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Hay una relación de causalidad entre el incremento reciente del desempleo en las ciudades del país y un aumento de su duración promedio y de la tasa de informalidad.
En el trimestre móvil mayo-julio de este año, la tasa de desempleo de las 13 principales ciudades y áreas metropolitanas medidas por el Dane fue de 10,8 %, un 0,9 % más frente a igual lapso de 2016.
Dentro de ese porcentaje, los jefes de los hogares pobres que no consiguen trabajo dependen en más de un 90 % de los ingresos laborales para subsistir y mantener a su familia. Por tanto, terminan muchas veces por optar por el sector informal, con tal de tener una remuneración básica.
De seis a ochos meses se estima que se demora una persona en vincularse nuevamente al mercado laboral, señaló el investigador del Observatorio de Mercado Laboral de la Universidad del Rosario, Iván Daniel Jaramillo.
Mientras que en 2016, el tiempo promedio de desempleo en el país fue de 18,9 semanas.
Por otro lado, si antes o después de cumplir con ese lapso se encuentra una propuesta en la informalidad, se disminuyen las posibilidades de volver a ser formal y crece el desempleo estructural, es decir, el de largo plazo:
“Es mucho más difícil reinsertarse, porque afecta su trayectoria laboral”, alertó el director de Generación y Protección del Empleo y Subsidio Familiar del Ministerio del Trabajo, Miguel Ángel Cardozo.
Así mismo, la experiencia laboral informal es difícil de certificar, por tanto, es más complicado que sea validada para una vacante que incluya prestaciones sociales. Estas últimas brindan garantías de un ingreso mensual al jubilarse.
Finalmente, manifiesta Jaramillo que aunque teóricamente está disminuyendo en un punto la informalidad, ese dato no es coherente con el de cobertura de seguridad social, que no tiene un 65 % de la población. Tampoco lo es con la destrucción de empleo de sectores económicos jalonadores de él (ver gráfico)