Los alcaldes de Medellín de las últimas décadas se han enfrentado, por un lado, con el agobiante reto de la inseguridad y la violencia urbana, pero, por otro, han contado para el desempeño de la gerencia pública con una estructura municipal cuyo desempeño se cifra con notas superiores a los de la media de las demás capitales.
Es decir, los alcaldes de Medellín tienen problemas mayúsculos pero también cuentan con medios y recursos (mírese el solo Grupo EPM) con los cuales no cuentan los demás. Y de estas ventajas, una de las mayores es la inteligencia demostrada por los últimos gobernantes de la ciudad al aprovechar los aciertos de sus predecesores y garantizar continuidad en los mejores programas y proyectos.
El alcalde Aníbal Gaviria termina pasado mañana su mandato de cuatro años y como balance ofrece una buena ejecución de obras, una meritoria campaña por el respeto a la vida con resultados visibles, y un avance en la ubicación de Medellín como ciudad de oportunidades, con mucho camino recorrido al superar señalamientos y mala fama.
Fue creíble el alcalde cuando puso la vida humana como supremo valor y como objeto de sus prioridades. De una tasa de homicidios de 69 por 100 mil habitantes al asumir el gobierno, la proyección de la administración es dejarla cercana o inferior a 20 por cada 100 mil habitantes.
No obstante, la seguridad ciudadana siguió siendo una de las mayores preocupaciones de la gente, a pesar de que la Alcaldía afirma haberle invertido más de 400 mil millones de pesos durante el cuatrienio. La responsabilidad por la inseguridad no es única del alcalde. A la Policía se le han dado todos los medios y debería responder con mayor efectividad.
Las obras públicas también reportan buen balance. El alcalde Gaviria asumió el costo político de ejecutar obras por valorización. Alcanzó a entregar varias, algunas con incomprensibles fallas de diseño como las del intercambio vial de El Tesoro o con retrasos por mala escogencia del contratista (Transversal Inferior con Los Balsos), pero en general las ejecuciones y sus beneficios se están viendo.
Las Unidades de Vida Articulada (Uvas), nuevos espacios públicos para los barrios, son de lo mejor de su legado. Un gran acierto, una inversión inteligente y de indudable impacto urbano y social.
Los Parques del Río serán su mayor apuesta. Ojalá los hubiera explicado mejor, y así las críticas no se habrían estancado en el tema vial. Hay miles de millones de por medio, y dependerá del compromiso y entendimiento de los siguientes alcaldes llevar a feliz término el proyecto.
El alcalde reformó la estructura administrativa del Municipio y creó las Vicealcaldías, de duración efímera, pues el nuevo alcalde las desmontará. Solo el tiempo y sólidas evidencias de indicadores de gestión podrán decir quién acertó, si quien las creó o quien las eliminó.
En una ciudad orgullosa de sí misma y acostumbrada a un aceptable nivel de gobiernos locales, el alcalde fue hipersensible a la crítica, que intentó contrarrestar con multimillonaria propaganda en medios nacionales. Tuvo patinazos, por supuesto, como no querer ver qué pasó en Plaza Mayor, o la aún poco clara salida de su primer secretario de Obras Públicas.
Puede, en todo caso, sentirse satisfecho. Logró llevar a cabo buena parte de su programa y, según el Gallup Poll de este diciembre, el 66 % de los encuestados aprueba su gestión. Medellín puede decir que en estos cuatro años ha avanzado más de lo que ha retrocedido. Eso, en nuestro medio, es más que plausible.