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¿Se le acaba el mundo si lo “linchan” en redes?

Las consecuencias psicológicas para quienes reciben sanciones en internet pueden ser graves.

  • ilustración Esteban parís
    ilustración Esteban parís
30 de junio de 2018
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Con la vida en línea no sucede como en la famosa frase de la ciudad del pecado: lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. No. Lo que pasa en las redes sociales no se queda en las redes sociales. Trasciende a la vida offline y tiene consecuencias, a veces, muy graves.

Un video, por ejemplo, que circula en internet por estos días le costó a Luis Felipe Gómez Toro su trabajo en Avianca como gerente regional de Europa-Asia. Gómez llevaba una vida discreta hasta que quedó expuesto por participar en una situación que, según él, se sacó de contexto (ver entrevista). En el video se ve cómo Gómez recibe un trago de aguardiente y se lo toma en silencio, mientras las demás personas del clip alardean de haber logrado entrar el licor camuflado al Mordovia Arena, el estadio ruso en el que Colombia debutó en este mundial frente a Japón.

Luis Felipe no fue el único que padeció una sanción social recientemente. Un supuesto hecho de discriminación conocido por redes sociales indignó a los colombianos el mes pasado. Don José, un humilde hombre que canta y toca guitarra, estuvo en la mira de las redes y luego de los medios de comunicación después de ser grabado por una mujer mientras, al parecer, no le permitían sentarse a almorzar en el restaurante Taquino, en Medellín. Las consecuencias las sufrió la propietaria del lugar, quien quedó registrada en el video contando por qué el hombre no podía ocupar una mesa.

No hubo clemencia con ella o su restaurante. El hecho generó protestas a las afueras del lugar que tuvo que pronunciarse, señalando que el incidente produjo “reacciones desproporcionadas y agresivas de algunos ciudadanos”. Luego trascendió que Don José conocía a la dueña del lugar hace 15 años, que ella le “colaboraba” y que para él era “como una madre”; no obstante, los comentarios ya estaban y las versiones de las partes terminaron confundiendo.

Estos casos muestran cómo las redes sociales son una caja de resonancia, también un amplificador de hechos que, sin esa difusión masiva, probablemente hubieran pasado desapercibidos.

El periodista Jon Ronson, en su libro Internet: So you’ve been publicly shamed (Has sido avergonzado públicamente), explica que “estamos viviendo un gran renacimiento del escarnio, la vergüenza y el desprestigio, que se salen de proporción cuando ocurren en redes sociales”. Cualquier falla o mal comportamiento es magnificado por Twitter o Facebook y puede arruinarle la vida a alguien, enfatiza.

El que tire la primera piedra

Según el antropólogo y director de la Maestría en Educación de la Universidad de la Sabana, Felipe Cárdenas, las redes les permiten hoy a las personas tener espacios comunicativos y de opinión distintos a los tradicionales.

Usarlas con esos fines no está mal, es su naturaleza: compartir, contar y generar comunidad. No obstante, también son para hacer sanción social, y no solo a personajes públicos, igual a sujetos anónimos, como los del mundial de Rusia, que dejan de serlo cuando el contenido en el que aparecen se hace viral. Eso puede suceder en cuestión de minutos.

Pasa, comenta el docente, que esos canales de expresión evidencian una patología social. “No nos indignamos frente a unos temas, pero otros sí nos convocan y a esos son a los que se les hace sanción. Además, se usa un lenguaje que destruye y no que construye”.

Aún así, exponer la vida en redes es ya común: fotos familiares y con amigos, opiniones personales sobre política y fútbol. Lo dicen los memes incluso: en los últimos meses los colombianos pasaron de politólogos a entrenadores de balompié.

Google lo demuestra por medio de su herramienta tendencias. Comparando la búsqueda (en Colombia) de las palabras elecciones y mundial entre el primero de mayo y hoy, se evidencia cómo cambió el interés en los temas. El tema de elecciones solo logró ser más interesante que el mundial el 27 de mayo y en días previos a los comicios presidenciales, mientras que las búsquedas sobre el mundial aumentaron significativamente desde el 10 de junio hasta alcanzar el pico máximo (que es cien) el 26 de mayo.

Juzgar, juzgar, juzgar

Para Piedad Liliana López, psicóloga y docente interna de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, es necesario aclarar que con la aparición de las redes sociales, ese “linchamiento” se hizo más reiterativo.

