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¿Está cerca Antioquia de producir vacunas contra la covid-19?

Universidades e industrias paisas revisan esta posibilidad. Aunque hay capacidades, estos son los desafíos.

  • El Cecif del CES podría apoyar en el control de calidad de vacunas contra la covid-19 producidas en Colombia. FOTO jaime pérez
    El Cecif del CES podría apoyar en el control de calidad de vacunas contra la covid-19 producidas en Colombia. FOTO jaime pérez
10 de junio de 2021
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El coronavirus, en palabras de Martha Lucía Ospina, directora general del Instituto Nacional de Salud (INS), “no solo infectó nuestros organismos, sino que desnudó, en gran medida, nuestra dependencia tecnológica”. En este sentido, ¿es un sueño que Antioquia pueda fabricar vacunas contra la covid-19? ¿Puede ser una realidad palpable?

La dependencia mencionada por Ospina ha hecho que el país y la región se vuelvan a preguntar por la autonomía farmacéutica que, alguna vez, se llegó a tener. Esto, en medio de esta pandemia que, a corte del miércoles, registraba en Antioquia 20.391 casos activos y 12.458 muertes por causa de esa infección.

Pero la ecuación por la autonomía implica que al tablero pasen diferentes variables. Se cuentan, entre ellas, las capacidades locales y la experiencia para afrontar un proceso de producción de vacunas; también la liberación de patentes que permita replicar los biológicos que ya circulan en el mundo; o la decisión de producir un producto “made in Colombia”.

Aunque el debate no es menor, y nada está dicho todavía sobre esta materia, algunas universidades locales, de la mano de la industria de medicamentos, cuentan con ciertas capacidades que les permitirían asistir a una empresa de producción de vacunas a nivel nacional. Conversamos con estas y revisamos el debate grueso por la autonomía farmacéutica en este momento de crisis.

El caso del CES

Esta universidad es una de las que cuenta con capacidades que ayudarían en el propósito de producir vacunas locales. Diego Fernando Rojas, director del Centro de la Ciencia y la Investigación Farmacéutica (Cecif) y jefe del programa de Química Farmacéutica de esta universidad, expuso que hay algunos avances en este tema.

Tras precisar que se ha avanzado en un diálogo con otros centros de pensamiento del país, sostuvo que el Cecif, pese a ser un laboratorio de control de calidad y no de producción, “sí puede aportar con equipos para realizar el control de calidad de los lotes que se lleguen a producir en Colombia”.

Sin embargo, Paola Andrea Zapata, líder del grupo de investigación en Ciencias Farmacéuticas de la misma universidad, aclaró que estas capacidades se tienen en medio de un panorama que no es sencillo.

¿Cómo entender esa complejidad? “Es que son cultivos de células, y esto implica aspectos críticos que se tienen que poner a punto, como la temperatura, la agitación y los diferentes gases que hay que activar para que la célula produzca el DNA (ácido desoxirribonucleico) o la proteína recombinante que yo quiero producir en el caso de la vacuna covid”, respondió.

Tras hacer esta claridad, Zapata retomó el relato de Rojas y detalló que esta universidad puede aportar en diferentes líneas. “Una es la de control de calidad; otra es la parte de poner a punto los protocolos para cultivar las células, producir el DNA o las proteínas recombinantes; y tenemos a los científicos y un instrumental básico en estas técnicas”, enumeró.

Rojas, por su parte, aseveró que, aunque en el CES tienen algunas fortalezas, ello no es suficiente. “No es que en un lugar de Colombia se vayan a producir las vacunas. Se va a requerir que esto se haga en diferentes lugares. Que sea algo conjunto; un proyecto de país”, sentenció.

Avances de la U. de A.

Con esta percepción coincidió Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet), de la Universidad de Antioquia (U. de A.). Este habló sobre la Corporación de Investigaciones para el Desarrollo de Productos que tiene la universidad. La figura, dijo, está integrada por la Vicerrectoría de Investigaciones, la Facultad de Química Farmacéutica, la IPS Universitaria, la Uniremington y algunas industrias.

“Desde allí, hemos pensando y madurado el tema de producir vacunas durante años. Ahora tenemos un plan para producirlas de la mano del sector público y privado”, enfatizó.

