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El príncipe que siempre caminó tres pasos atrás

Felipe de Edimburgo murió a sus 99 años. Será recordado como el gran apoyo y pilar de la reina Isabel.

  • Durante más de 70 años Isabel lo consideró su “guía” y su “pilar”. Foto Getty
    Durante más de 70 años Isabel lo consideró su “guía” y su “pilar”. Foto Getty
  • El príncipe que siempre caminó tres pasos atrás
  • El joven príncipe caído en desgracia vivió una infancia saltando de país en país (Francia, Alemania, R. Unido)
    El joven príncipe caído en desgracia vivió una infancia saltando de país en país (Francia, Alemania, R. Unido)
  • Se casó con la entonces princesa Isabel en 1947. Cinco años después ella sería reina de Inglaterra.
    Se casó con la entonces princesa Isabel en 1947. Cinco años después ella sería reina de Inglaterra.
11 de abril de 2021
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Murió el príncipe que nunca pudo ser rey. Felipe de Edimburgo falleció a los 99 años en el Castillo de Windsor, el único lugar que consideró alguna vez un hogar y en el que, no sin resistencias, logró ser aceptado. Destinado a ser el intruso de la aristocracia británica y a la vez su mayor representante, Felipe será recordado como el que mejor entendió su papel en la monarquía: siempre, tres pasos atrás de la reina.

Si existió eso que alguna vez se llamó “sangre real”, tuvo que circular en su cuerpo. Nació el 10 de junio de 1921 en la residencia de la familia real de Grecia. Fue el quinto hijo (único varón) del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca (que a su vez era tío abuelo de la reina Sofía de España) y de Alicia de Battenberg (princesa alemana, bisnieta también de la reina Victoria). Eran los tiempos del rey Constantino I, su tío, a quien no logró conocer. Sin haber cumplido los dos años, sus títulos perdieron cualquier solemnidad.

Salió de su país oculto en una caja de naranjas. Su familia huyó de Grecia después de ser culpada de una desastrosa derrota militar en la guerra Greco-Turca. Inició allí un largo y penoso exilio que hizo de su infancia un cúmulo de recuerdos pasajeros en Francia, Alemania, Escocia y Reino Unido. El matrimonio de sus padres terminó sin la pompa de la corona: Alicia fue internada en un sanatorio y Andrés lo abandonó para vivir en Montecarlo con su nueva pareja. En Londres halló lo más parecido a una familia.

Nueva vida en Reino Unido

Encontró en su abuelo materno, Luis Mountbatten, la figura de padre, quien no solo le recomendó renunciar a sus inútiles títulos para adquirir la nacionalidad británica, también le presentó a su futura esposa, la entonces princesa Isabel, hija del rey Jorge VI de Inglaterra. Él tenía 18 años y ella apenas 13. Eran los albores de la Segunda Guerra Mundial, en la que Felipe lucharía en la marina británica convirtiéndose, pronto, en uno de sus tenientes más jóvenes.

Allí se enfrentó, posiblemente, a sus cuñados. Tres de sus cuatro hermanas se casaron con dirigentes o generales nazis. Esa sombra lo persiguió durante sus primeros años en Reino Unido, una época en la que cualquier cosa que tuviera origen o nexos con Alemania era repudiado y castigado.

“La carrera militar y el deporte fueron sus mayores y únicas pasiones”, describe Rafael Piñeros, experto internacionalista y estudioso de la monarquía británica. En septiembre de 1943, sin que la guerra terminara, fue invitado a la residencia de Balmoral donde le propuso a Isabel casarse. Dicho compromiso se haría público en 1946 y se consumaría un año después, en 1947, en una ceremonia en la abadía de Westminster que el primer ministro Winston Churchill describió como un destello de color en el gris Reino Unido de posguerra.

