La líder opositora peruana Keiko Fujimori recuperó la libertad tras 13 meses en prisión preventiva por el escándalo de Odebrecht, con el desafío de recomponer su partido ante los comicios legislativos anticipados de enero.
Su liberación se produjo de luego de que el Tribunal Constitucional (TC) acogiera un recurso en su favor. Según el fallo, la líder del partido Fuerza Popular (derecha populista) de 44 años e hija del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) deberá enfrentar en libertad las investigaciones en su contra.
En un país sacudido sin pausa por los escándalos de corrupción en la clase política, que salpicaron a cuatro expresidentes peruanos, Keiko cumplía prisión preventiva desde el 31 de octubre de 2018 por supuestamente recibir aportes ilegales de la constructora brasileña Odebrecht para su campaña electoral en 2011.
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Keiko se encuentra con un escenario político muy distinto al que había en Perú antes de su ingreso a prisión.
El presidente Martín Vizcarra, al que trató de dominar sin éxito, disolvió el Congreso hace dos meses y convocó a nuevos comicios legislativos para el 26 de enero, en los que Fuerza Popular corre el riesgo de perder la amplia mayoría que obtuvo en 2016.
El reto de unir a la familia Fujimori
La prisión y la crisis que golpeó a su monolítico partido por el escándalo de Odebrecht han debilitado a Keiko Fujimori, que afronta ahora el desafío de recomponer su partido de cara a esas elecciones y las presidenciales de 2021.
La familia Fujimori, de ascendencia japonesa, ha marcado la política peruana en las últimas tres décadas y tiene ahora el reto de unirse, pues Keiko rompió hace casi dos años con su hermano menor Kenji, de 39 años. Ambos se enfrentaron en una guerra fratricida por su ambición de tomar el sillón presidencial que su padre ocupó durante una década y que dejó en 2000 en medio de un escándalo de corrupción.
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Muchos peruanos admiran a Alberto Fujimori porque derrotó a la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso y la hiperinflación heredada de su antecesor Alan García. Sus hijos se beneficiaron de esta popularidad.
Keiko, que en japonés significa “hija bendita”, ha pasado la mitad de su vida envuelta en política, a la que ingresó contra su voluntad, según confesó, por una conjunción de circunstancias familiares con un signo en común: la ruptura.
En 1994, a sus 19 años, la separación de sus padres la propulsó a convertirse en primera dama sustituta. Todo en medio de un trauma familiar: su madre denunció a hermanos y familiares de su marido-presidente por comercializar donaciones de Japón destinadas a familias pobres. También dijo haber sido torturada.