Tech Innovation Group es uno de los actores privados que ha acompañado este proceso. Juan Pablo Ortega, CEO de este grupo empresarial dedicado a la investigación, desarrollo e innovación de tecnologías, productos y servicios en temas de ciencias de la vida, amplió en qué va el plan que mencionó Vélez.

“Estructuramos un proyecto base que se le presentó al comité de Universidad-Empresa-Estado para desarrollar una fábrica de vacunas en alianza con varios actores de la U. de A.”, indicó. Y aunque no compartió mayores avances, añadió que el tema podría tomarse algunos años para ponerse a punto.

“Es que no hablamos solo de covid. El ánimo es generar una capacidad instalada para el país. Llegamos a un acuerdo. Hoy, trabajamos en la estructuración a detalle del proyecto”, aseguró.

Un camino espinoso

El tema, sin embargo, no puede mirarse desde y hacia adentro. Buena parte de los esfuerzos locales dependerán de decisiones mundiales.

Vamos por partes. Producir vacunas contra la covid-19 lleva a dos escenarios. El primero tiene que ver con la liberación de patentes. Ortega señaló que ese hecho no resolvería el problema de la falta de disponibilidad de vacunas.

“Se debe tener una capacidad sólida. Pueden liberar todas las patentes del mundo, pero hoy no tenemos cómo producir estas vacunas a gran escala en el país”, acotó.

En esto coincidió Luisa Herrera, abogada y experta en propiedad intelectual de la Universidad Externado de Colombia. “Los ejes del problema también están en la adquisición de materias primas —que han estado escasas—, en la infraestructura que se requiere para fabricar y producir medicinas y en los trámites de aprobación sanitaria”, advirtió.

El segundo escenario fija la mirada en la producción de una vacuna hecha en el país. Sobre esta posibilidad, Ortega señaló: “Una cosa es el mundo de la investigación básica, donde tenemos muchas capacidades, pero llevar eso a un producto comercial implica evaluar eficacia, escala y temas regulatorios que pueden llevar mucho tiempo”.

Si bien esta ruta avanza en Latinoamérica, el país, concluyeron los expertos, deberá esperar más para embarcarse en el proceso de fabricar vacunas.

Lo que hay que hacer, recomendaron, es crear una plataforma que permita llegar a acuerdos con otras farmacéuticas que ya tienen las vacunas disponibles o que avanzan en etapas finales de desarrollo —pese a que esto no resuelve por completo el problema—. Listos estos acuerdos y la instalación que permita una producción a escala, podrá pensarse en una producción con marca local.

Un pasado de oro

Rojas, de la Universidad CES, abordó un punto que cuestiona el rumbo farmacéutico que tomó el país hace varios años. “Es importante que tengamos una seguridad farmacéutica básica. Promover laboratorios que permitan la producción de insumos claves en medio de crisis como la actual”, aconsejó.

Lo anterior permitirá blindar, en sus palabras, la industria nacional: “En los últimos años las farmacéuticas locales han desaparecido o se han fusionado con multinacionales. Lo que ha quedado en Colombia son bodegas de distribución y no plantas de producción”.

Esta mirada al pasado fue el tema que ocupó a Martha Lucía Ospina, del INS, en un artículo que escribió el año pasado y en el que describió esa época dorada que tuvo el INS como productor de vacunas locales e internacionales.

En los laboratorios de la entidad se fabricaban cada año millones de dosis contra la fiebre amarilla, la rabia, la difteria y el tétano. “La erradicación de la viruela en 1979 se logró con productos que venían elaborándose localmente desde 1897. Incluso, el país exportaba los productos biológicos a más de 20 países América y África”, puede leerse en la publicación.

¿Qué pasó? “Esas capacidades se eclipsaron al terminar el siglo pasado”, según Ospina. La crisis económica hizo a los laboratorios obsoletos. Ello devino en la pérdida de los certificados de buenas prácticas de manufactura. En su momento, el país no lamentó este hecho. Pese a ello, para la directora del INS, si en Colombia no hubiese menguado el estímulo a la industria farmacéutica, “hoy no estaríamos preguntándonos qué lugar en la fila vamos a tener para recibir la vacuna”.

Paliar ese estado de incertidumbre y encontrar un camino que le permita al país mayor autonomía farmacéutica es la empresa a la cual quieren contribuir las universidades y la industria antioqueña

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