La vida del aún entonces joven militar se había estabilizado. Estaba en los mayores círculos de la aristocracia británica sin la trayectoria de sus pares: no había estudiado en Eton u Oxford, “era un foráneo que se volvió la típica imagen de caballero inglés pero griego”, señala Piñeros; era un respetado militar y el apellido familiar y su consiguiente legado e historia era cada vez menos recordado en su nuevo país. Sabía inglés, francés, alemán, y “balbuceaba”, como alguna vez dijo, un par de palabras en griego. Se había hecho un lugar. Y entonces murió Jorge VI.

La reina

La mayoría de veces la muerte es una sorpresa. No solo para el que la sufre, sino también, y con un dolor más duradero, para quien la presencia. Para Isabel y Felipe la muerte de Jorge VI no solo fue una sorpresa y un pesar, fue, aún más, una sentencia: la vida cambió.

El joven príncipe caído en desgracia vivió una infancia saltando de país en país (Francia, Alemania, R. Unido)
El joven príncipe caído en desgracia vivió una infancia saltando de país en país (Francia, Alemania, R. Unido)

La pareja se encontraba en un viaje oficial en Kenia cuando fue el príncipe quien recibió la llamada que ordenaba el inmediato regreso de su esposa a Inglaterra. Era la nueva reina. Habían pasado alrededor de 5 años de matrimonio y ambos tenían que asumir figuras muy distintas.

“Él entendió que la suya era apenas un símbolo. Un apoyo, un nombre más que tenía que girar sobre Isabel”, explica Piñeros. No lo interiorizó sin resistencia. El hombre que lo había perdido todo con poco tiempo de vida, que lo había recuperado a punta de esfuerzo y disparos en una guerra, volvía a estar sin nada: su carrera militar terminaba y era despojado de ese lugar que tanto había cultivado. Ni siquiera su apellido sobrevivió, pues sus hijos llevarían el Windsor de su esposa.

Ese despojo y su más inmediato vacío lo cubrió con humor e infidelidades. Bien sabía que su matrimonio con la reina era un compromiso de vida, pero nada le impedía tener otras vidas. Como suele ser usual en lo que respecta a las monarquías, el asunto siempre está en mantener las formas, aún si en el fondo no hay nada. Se convirtió, como mucho tiempo después se nombraría, en “el descubridor de placas con más experiencia del mundo”. Mientras él se mofaba de su papel, la reina lo describía como su “constante fuerza y ​​guía”.

Se casó con la entonces princesa Isabel en 1947. Cinco años después ella sería reina de Inglaterra.
Se casó con la entonces princesa Isabel en 1947. Cinco años después ella sería reina de Inglaterra.

“Felipe fue un factor de estabilización dentro de su familia. Su liderazgo permitió que la monarquía sobreviviera a muchos escenarios adversos como la muerte de Diana”, dice Piñeros. Intentó, relativamente con éxito, modernizar a la institución. Gracias a él llegó el teléfono al castillo y también las cámaras, aunque esto último haya redundado en un terrible fracaso. El documental que grabó en la década de los 60 para “humanizar” a los Windsor fue retirado y enterrado por orden de la Corona. Entendió que el poder del castillo residía, precisamente, en ser inexpugnable.

“Su muerte deja a la reina más sola, triste y debilitada como está ya a su avanzada edad”, finaliza Piñeros, en una familia que parece derrumbarse bajo el peso de la corona, “sin embargo, los rituales de la vida y de la muerte suelen cohesionar. La gente hoy en Reino Unido se siente seguramente unida alrededor de la pérdida del duque de Edimburgo, quien será recordado como un hombre que sirvió a su país haciendo lo que debía ser, entendiendo su lugar”.

Un lugar que no siempre le gustó y que esquivó cuando pudo, pero sin duda, uno que está vacío a partir de este viernes y que extrañará la monarquía. En The Crown, la famosa serie de Netflix que retrata a la familia real, un joven y guapo Felipe recibe de Jorge VI eso que tal vez puede haber resumido su vida, la ficcionada y la real: “Ella es tu trabajo, ella es tu deber”. Siempre, caminando tres pasas atrás.

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