diego londoño
@elfanfatal
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Hay situaciones, lugares y personas que han sido fundamentales para la construcción de nuestra escena musical rockera en Medellín. Y justamente, varias generaciones de rockeros de esta ciudad le deben mucho a la memoria sonora de una gran casona que tomó la personalidad de una trinchera rockera en los años ochenta y noventa.
Les hablo de una casa ubicada en la Cra 84 con 33 B, en el barrio La Castellana, en un segundo piso. Su fachada, en aquellos años, estaba recubierta con piedra bogotana. Desde afuera, aparentemente era una casa normal de una familia tradicional paisa, de hecho lo era, vivían madre, abuela e hijos. Era tradicional al cruzar la puerta y recorrer la sala, el comedor, la cocina, hasta llegar a las habitaciones, pero uno de estos cuartos fue convertido en todo un templo musical para el aprendizaje, los errores y el ruido de una generación que no quería callar.
Esta era la habitación de Luis Emilio Valencia, un veterano músico de los años 70, rockero de Laureles, de los primeros que tuvo bandas en la ciudad de Medellín, entre ellas una llamada Arco, con músicos de colombia y músicos de argentina, y otra banda llamada I live. Con el sueño rock transpirándole por los poros, Luis Emilio creó una de las guaridas más importantes del punk, metal y rock subterráneo de esos frenéticos años musicales de Medellín.
Su habitación estaba acondicionada rudimentariamente con cartones, cajas de huevos e icopor. Metió a la fuerza algunos amplificadores trajinados por el uso, una batería maltrecha y cuñada con una cama para que no se moviera de su lugar, el cuarto sin aire acondicionado, solo con un viejo y oxidado ventilador, tenía lo mínimo para hacer música, y allí Luis empezó a ensayar con sus bandas. Al tiempo, empezó a invitar a algunas bandas de amigos cercanos, sin percatarse de la marea que eso generaría con el voz a voz de todos los rockeros de Medellín, hablando de ese espacio para ir a tocar sin ser molestados. Victor Gaviría, el director de cine se enteró de la existencia de este lugar, y sin dudarlo buscó a Luis Emilio para alquilarle el espacio para que las bandas de la película Rodrigo D No Futuro pudieran ensayar. Sin querer, ese lugar de ese barrio al occidente de Medellín, empezó a recibir por esa pequeña puerta de una casa de familia, a un batallón de rockeros que cambió la manera de vivir la música de esta ciudad.
Luis además de alquilar el cuarto para ensayos, vendía partituras, y ofrecía clases de batería y de guitarra. Su mamá, que se dedicaba a cocinar y cuidar de sus hijos, contestaba el teléfono para recibir las reservaciones de los rockeros y su hermano, un novato estudiante de ingeniería, en la mesa del comedor, arreglaba los cables de conexión para las guitarras y el bajo.
Bandas como I.R.A, Masacre, Ekhymosis, Desadaptadoz, Dexkoncierto, Amen, Piroquinesis, Kraken, Neurastenia, Sargatanas, HP.HC, entre muchísimas otras, pasaron por este cuarto ruidoso y juvenil que en muchos momentos dejó de ser cuarto de ensayo para convertirse en un espacio de conciertos, pues recibía las personas que el calor y el tamaño aguantaran. Luis Emilio cobraba 500 pesos la hora de ensayo, en ese cuarto infernal en el que las paredes sudaban y donde se gestó uno de los movimientos musicales alternativos más importantes de Colombia.