto al ver al pequeño despidiendo a su padre.
Un urgente clamor
Si bien familiares, compañeros y dirigentes cercanos a Miguel Uribe Turbay tuvieron la oportunidad de despedirlo durante una ceremonia privada el lunes en el Capitolio, ayer nuevamente la clase política lo visitó en masa.
Su tío, el excontralor Julio César Turbay, habló con entereza y lanzó un angustioso llamado de cara a las elecciones presidenciales de 2026, pero sobre todo en búsqueda de pacificar un país en el que la polarización y la violencia vuelven a acaparar titulares.
“La polarización contribuye al mal entendimiento y la violencia. Hago un llamado a que ciertamente –en honor a la memoria de Miguel Uribe– se trate de hacer un acuerdo nacional, un entendimiento sin odios y sin agresividad. Que sea un acuerdo que busque llevar al país nuevamente por la senda de la esperanza y que haga a un lado los discursos que promueven el odio y la violencia”, dijo Turbay a las afueras del Capitolio.
En ello coincidió el procurador Gregorio Eljach, que también visitó los restos mortales del congresista y pidió calma para enfrentar la contienda electoral que con el correr de los días se acentúa en el país. “No solamente hay que lamentarlo, sino decirle a Colombia que esto no debe seguir pasando. Debemos volver por los rumbos de la paz que se han perdido no sabemos en qué curva de la historia (...) Serenemos los ánimos, apacigüemos los espíritus y conversemos. Que haya diálogos para construir consensos”.
Quizá hoy se vivirá el momento más solemne, pero también conmovedor de la despedida a Miguel Uribe Turbay. Después de un sentido homenaje en el Congreso, como otros tantos líderes silenciados por la violencia su cuerpo será trasladado a la Catedral Primada de Colombia a la espera del adiós terrenal, pues seguramente las ideas que defendió y por las que murió el congresista permanecerán perpetuas en las memorias de miles. Lo ocurrido ayer lo ratifica.