En julio de 2018, Donald Trump y Vladímir Putin se reunieron por primera vez como mandatarios en Helsinki, Finlandia.
El encuentro, que duró casi tres horas, estuvo precedido por advertencias de miembros del Partido Demócrata y el escepticismo de algunos republicanos debido a las acusaciones del Departamento de Justicia contra 12 miembros de la inteligencia rusa por interferir en las elecciones presidenciales de EE. UU. de 2016.
Tras la reunión, Trump generó indignación en su propio país al evitar condenar directamente a Rusia por la intromisión electoral y sugerir que ambos países eran responsables de las tensiones bilaterales.
A siete años de la primera reunión: un panorama distinto
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó que el encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin se celebrará en Alaska, su primera reunión en persona desde 2018.
Trump destacó que considera “respetuoso” que Putin viaje a territorio estadounidense y confía en que el diálogo sea productivo. Sin embargo, sus declaraciones sobre un eventual intercambio de territorios han generado inquietud en Ucrania y Europa.
El mandatario estadounidense criticó que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, requiera aprobación constitucional para negociar territorios mientras, según él, ya obtuvo autorización para entrar en guerra.
Trump pronosticó que “habrá intercambio de territorio”, recordando que Rusia ocupa alrededor del 20 % del territorio ucraniano.
La Unión Europea y la OTAN han convocado reuniones para coordinar posiciones antes de la cumbre. Alemania informó que el foco estará en aumentar la presión sobre Moscú, preparar posibles negociaciones de paz y discutir garantías de seguridad para Ucrania.
Funcionarios ucranianos insisten en que cualquier cesión territorial es inaceptable. Zelenski subrayó que Rusia no debe recibir beneficios mientras continúe su ofensiva y pidió unidad internacional para evitar un acuerdo que legitime cambios de fronteras por la fuerza.
La posición de Rusia frente a las negociaciones
Para Moscú, la elección de Alaska como sede del encuentro tiene un significado histórico. El territorio fue vendido por el Imperio ruso a Estados Unidos en 1867.
El Kremlin ha reiterado que no planea concesiones sustanciales sobre Ucrania. Su estrategia buscaría mantener las regiones ocupadas, obtener reconocimiento internacional de esas anexiones y frenar la integración de Ucrania en la Otan.
En semanas recientes, Rusia ha propuesto un alto el fuego a cambio de que Ucrania renuncie a las regiones de Donetsk y Lugansk. No obstante, no ofrece devolver territorios en Jersón o Zaporiyia, parte del corredor terrestre hacia Crimea ocupado desde 2014. Esta posición choca con la exigencia de Kiev de recuperar todo su territorio reconocido internacionalmente.
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Delegaciones europeas y ucranianas han mantenido reuniones con el vicepresidente estadounidense JD Vance para definir una postura común.
Además, los líderes de Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Finlandia y Polonia, junto a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, reiteraron que el alto el fuego debe ser una condición previa a las negociaciones y no un resultado condicionado.
Kiev ha reiterado que cualquier acuerdo debe incluir la retirada total de las tropas rusas y garantías verificables contra futuras ofensivas. Por su parte, el Kremlin exige la desmilitarización de Ucrania y un cambio político que la aleje de la OTAN.
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