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La vida en el barrio transcurría sin anomalía hasta marzo de 2020, mes en el que fue confirmado el primer caso de covid-19 en Colombia.
No pasó mucho hasta que el Gobierno ordenó una cuarentena total para evitar la propagación descontrolada del virus mientras se adecuaba el sistema hospitalario para responder a la emergencia.
Quedarse en casa implicó renunciar al encuentro social y poner en pausa todo el engranaje económico y, de un momento a otro, las tiendas de barrio dejaron de percibir el tráfico habitual de compradores.
Casi 18 meses después de este golpe, la maquinaria del comercio comienza a tomar ritmo. Y hoy, a propósito del Día Nacional del Tendero, algunos de ellos relatan cómo han sobrevivido a la crisis.
A Mary Luz Tangarife el coronavirus le arrebató a su padre, titular de la tienda que ella administra actualmente en Medellín. Según relata, las ventas bajaron a una tercera parte con respecto a la facturación registrada antes del virus.
En su caso, evitó las deudas con proveedores y entidades financieras y ha logrado sostenerse con el valor agregado de su negocio: buñuelos frescos, papas rellenas y café. Una oferta que le ha significado contar con unos clientes fijos todos los días. Aunque considera que le hace falta un impulso adicional, prefiere no tomar préstamos y esperar a que la curva de las ventas vaya subiendo.
La imposibilidad de salir a realizar compras disparó la demanda por los servicios a domicilio. Así se mantuvo Mercados Rama durante el confinamiento, en donde los clientes son atendidos por Viviana Urrego, quien afirma que los pedidos nunca se detuvieron y los productos de necesidad básica eran muy solicitados.
De hecho, comenta que el volumen de ventas incrementó durante las cuarentenas en comparación con un periodo de relativa normalidad.
Y en época de reactivación la dinámica ha mejorado gracias al retorno de los vecinos que disfrutan una cerveza en las mesitas ubicadas en el prado del local.
Esa, a su modo de ver, es la ventaja comparativa con respecto a los formatos de grandes descuentos que están ganando mercado con velocidad en los barrios.
“Aquí te llamamos por tu nombre, si te hace falta plata, no te obligamos a sacar un producto de la canasta”, comenta Esteban Gallo, quien se ha dedicado a las ventas minoristas toda su vida y su granero es un espacio para el encuentro vecinal.
Además, “te ahorramos las largas filas y los grandes desplazamientos hasta las grandes superficies comerciales”, subraya.
A pesar de haber sentido la merma de ingresos durante 2020, coincide en que los víveres básicos aseguraron una facturación aún en medio de la crisis económica de los hogares colombianos.
Eso sí, advierte que, por ejemplo, sería grato contar con una disminución en el impuesto de industria y comercio y, teniendo en cuenta la fuerte competencia librada con los almacenes de gran descuento, podría diseñarse una campaña para que las personas visiten las pequeñas tiendas y no se pierdan empleos en los barrios.
“Nosotros prestamos un servicio muy valioso para la comunidad y se debería apoyar al pequeño tendero”