En los últimos siete meses, 16 zorros llegaron al centro de atención, valoración y rehabilitación de fauna silvestre de la Corporación Autónoma Regional de Caldas, (Corpocaldas) con el mismo diagnóstico y desenlace: moquillo y el sacrificio.
La infortunada medida se debió no solo a los devastadores síntomas del virus que van desde pérdida del apetito hasta convulsiones y finalmente parálisis, sino por el riesgo de que pudieran diseminar la enfermedad en otros individuos.
Según le dijo Óscar Ospina, coordinador de fauna y vida silvestre de esta CAR, a Wildlife Conservation Society Colombia (WCS), tienen identificado que el brote se desencadenó por la presencia de perros, otrora domésticos, y que ahora, abandonados, andan buscando alimento y refugio en zonas boscosas. Así, deambulando, dejaron secreciones que luego entraron en contacto con estos cánidos de la especie Cerdocyon Thous.
Es un problema que podría aumentar con los abandonos de perros y gatos que reportan la Policía y refugios animales en el país desde marzo. Esto, según lo que explica el biólogo Andrés Felipe García Londoño, director de la fundación Bioethos, podría traer graves consecuencias.
Explica García que entre los efectos nocivos que pueden causar estos perros en áreas silvestres están la extinción local de animales debido a la predación y la transmisión de enfermedades.
Estas jaurías se conforman con individuos que han perdido paulatinamente contacto con los humanos. Muchos son descendientes de caninos abandonados, es decir, nunca han tenido contacto humano, y otros se han alejado de las dinámicas de domesticación.
Se les conoce como perros ferales, término que hace alusión a su comportamiento agresivo y a la independencia que adquieren a los humanos.
La CAR de Cundinamarca es una de las que más ha estudiado la problemática pues es uno de los departamentos más afectados no solo en su fauna sino por los animales de finca. En su plan de manejo y control la CAR evidencia extensas jornadas de indagación con la comunidad rural y monitoreo con cámaras para determinar su distribución.
En Colombia, entre las zonas más afectadas están las aledañas al Parque Chingaza donde se lleva registro, desde al menos hace una década, de cómo estas jaurías han diezmado especies de roedores, pequeños mamíferos y hasta venados.
En Antioquia, Cornare reportó que en los primeros 6 meses del año atendió 37 casos de ataques de perros y gatos a animales silvestres, dejando diez Zarigüeyas muertas, dos barranqueros, un perezoso, un sapo, dos morrocoy, un armadillo y un zorro.
Situaciones así generan una doble afectación para especies como los venados, pues según explica la veterinaria de Cornare, Cristina Buitrago, los procedimientos para atenderlos se tornan difíciles ya que tienden a estresarse con la captura dañando sus fibras musculares e incluso afectando su corazón.