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El Petro inventado

Al justificar su decisión de voto, algunos intelectuales están construyendo un Petro que no existe.

17 de junio de 2022
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Empecemos por decir esto: toda decisión libre de voto es respetable, soberana e inviolable. Hay algunas personas que, por tener una figuración pública importante, o por haber sido guías intelectuales de nuestra sociedad, optan por comunicar públicamente su opción de voto y sustentarla con argumentos extensos y detallados. Estos argumentos se vuelven inmediatamente materia del debate público y en ese sentido es perfectamente válido analizarlos y controvertirlos, aun cuando, repetimos, la decisión de voto que cada persona toma es inviolable y respetable.

En este sentido, han llamado la atención las posiciones asumidas por algunos intelectuales a quienes considerábamos de centro o incluso de centroderecha y que han comunicado públicamente que van a votar por Gustavo Petro, ofreciendo una serie de argumentos para sustentar su decisión.

Tal vez los casos más prominentes son los de los exministros Alejandro Gaviria y Rudolf Hommes, cuya decisión resultó sorprendente para muchos. Alejandro Gaviria, un economista muy prestigioso, fue ministro de Salud, y durante su gestión fue un administrador responsable y un reformador sensato de aquel sistema de salud del cual Petro denosta día y noche y afirma querer eliminar: Gaviria todo el tiempo nos recordaba, con razón, que si bien el sistema tenía fallas, el camino correcto era solucionar puntualmente esas fallas en lugar de tirar todo por la ventana, sin tener con qué reemplazarlo, y poniendo en riesgo la salud de un país que ya cuenta con cobertura prácticamente total y con unificación de planes.

Por el lado de Hommes, a él lo recordamos como el líder de la transformación económica que vivió el país en los años noventa, que dio un gran dinamismo a la actividad privada, puso a raya los abusos de algunos sindicatos opulentos y nos abrió al mundo. Todo, todo aquello que hizo Hommes es diariamente despreciado por Petro, quien promete echar para atrás cada uno de esos cambios.

Tal vez lo que llama más la atención son los argumentos ofrecidos por estos dos exministros. En esos argumentos no encontramos al Petro que existe, al Petro que conocemos, sino a un Petro el cual ellos quisieran creer que existe. Es el triunfo del deseo de creer. En virtud de justificar su posición, están construyendo un Petro que todos sabemos que no es real: un Petro liberal, institucionalista, un Petro que acata los límites constitucionales, un Petro que será buen administrador. Nada parecido al Petro que hemos podido constatar.

¿O acaso alguien puede creer, como dice Alejandro Gaviria, que Petro “se ha tomado en serio el problema de las finanzas públicas” y es “consciente de la necesidad de un ajuste fiscal”? Estamos hablando de un candidato que día y noche hace promesas de más y más gasto. Hace apenas unos días estaba reunido con mineros de carbón en Boyacá, y les prometió que, mientras se hace la transición energética, el Estado les va a comprar el carbón, para hacer nada con él. ¿Esto es conciencia fiscal? Y ese es solo un ejemplo. Las estimaciones más prudentes indican que el programa de Petro añadiría 130 billones adicionales al año en gasto público. Sin incluir, los 10 billones que le sumó con sus nuevas propuestas de la última semana.

¿Acaso alguien puede creer que Petro es la “opción de cambio más responsable institucional y liberal”? Ni que lo hubiéramos conocido apenas ayer: lo conocemos hace treinta años, y en reiteradas ocasiones le hemos oído decir que contra los dictámenes de las instituciones opondrá la fuerza de “la calle”: protestas que se tornan violentas, y que él considera deben ser superiores a las instituciones. Una y mil veces lo ha dicho; es más, lo ha hecho. ¿En serio esto es cambio prudente, institucional y liberal? El mismo Rudolf Hommes, en la columna en la que justifica su voto con razones también contraevidentes, admite que esta supremacía de “la calle” sobre las instituciones es un riesgo en el caso de Petro. Por lo que sabemos de él, es más bien una realidad inminente.

Por fortuna, no toda la sensatez está perdida. En ambos casos hay límites que se marcan claramente. Alejandro Gaviria califica como erróneas las propuestas de salud de Petro (en realidad, son catastróficas). Ambos piden conservar el régimen del Banco de la República (que Petro mismo ha prometido cambiar), y en general, piden respeto por la Constitución y la ley. Difícil entender, entonces, por qué se van para donde un candidato que expresamente ha dicho que va acabar con lo que ellos valoran. Les ganaron las ganas de creer 

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