Una voz en la televisión dijo que a partir de ese momento se podría viajar entre la República Democrática de Alemania (RDA, este) y la República Federal de Alemania (RFA, oeste) sin visa.
En sus once años de vida, Sven Schuster, quien vivía en el lado del capitalismo, ya sabía que vivía en un país partido en dos por un muro, púas y minas. Ese noviembre de 1989, entre la exención de visado que hacía la administración de la Unión Soviética para algunos viajes al exterior y el desgaste económico del lado comunista, sintió que algo estaba por cambiar.
Schuster creció en Weissenburg, pueblo de la ciudad de Baviera, entre la economía capitalista que instauraron los aliados y los relatos que le contaban su sus padres sobre el otro lado, donde quedó parte de su familia sin poder cruzar ante el freno en forma de muro que erigió la RDA para evitar que los alemanes que estaban en su parte huyeran al otro sector del país. “Tenía compañeros en el colegio procedentes del este que lograron escapar. Hablaban ruso y no inglés como nosotros. Con los días sentíamos que algo pasaría y no fue sorpresa cuando cayó el Muro”, relata.
A este alemán, hoy de 41 años, le llega a la cabeza esa imagen del hombre que dio el anuncio en la televisión. Era la voz del primer secretario del Partido Comunista de la RDA, Günter Schabowski. En esa rueda de prensa estaba Riccardo Ehrman, un periodista italiano que trabajaba en el lado este y que con su pregunta rajó el Muro de Berlín. Una palabra, seis letras y una revolución: “¿Cuándo?”. La respuesta del Schabowski se tradujo en un “a partir de ahora”.
El secretario habló y la gente salió a las calles. Los ciudadanos partieron el Muro como pájaros carpinteros labran un árbol y los corrillos de gente bailando sobre sus escombros y corriendo de un lado a otro de Alemania dinamitaron la cortina de cemento que dividía Berlín y, con esto, los alambres y barricadas que tenían al país en dos bandos.
Horas antes un grupo de expertos había enviado una carta al Comité Central del partido sugiriendo que el Muro se demoliera en un futuro cercano para convertirlo, según su misiva, “en una reliquia del pasado”. El futuro fue ese mismo día.
El mundo miró hacia el este. “Schabowski señaló –en la misma rueda de prensa– que la medida haría superfluas las instalaciones fronterizas entre ambos estados alemanes y el propio Muro de Berlín”, se leyó en EL COLOMBIANO en un artículo de esa noche.