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La historia del profesor indígena asesinado que lo era todo para Choromandó, en Dabeiba

En ocho meses, han asesinado a 9 indígenas, el último era profesor en una comunidad en Dabeiba.

  •  Socio Fernando Domicó, profesor indígena asesinado en Dabeiba, era líder de la comunidad Choromandó. Enseñaba música y artesanías. También era entrenador de fútbol. FOTO cortesía
    Socio Fernando Domicó, profesor indígena asesinado en Dabeiba, era líder de la comunidad Choromandó. Enseñaba música y artesanías. También era entrenador de fútbol. FOTO cortesía
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25 de mayo de 2022
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La comunidad de Choromandó, del resguardo de Mondromandó, en Dabeiba, no tiene clases de baile desde hace doce días. Los entrenamientos de los niños y jóvenes que juegan fútbol son cada vez menos frecuentes. La voz que impulsaba a trochar los caminos y que traducía las palabras ‘finas’ de los procesos de indemnización tampoco se escucha. El vacío lo dejó el profesor Socio Fernando Domicó, asesinado el 13 de mayo.

A Socio Fernando lo mataron en un punto conocido como las cañadas de Choromandó, sobre las 7:30 de la noche, después de comerse un sancocho de gallina. Él mismo había contratado a una vecina de la zona para que les preparara un caldo que recompusiera las fuerzas de quienes jugaron fútbol durante más de tres horas esa tarde.

El profesor emprendió camino con su hijo, de 13 años, previo a esa hora. Pero dos sujetos se interpusieron a las luces de sus teléfonos que hacían de linternas. El del más pequeño terminó en el suelo, ‘boca arriba’, e iluminó la escena: a Socio Fernando lo agarraron a garrote; le dieron en el estómago y la cabeza. Su hijo corrió, envuelto en miedo, a avisarle a su abuela.

—Vea, a papá lo están atacando —contó el menor—. Cuando la familia llegó ya era tarde. No valieron las avanzadas de algunos miembros. Socio Fernando estaba tendido en el suelo. Lo degollaron. No tenía amenazas.

El entierro fue el lunes 16 de mayo en el cementerio de la cabecera municipal de Dabeiba. La familia Domicó hizo el esfuerzo para organizar el velorio. “Todo mundo estaba en el entierro”, cuenta José Wilson Domicó, hermano de Socio Fernando y gobernador del resguardo Mondromandó.

La comunidad, según la versión de José Wilmar y Yarley Barrientos Domicó, primo de Socio Fernando y uno de sus estudiantes, quedó destruida. El mismo sentimiento acompaña a varias comunidades indígenas de Antioquia. En los últimos ocho meses, nueve líderes han sido asesinados bajo situaciones violentas que están por esclarecerse.

“Una comunidad sin alma”

Socio Fernando fue profesor durante 15 años en Choromandó, una comunidad de 280 indígenas. Tenía 37 años, según su hermano, y era el único de los Domicó que había ido a la universidad. Se formó en la de Antioquia, como antropólogo, y viajaba de Dabeiba al resguardo a dar clases, todos los días, de 8:00 de la mañana a 2:00 de la tarde. Luego jugaba fútbol, armaba torneos, se quedaba hasta tarde.

Era el responsable de formar a los niños de su comunidad hasta quinto de primaria. En Choromandó no hay escuela, pero lo hacía en la caseta comunal, a la que asistían hasta 15 estudiantes. Daba clases de danza, lideraba los entrenamientos de fútbol, enseñaba sobre artesanía. También formó un grupo musical y hasta subió canciones a YouTube.

En una de las fotografías que circuló tras su muerte, el profesor posa sonriente, con una guacharaca en la mano, un acordeón al lado y una consola de sonido. “Fue un gran maestro. Nos enseñó a respetar y valorar a las personas. Crecimos con él”, relata Yarley, de 20 años, a quien Socio Fernando formó hasta quinto grado.

También era traductor. Desbarataba los términos complejos de los procesos de reparación de víctimas y los explicaba, con calma, hasta que la comunidad los comprendiera. “Entendía todo muy bien. Nos explicaba las palabras ‘finas’ que desconocíamos”, recuerda José Wilson.

Otras ocho vidas apagadas

La oleada de violencia que le arrebató el alma a Choromandó comenzó el 8 de octubre pasado, cuando en Dabeiba registraron el asesinato de dos hermanos del pueblo embera eyábida, Willinton Domicó Domicó (21 años) y Milton Domicó Domicó (22 años). Los mataron, según reporte de la Organización Indígena de Antioquia (OIA), a 40 minutos del casco urbano.

Pero la violencia no cesó en esta jurisdicción. Vino el asesinato de Mario Pernía Domicó, guardia indígena del Cabildo Mayor, a quien sacaron de su casa el 11 de octubre, en presencia de sus familiares. Lo desmembraron y luego, según la OIA, lo arrojaron a un río. A Mauricio Pernía Domicó (19 años) lo ultimaron con arma de fuego y arma blanca, el 28 de enero de este año.

Los decesos violentos no solo han tenido lugar en Occidente. En El Bagre, municipio del Bajo Cauca, asesinaron al indígena senú José Daniel Díaz Angel (19 años), el 1 de enero pasado. Luis Alfredo Díaz Osorio (16 años), también senú y miembro de la comunidad Tigre 1, murió por causa de tres tiros en Caucasia, a los tres días.

En Urabá también se han registrado dos asesinatos. Dilson Arbey Borja Roldán (34 años), quien se había convertido en uno de los líderes más destacados de la Guardia Indígena de Antioquia en esa zona, fue ultimado a bala el 25 de febrero cuando descansaba en una hamaca, en Turbo. Hernando Jumí, de la comunidad Turriquitadó Alto, en Murindó, fue ahorcado (se desconoce fecha precisa del hecho).

La OIA le adjudica la responsabilidad de estos asesinatos a las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) y al Ejército de Liberación Nacional (Eln). “También hemos sorteado amenazas, enfrentamientos armados al interior de los resguardos, desplazamientos y confinamientos”, afirma la organización.

Frontino, Urrao, Murindó y Dabeiba (ver Para saber más) son los municipios más afectados. En este último todavía anhelan las enseñanzas de Socio Fernando. “Entre uno de mis hermanos y mi mamá, que estuvo en el Cabildo Mayor, hablamos sobre todo lo que perdimos; sobre todas las actividades que Socio elaboraba”, expresa José Wilmar.

En Choromandó se mantiene fresco el legado de Socio Fernando. Solo claman justicia: parte de la familia Domicó tuvo que desplazarse a Medellín tras el asesinato. Crímenes que dejen sin baile, fútbol, música y voces que guíen es lo que no quieren vivir más en las comunidades indígenas de Antioquia.

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