Según ella, no se trata más que de un tipo de maltrato que degrada a quienes lo padecen, en general, sufriendo una clase de violencia colectiva psicológica, es decir que reciben injurias por estos medios provenientes de cualquier usuario. “Esta es la que lleva al ‘linchamiento’, que no es más que la masa que se deja orientar por una idea colectiva con la cual se identifica”.

Las circunstancias por las que estos hinchas se hicieron conocidos fueron penosas. Eso, explica la docente, produce daño moral y angustia emocional. “Se pone en juego la imagen personal y puede dañarse completamente, en muchas ocasiones, haciendo juicios a priori”.

Según ella, una situación de ese tipo conduce a quien la padece a eventos adversos, como una crisis emocional, depresión, ansiedad o cualquier otro tipo de trastorno, incluso, en el peor de los casos, señala la profesional, desarrollar un cuadro psicótico.

“Adicionalmente podrían sufrir una crisis de ansiedad severa, que genera preguntas como qué va a pasar conmigo, qué hice, lo que lleva a reflejarse en lo futuro, mientras que con la crisis de estado de ánimo se enfrenta el pasado: por qué lo permití”.

El magíster en psicología y profesor de la Universidad San Buenaventura, Jesús Goenaga, conocedor de temas enfocados en lo moral, comenta que la afectación emocional se presenta en cualquier persona que es víctima de alguna situación intencionada en la que un tercero la maltrata, la humilla y la despoja de su dignidad. No importa si es en la red o fuera de ella, pero cuando se hace en el contexto virtual se le conoce como linchamiento (o su anglicismo shitstorm).

Daniel Alejandro Rivera Velásquez, trabajador social de la Universidad de Antioquia, añade que esos actos de transgresión a la norma, que cometen algunos ciudadanos, tienen como consecuencia la llamada sanción social que se manifiesta en sentimientos de vergüenza y exclusión.

Rivera reflexiona sobre cómo las redes sociales son el “gran hermano” actual: “Todo lo ven, todo lo oyen, todo lo juzgan, sin tener en cuenta los antecedentes, la argumentación y el debate”.

Tampoco evalúan las consecuencias en la huella digital, ese rastro que cada individuo traza en la web cuando da un me gusta, sube una foto, un video, y por supuesto, con cualquier publicación en la que se ve implicado su nombre.

Esa huella forma la reputación de la persona en redes y cuando algo la perjudica es difícil de retroceder, ya que un video viral, como en el que estaba Felipe Gómez, puede convertirse en una bola de nieve.

Para Rivera, esas críticas, que inicialmente son aisladas, posiblemente se transforman en linchamientos virtuales, dependiendo de la gravedad y la cantidad de personas que lanzan los ataques y son un síntoma de lo que se vive en la realidad. No es lo mismo que alguien lance una piedra a ser lapidado por decenas, cientos o miles de personas. Los agresores olvidan, según él, asuntos como la presunción de inocencia, un derecho ciudadano. “No importa el delito que hayan cometido o la norma transgredida”.

Menos mal no fue usted

Sobre las causas por las que alguien comete esos actos que generan repudio, el trabajador social menciona uno en especial: “El irrespeto a la ley o la norma que orienta las conductas humanas para poder vivir en sociedad”, haciéndolo sin sentir malestar y, al contrario, generando orgullo.

No obstante, para Rivera es repudiable que situaciones como esta provoquen insultos y más violencia. Al preguntarle si en algún caso la sanción social o “linchamiento” es positiva, el especialista cree que solo si genera una sensación de responsabilidad en quienes infringen la norma y termina en una disculpa pública.

Sin embargo, considera que “nos estamos convirtiendo en multiplicadores de violencias virtuales. Está claro que la sanción social de una u otra forma impacta, pero la moraleja del asunto es cómo la hacemos, con qué argumentos y bajo qué parámetros. El orden social debe siempre estar enmarcado por el respeto hacia la dignidad y los derechos humanos y segundo por el respeto y admiración que debemos tener hacia la ley”.

Estudio da advertencias

Acciones online con impacto offline es un estudio de 2017 de los investigadores Anna Felnhofer, del departamento de Pediatría y Medicina Adolescente de la Universidad Médica de Viena, y Oswald Kothgassner, de la división de Psicología Clínica y el Departamento de Pediatría y Medicina Adolescente del Hospital General de Viena, Austria.

