Los hermanos fueron condenados a prisión perpetua sin derecho a libertad condicional por el parricidio que sacudió a Estados Unidos en los años 1990.
Pero tras una cruzada legal que ganó apogeo con el apoyo de la opinión pública, este martes el juez Michael Jesic alteró esta sentencia a una de 50 años a toda la vida, lo que permitiría introducir un pedido de libertad condicional ante la junta correspondiente.
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Durante la emocional audiencia, los hermanos se dirigieron a la corte a través de una videollamada desde la prisión en San Diego, donde están recluidos.
“Maté a mi mamá y a mi papá. No tengo excusas”, dijo Lyle, de 57 años, de acuerdo con periodistas presentes en el juzgado.
“Asumo toda la responsabilidad de mis elecciones (...) La elección de apuntar un arma a mi mamá y a mi papá, de recargar, de correr y esconderme, y de hacer todo lo que podía para salirme con la mía”.
Erik, de 54 años, también dijo estar consciente de sus acciones. “Disparé cinco veces a mis padres, y fui por más munición. Le mentí a la policía, a mi familia. Lo siento mucho”, contó.
Este era un punto central de la Fiscalía de Los Ángeles, que se oponía a aligerar la sentencia de los hermanos, argumentando que no solo no habían asumido la responsabilidad de sus actos, sino que durante décadas habían ofrecido diferentes versiones del crimen y sus motivos.
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La audiencia de este martes fue producto de una intensa campaña legal de casi dos años, que ganó vapor gracias al éxito de una miniserie y un documental de Netflix que presentaron el caso a una nueva generación.
Y es que durante esa misma audiencia, familiares de Lyle y Erik Menéndez abogaron emotivamente por su liberación ante el juez Jesic.
Argumentaron que los hombres que comparecieron ante la justicia eran personas transformadas respecto a aquellos jóvenes que cometieron el brutal asesinato de sus padres, José y Kitty Menéndez, en su hogar de Beverly Hills.
“Creemos que 35 años de prisión son un castigo suficiente”, declaró Anamaria Baralt, prima de los hermanos. “Nuestra familia, de manera unánime, los ha perdonado”, añadió Baralt, enfatizando: “Ellos merecen una segunda oportunidad para rehacer sus vidas”.
La decisión judicial desató una oleada de emociones fuera de la sala. “Quiero expresar mi gratitud al juez Jesic por su justicia”, manifestó Baralt a los medios que esperaban a las afueras del tribunal.
“Estoy inmensamente feliz, a pesar de las lágrimas que he derramado durante todo el día; lágrimas de alegría, afortunadamente mi rímel es a prueba de agua”, sostuvo.
Por su parte, el abogado de los hermanos, Mark Geragos, interpretó el fallo como una prueba de que “la redención es posible”. “La verdad es que Lyle y Erik Menéndez han demostrado un progreso notable, y hoy, después de 35 años, es un día trascendental”, afirmó.
La resolución del juez Jesic abrió la puerta para que Lyle y Erik continúen su proceso legal ante una junta de libertad condicional, cuya audiencia está programada para el próximo mes.
Un crimen que conmocionó al mundo
El sangriento asesinato en 1989 del influyente empresario musical de origen cubano y su esposa sacudió a la sociedad estadounidense.
Los hermanos, entonces de 21 y 18 años, perpetraron un ataque a sangre fría contra sus padres mientras estos veían televisión. No solo dispararon repetidamente, sino que también recargaron sus armas para asegurar la muerte de su madre.
Inicialmente, intentaron construir una coartada, culpando del horrendo crimen a la mafia. Sin embargo, la confesión de Erik a su terapeuta llevó rápidamente a su arresto y al de su hermano.
Durante un juicio de gran repercusión mediática, la defensa argumentó que el asesinato fue el trágico resultado de años de abuso psicológico y sexual infligido por un padre violento y una madre negligente.
La fiscalía, por su parte, sostuvo que los hermanos planearon el doble homicidio con el objetivo de heredar una considerable fortuna.
Un primer jurado no logró alcanzar un veredicto unánime, pero en el segundo juicio fueron declarados culpables y sentenciados a cadena perpetua en aquella época.
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