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¿Se termina la guerra en Afganistán?

Joe Biden promete retirar el resto de las tropas para el 11 de septiembre del presente año.

  • En el punto más álgido de la guerra en Afganistán, las fuerzas aliadas de la OTAN, lideradas por EE.UU. llegó a tener más de 130.000 uniformados en territorio. FOTOS Getty
    En el punto más álgido de la guerra en Afganistán, las fuerzas aliadas de la OTAN, lideradas por EE.UU. llegó a tener más de 130.000 uniformados en territorio. FOTOS Getty
  • ¿Se termina la guerra en Afganistán?
26 de abril de 2021
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Las guerras también se luchan contra el tiempo. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció su intención de poner fin a esa batalla, retirando las tropas de su país que siguen combatiendo en el desierto de Afganistán. Al calor de las bombas no solo se fundieron aquí veinte años, más que la suma de la primera y la segunda guerra mundial, también cualquier posibilidad de certeza. La Casa Blanca abandona con el conteo claro de muertos y la duda amarga de si su “sacrificio” sirvió de algo.

“Algunos insisten en que no es el momento para marcharse. ¿Cuándo será buen momento para irse? ¿En un año más? ¿En dos más? ¿En otros 10 años?”, preguntó el presidente. El 11 de septiembre de 2021, en el vigésimo aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas que justificaron la intervención, ya no habrá más soldados de EE. UU. en Afganistán. Un cierre simbólico para una guerra que los medios estadounidenses calificaron de “interminable”.

A su partida le seguirá la del resto del mundo occidental. La OTAN confirmó que retirará, en un proceso a partir del 1° de mayo, el remanente de soldados. La alianza coordina a por lo menos 10.000 uniformados—7.000 de países diferentes a Estados Unidos—. “Siempre hemos dicho que vamos a entrar juntos y vamos a salir juntos”, dijo para Reuters Annegret Kramp-Karrenbauer, la ministra de Defensa de Alemania, el segundo Estado con más tropas. Eso pese a que la supuesta coordinación vino solo después del anuncio unilateral de la Casa Blanca.

“Al día siguiente, los talibanes se regodearon de su supuesto triunfo”, señala Hasan Turk, analista internacional de conflictos. Los talibanes son el movimiento o secta que llegó a controlar el 90 % de Afganistán y el rival que Washington se propuso vencer. “La realidad, tanto tiempo después, no parece distar mucho de esa conclusión de los extremistas”.

El “juego” de las potencias

“Afganistán es conocida como el cementerio de los imperios”, explica Turk, “las potencias que la han conquistado o han tenido presencia en ella, terminan por perder rápidamente su control”. La historia podría explicar el aparente fracaso de EE. UU. en lograrlo.

El país, de apenas 647.497 km2 (casi el tamaño de España y la mitad de Colombia) ha pasado por manos persas, indias, turcas, inglesas, rusas... En los últimos 2.500 años, al menos veinticinco dinastías han intentado gobernarlo. “La situación geoestratégica le convierte en una pieza clave en el tablero de ajedrez de las grandes potencias”, explica en su tesis de doctorado el investigador español Jose Miguel Calvillo de la Universidad Complutense de Madrid. “Es puente de salida de las principales reservas de gas del mundo”.

Su destino ha sido ser el patio de guerra de las potencias. En el siglo XIX fue conocida por aquello que se denominó el “Gran Juego”, la competencia entre los británicos y los rusos por lograr influencia en la región. El imperio británico invadió en tres ocasiones a Afganistán entre 1839 y 1919, desatando tres guerras anglo-afganas. En 1919, tras ser un protectorado inglés durante 40 años, el país logró su independencia.

Unas décadas después, en 1978, bajo el fragor de la Guerra Fría, la Unión Soviética invadiría la nación. El famoso politólogo Samuel P. Huntington, ya fallecido, explicó por qué el movimiento soviético despertó el interés norteamericano. Citado por Calvillo, Huntington señaló que el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) vio “en el conflicto la posibilidad de conseguir el rollback (retroceso) de la Unión Soviética en un país que había caído bajo su órbita”.

“La invasión soviética produjo una resistencia afgana que, aunque poco cohesionada, pudo unirse por el flujo de ayuda a la causa de los denominados mujahideenes (combatientes) y logró mantener una guerra de guerrillas en oposición a los invasores”, escribe la magíster en análisis de problemas políticos, Angélica Alba Cuéllar, en el artículo “El resurgimiento de los talibanes en Afganistán”. No lo hicieron sin ayuda. “Durante ese periodo, los estadounidenses, paquistaníes y saudíes intentaron proporcionar a los mujahideenes mejores armas y estimularlos para formar un gobierno interino”.

Catorce años duró esa guerra. Las últimas unidades soviéticas abandonaron Afganistán en 1992 dejando un país en ruina. “Un millón de afganos muertos, una tercera parte de la población refugiada en el extranjero (principalmente Irán y Pakistán) y centenares de miles de campesinos asentados en las afueras de las ciudades tras abandonar sus aldeas”, escribe Calvillo. El conflicto no terminó allí.

La sociedad afgana no era nada conocida por Occidente. Carlos Alberto Patiño, doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, explica en su libro “Guerras que cambiaron el mundo”, que los norteamericanos subestimaron la realidad cultural, “determinada por el islam como cultura hegemónica y étnica en sociedades profundamente tribales”. El país cuenta con cerca de 25 grupos étnicos diferenciados, lo que lo hace uno de los Estados más fragmentados del mundo. En el caos dejado por la Guerra Fría emergió un grupo universitario de jóvenes que prometió orden.