Para ese trabajo se hizo un experimento con un grupo de 45 adultos, quienes participaron en un juego virtual en el que los implicados eran expulsados sin una razón aparente.

Los especialistas encontraron que el desprecio y la exclusión en los ambientes virtuales provocó las mismas emociones y respuestas físicas que las que generarían en una situación real. La persona expulsada comenzaba a producir más cortisol, su pulso aumentaba y tomaba una actitud de tristeza.

En el experimento, los excluidos perdían su disposición a ayudar a otros en el mundo real, o necesitaban más tiempo para volverse a involucrar, lo que generaba un círculo vicioso, pues ese comportamiento impedía el acercamiento a otro grupo, con una conclusión: desarrollar problemas emocionales e incluso desórdenes psicológicos.

Como lo señalan Felnhofer y Kothgassner, la exclusión social vivida virtualmente es una amenaza a cuatro necesidades sociales básicas, que tienen que ver con la evolución como especie humana: el control social, el sentido de pertenencia, la autoestima y la presencia social.

Así, alguien que haya sido acosado en internet corre el riesgo de convertirse en una persona apartada y pasiva en la vida real y perder su autoestima; esto además puede llevar a sufrir depresión o un síndrome de estrés postraumático.

Cualquiera puede sentir estos efectos, pero los expertos señalan que el nivel de esa sensación depende del tiempo que se pase en el mundo virtual. Las consecuencias de este bullying en línea están condicionadas por la persona que sufra el daño, pues están quienes son más fuertes y otros más propensos a las secuelas duras. Si es una persona resiliente (asume con flexibilidad situaciones límite y se sobrepone a ellas), menciona la psicóloga de la UPB, podrá adaptarse más fácil.

Para el profesor Goenaga “hay que aclarar que, dependiendo de la regularidad con la que la agredan, puede ser más grave y tener posibles consecuencias patológicas, como episodios depresivos, porque se genera una vergüenza y el sujeto se vuelve un foco de atención de los otros y eso lástima su imagen”.

El profesor considera que hay que hacer un llamado a revisar la forma en la que las personas se vinculan con sus pares, ya que acciones como la del hombre que abusó de la confianza de las japonesas puede derivarse de otras más micro que tienen exactamente las mismas consecuencias, por ejemplo, el matoneo escolar.

¿Qué hacer si le pasa?

Los investigadores de Viena indican que es necesario desarrollar habilidades para encarar estos fenómenos, tanto online como offline, porque la burla por cualquier diferencia o error se puede afrontar en la calle o en la web. “La humillación se está normalizando, por esa razón hay que tomar acciones desde contextos más micro”, dice el docente de la San Buenaventura.

Los psicólogos no recomiendan a los individuos que sufren ataques de esta clase seguir refiriéndose al tema. Según el clínico Freddy Romero, si en el linchamiento hay un discurso punitivo y destructivo, debe ignorarse, y en lo posible cerrar las redes sociales por un buen tiempo. “Cuando la persona sigue defendiéndose los otros seguirán acusándolo”, señala. Esto porque en muchas ocasiones la víctima no es solo a quien linchan , igual sus allegados.

De acuerdo con la profesora de la UPB, es necesario expresar lo que se siente porque la contención emocional hace más daño y provoca trastornos de síntomas somáticos funcionales, es decir, que el sujeto sienta molestias físicas fuertes.

La disculpa pública, precisa la psicóloga, hace parte de esa primera manera de desahogarse; sin embargo, recomienda que, luego de hacerse, se deje de referir a ello. Ante todo, más que sanar las heridas del linchamiento, el camino es evitarlo. Un primer paso es desterrar la idea de que lo que ocurre en el ciberespacio no es real. Sus consecuencias en la salud mental de los afectados son tangibles.

Así que, antes de jugarle una broma a alguien, grabar cada situación que vive o lapidar a un usuario por una publicación, póngase en esos zapatos, o mejor en la pantalla. Adelántese a las consecuencias. Quien decida hacerlo, dice la psicóloga de la UPB, aprenderá a juzgar menos, a señalar las diferencias o inconformidades de una forma respetuosa.

Y a quien padezca el “linchamiento” lo invita a buscar ayuda profesional si es necesario, y a ser resiliente, siendo optimista y acompañándose de otros, encontrándole solución a los problemas, así estos hayan nacido en la web.

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