El 2025 estuvo marcado por los llamados desastres “socio-naturales”, una categoría que reconoce la interacción entre fenómenos naturales y acciones humanas. El Valle de Aburrá fue una de las regiones más golpeadas. El cambio climático, la deforestación y el uso inadecuado del suelo fueron factores determinantes de muchas tragedias ocurridas durante los 365 días del año, en los que el departamento registró 675 emergencias, 49 muertos y más de 18.300 familias damnificadas por las mismas.
Uno de los primeros eventos graves se presentó a finales de abril en el corregimiento de Altavista, en Medellín. Allí, la quebrada La Guayabala, usualmente de bajo caudal, se transformó en una violenta corriente debido a las intensas lluvias y a la ocupación irregular de su cauce. El agua multiplicó hasta ocho veces su caudal y arrasó viviendas, cobrando la vida de Yulieth Victoria Arboleda López, de 37 años, y de su hijo José Miguel Muñoz Arboleda, de 13. La avalancha del 29 de abril afectó cerca de 390 viviendas.
En mayo, la temporada de lluvias golpeó con fuerza a Itagüí y Sabaneta, municipios con serios problemas de asentamientos en zonas de riesgo. En Itagüí, un deslizamiento en la vereda Los Olivares destruyó un asentamiento irregular y causó la muerte de un hombre de 38 años que intentaba evacuar a su familia. En solo dos horas cayó la mitad de la lluvia prevista para todo el mes, dejando al menos 35 viviendas afectadas en varios barrios e incluso daños en la sede del Deportivo Independiente Medellín (DIM). Días después, otra emergencia en el mismo sector dejó una segunda víctima fatal.
El 8 de mayo, un deslizamiento en el barrio San Isidro, en Sabaneta, provocó una tragedia mayor. Cinco personas murieron, entre ellas una niña de 12 años y sus padres, además de dos adultos mayores. La emergencia obligó a evacuar 22 viviendas y dejó más de 200 personas damnificadas, además de requerir obras urgentes de estabilización del terreno.
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Sin embargo, el evento más devastador ocurrió el 24 de junio en el sector Granizal, en Bello. Allí se desprendieron cerca de 75.000 metros cúbicos de tierra que sepultaron un barrio informal construido sobre una ladera inestable. El lodo alcanzó incluso el barrio Santo Domingo Savio, en Medellín. La tragedia afectó 487 hogares, casi 2.000 personas y dejó un saldo final de 27 fallecidos, tras semanas de búsqueda de desaparecidos. Este desastre concentró la mayoría de las muertes registradas en Antioquia en 2025, evidenciando la alta vulnerabilidad del Valle de Aburrá.
La fuerza de la naturaleza también se manifestó en el río Medellín. El 20 de octubre, una socavación causada por el aumento del caudal afectó la Línea A del Metro entre las estaciones Aguacatala y Poblado, obligando a suspender el servicio por casi una semana. Aunque la emergencia se resolvió rápidamente, reabrió el debate sobre la insuficiencia de la canalización del río frente al clima extremo actual.
Otras emergencias incluyeron el grave deslizamiento en el sector Los Balsos, causado por deforestación; enormes derrumbes en Pueblorrico que dejaron tres muertos e incomunicadas varias veredas; una tragedia en Dabeiba con cuatro muertos; y eventos similares en Santo Domingo y Tarazá, que dejaron de a un muerto. En el caso de Tarazá quien falleció fue un niño de tres años.
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Según las cuentas del Departamento Administrativo para la Gestión del Riesgo en Antioquia (Dagran), en 2025 se presentaron 675 emergencias reportadas, de estas 504 están asociadas a las fuertes lluvias que debió soportar el departamento.
El dato es revelador porque muestra una tragedia anunciada, pues se estima que antes de 2030 más de 300.000 personas vivirán en zonas de alto riesgo. Solo en Medellín hay 65 puntos críticos ocupados por asentamientos informales que se expanden entre la pobreza, el abandono institucional y el dominio de grupos armados. A esto se suma un dato alarmante: el 25% del territorio metropolitano está bajo alguna amenaza asociada al cambio climático.
Tan cierto es este último dato que al analizar la cifra de 49 muertos por estas emergencias en el departamento, se encuentra que 36 provienen del Aburrá, es decir, el 73%.
Es necesario empezar a abordar el tema del cambio climático de manera urgente en el departamento para evitar que los desastres “socio naturales” sigan causando tragedias. Eso sí tocará abordar temas impopulares –sobre todo en época preelectoral– como la planeación territorial y el urbanismo a futuro. La tarea es necesaria hacerla ya, para evitar que la caída de un aguacero se convierta en el presagio de una muerte anunciada.