Con profundo pesar despedimos a Ernesto Ochoa Moreno, quien falleció en Medellín a los 84 años, filósofo, teólogo, periodista y columnista de EL COLOMBIANO por más de dos décadas.
Ochoa Moreno fue licenciado en Teología por la Facultad Teresianum de Roma y formado en Periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana y en la Universidad de Antioquia y dedicó su vida al pensamiento crítico, la espiritualidad y la palabra escrita.
Fue editorialista y columnista de los periódicos El Mundo y El Colombiano, fue autor de «Agua para una sed» (2023) y un apasionado estudioso de la obra de Fernando González, a quien rindió homenaje en su columna «Bajo las ceibas» y en su labor como cofundador y miembro de la Junta Directiva de la Corporación Otraparte.
Las columnas de Ernesto Ochoa Moreno
Por años, Ochoa Moreno acompañó a los lectores de EL COLOMBIANO con sus columnas. Una de sus más recientes fue titulada El silencio empieza mañana y la publicó después de una pausa de varias semanas por quebrantos en su salud.
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“Llega un momento en el que el ruido ideológico nos enferma y no queda sino una cura: el silencio. Llega la hora de dejar atrás todo. De olvidarse de votaciones y de elegidos, de mesías y de satanases, de mayorías y de minorías, de una democracia periclitante o de una dictadura amenazadora, de derechas que no están a la derecha y de izquierdas que tampoco están a la izquierda”, escribió.
“Creo que siempre es beneficioso el silencio. Va a llegar un día en que, como se titula una novela inédita del recordado sacerdote envigadeño, Alberto Restrepo González, ‘El silencio empieza mañana’”, agregó.
En noviembre del año pasado, en otro de sus textos, reflexionó sobre lo difícil que resulta la vejez en Colombia. “Envejecer es casi un delito que se paga caro en plata constante y sonante”.
Ese mismo mes, reflexionó sobre el cumpleaños y la celebración de la vida. “Cada cumpleaños, pienso yo, es como un cruce de caminos en el que nos enfrentamos al mismo tiempo con la dolorosa sensación de lo irrecuperable y con la incertidumbre de un futuro que siempre está empezando. Resulta sabio pensar en ello, pero no embargados por la tristeza o tentados por la nostalgia, sino con el optimismo que implica el desafío del futuro, el saber que aún quedan nuevos horizontes y nuevos descubrimientos en la vida”.
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Esa esperanza de nuevos horizontes y descubrimientos lo mantenía jovial, así, como escribió, tuviera la eternidad a la vuelta de la esquina.
“El hombre es un cirio encendido que se consume, pero resplandece si se es fiel al propio destino, a las responsabilidades que brinda la vida. Por eso es bello en medio del naufragio del tiempo, entonar un himno a la alegría, al amor, a la dignidad humana, al entendimiento y la comprensión entre los hombres, seguros de que Dios nos espera en el último recodo del camino”.