Los talibanes

En el momento más crítico de esta guerra “interminable”, la coalición liderada por EE.UU. llegó a tener en Afganistán más de 130.000 efectivos. Todos dirigidos contra un grupo que estaba en el poder en “uno de los hechos más inesperados en la historia reciente”, explica la profesora Cuellar. Los talibanes surgieron en el verano de 1994. De talib o estudiantes, eran víctimas y no combatientes de la guerra de expulsión de los soviéticos.

Huérfanos de los campos de refugiados, sin apenas, en ese entonces, entrenamiento militar, los talibanes asumieron una interpretación “muy anómala” del islam que “busca la regeneración de la sociedad musulmana por medio de la aplicación de los principios coránicos en rechazo de toda idea de progreso político o económico, y de las costumbres puras predicadas por Mahoma”, escribe Cuellar. El movimiento inició actividad con 30 combatientes, 14 de ellos armados. En cinco años llegó a controlar el 90 % del país.

¿Cómo explicar su avance? Tal vez “por la existencia de un conjunto de condiciones internas del país, caracterizadas por el vacío de poder, las luchas étnicas y el cansancio de la sociedad afgana frente a los constantes conflictos”, señala Cuellar. En 1996 tomaron la capital, Kabul. Las mujeres debían estar confinadas en sus casas y solo podían salir usando la burqa; los hombres debían usar barba, se prohibió la música, los juegos de mesa, elevar cometas y las palomas mensajeras, documentó la prensa internacional.

“Hasta la captura de Kabul, los talibanes no habían expresado una clara intención de gobernar el país; sin embargo, a partir de ese momento, respaldados por Arabia Saudita y Pakistán, e inspirados por mentores ideológicos como Osama bin Laden, los combatientes talibanes se comprometieron en la conquista de Afganistán”, detalla Cuellar. Renombraron al país “Emirato Islámico de Afganistán” y juraron “limpiarlo de la corrupción y la depravación de los señores de la guerra”. En su gobierno, Bin Laden comenzó a tener gran influencia, incluso en la toma de decisiones que afectaban la imagen del régimen. Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos reconocieron el gobierno.

Si bien la Casa Blanca no lo hizo, Cuellar recoge unas declaraciones de Glyn Davies, portavoz del Departamento de Estado, en las que dice que “los EE.UU. no encuentran nada objetable en las declaraciones políticas del nuevo gobierno, incluyendo su intención de imponer la ley islámica”. Todo cambiaría el 11 de septiembre de 2001. Tras los atentados a las Torres Gemelas, el gobierno de Bush exigió a los líderes talibanes la entrega de Bin Laden o “sufrir las consecuencias”. Su negativa marcó el fin de su Estado, más no el de su existencia.

20 años de guerra

Menos de un mes después del 11 S, EE.UU. y su coalición lanzó la operación “Libertad Duradera”. Las fuerzas talibanes tenían entonces alrededor de 30.000 hombres armados, incapaces de resistir el embate internacional. Para diciembre de 2001 ya habían cedido el control de la capital y se había formado un nuevo gobierno. Uno débil y sin recursos, minado además por “el interés de los Estados Unidos en seguir trabajando con los señores de la guerra para continuar golpeando a al-Qaeda”, explica Cuellar. A pesar de que se inició un período de transición hacia la paz y estabilidad, con elecciones democráticas en 2004, las amenazas de seguridad no desaparecieron.

La guerra en Afganistán “termina” sin certezas

Los talibanes no fueron derrotados, se han replegado a una guerra de guerrillas. Bloquean el abastecimiento de las grandes ciudades, afectan la seguridad de las carreteras principales y atacan las comitivas internacionales en pequeños y armados grupos distribuidos por todo el país. “Se cree que están operando con las mismas estrategias de los mujahideenes durante la ocupación soviética”, escribe Cuellar. Desde 2015, según cifras oficiales, han muerto en promedio cada año 20 soldados norteamericanos en ese goteo lento pero incesante de atentados.

“Con su intervención, Estados Unidos alteró equilibrios en el mapa de Oriente Medio y Asia Central. No solo no se estabilizó Afganistán, sino que además desestabilizó Irak, Siria y Yemen”, explica Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. “Es una derrota enorme para la OTAN. Esta guerra global que lanzó EE.UU. hace 20 años deja un mundo más inseguro, con un terrorismo más exacerbado. Fue una de las peores decisiones tácticas del siglo XXI”.

Al igual que lo intentaron sus predecesores (Barack Obama y Donald Trump), con esta decisión Biden gira el centro de la política internacional de su país, en un momento en el que la hegemonía norteamericana está siendo puesta en cuestión por otras potencias. “Desde hace casi 20 años, EE.UU. quiere salirse de Oriente Medio y concentrarse en sus nuevos grandes rivales, China y Rusia,”; explica Turk. “No venció en la guerra, los talibanes siguen ahí y hay un Estado fallido. Además, esa guerra y lo que detonó en toda la región, debilitó su credibilidad y permitió el ascenso global de China y Rusia”.

Los temores a que tras la partida de las tropas surja una guerra civil por el control del país, no son nuevos. En 2020 se iniciaron unas negociaciones entre el gobierno afgano y los talibanes, auspiciadas por la comunidad internacional. Un año después, los avances son pocos.

“Es el momento de terminar con la guerra más larga. Es el momento de que las tropas vuelvan a casa”, señaló Biden en el anuncio de su decisión. Sin declaraciones de victoria o derrota, el dictamen parece haber quedado para la historia: esa que definirá si la llamada “guerra” interminable llegó a su fin, o es solo el inicio del tiempo de otras.

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