En la casa de la familia Ferrao hoy no hay almuerzo. Ayer tampoco hubo. Pasarán el día con el desayuno: huevos revueltos con arroz. Aguapanela caliente. El único que se alimenta cinco veces al día es el pequeño Fabián, quien a sus dos meses de nacido recibe leche materna. ¡Aleluya!. Por eso, aunque son las 12 del día y la temperatura en Tarazá, Antioquia, alcanza los 30 grados, en esta humilde casa de techo de zinc, sin agua potable, la cocina no huele a guiso.
No hay almuerzo.
Una confesión. Un rafagazo que hiere. Una pena que Nora Taborda no ocultó. Ese “no hay almuerzo” retumbó en cada rinconcito de esta casa. La esperanza es que, según Nora, tal vez más tarde consigan algo para comer porque al menos pueden trabajar y no tienen que salir corriendo o meterse debajo de la cama o desplazarse otra vez. No hay miedo. No hay almuerzo. Esta es la historia de Nora, quien a sus 25 años y tres hijos, es una de las cientos de madres que a pesar de todo, todo, todo, le apuestan a que el primer alimento de la vida de su bebé sea la leche materna. En hora buena según el Ministerio de Salud la gran mayoría de los niños menores de cinco años del país han sido amamantados alguna vez en un 91 %.
Aunque Nora no tiene idea de las recomendaciones que ha hecho desde siempre la Organización Mundial de la Salud, OMS, las repite como si las hubiera estudiado. Nora dice que tiene claro que el único alimento que le dará a su bebé hasta que cumpla seis meses será leche materna. La OMS dice que “la lactancia debe comenzar en la primera hora de vida” y recomienda “que a los seis meses se empiece a dar a los lactantes alimentos complementarios, además de leche materna”. Nora dice que le da leche a su niño cada vez que él pida, que pueden ser unas cinco o seis veces al día, a veces más. La OMS dice que “el amamantamiento debe hacerse a demanda”, siempre que el niño lo pida, de día y de noche. Nora dice que a veces no le baja leche, reconoce que el no alimentarse bien genera que a ratos la leche no le baje en cantidad y siente pena al advertir que compró un pote de leche para esos días difíciles, pero que no le gusta, que no es lo ideal. La OMS dice que hay que evitar los biberones.
Nora y su familia viven en Tarazá, Antioquia, a cinco horas de Medellín. En este pueblo de 1.600 kilómetros cuadrados operan las Farc, el Eln y las bandas criminales. Hay cultivos ilícitos y minería ilegal. Sus necesidades básicas insatisfechas están por encima del 60 %. A pesar de esto, este año no hay reporte de niños muertos por hambre. El 97 % de la población vive en condición de pobreza.
La alcaldesa de Tarazá, Gladis Miguel Vides, dice que su municipio es cocalero y que las oportunidades laborales no son suficientes. Hacen falta más proyectos productivos. Cuenta que hay un Centro de Recuperación Nutricional y que en él permanecen entre cuatro y seis niños desnutridos. Se busca mantenerles el peso. “La mayoría de padres que traen los niños al Centro vienen desde las veredas, de los corregimientos o de los barrios subnormales. Además también llegan muchas comunidades indígenas, principalmente de la comunidad Embera Katíos”.
Explica que para atender la nutrición lo puso como meta en el Plan de Desarrollo. “En nuestro municipio es fundamental, en todo este proceso nutricional, trabajar con las comunidades indígenas. Tengo entre mis propuestas hacer un acueducto veredal e impulsar los proyectos productivos para que dejen de cultivar coca. ¡Esta es una región cocalera! Para incentivar la lactancia materna estructuramos un proyecto sobre nutrición y le apostamos a los proyectos productivos, buscamos que nuestros niños mantengan su peso”.