<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Ser silletera de casi toda la vida

Doña Anabeiba Londoño Alzate es una de las silleteras pioneras. Ella narra un recuerdo de 60 años, así, como su memoria lo trae.

  • FOTO edwin bustamante
    FOTO edwin bustamante
06 de agosto de 2017
bookmark

Doña Anabeiba Londoño Alzate es una de las silleteras pioneras. Ella narra un recuerdo de 60 años, así, como su memoria lo trae.

“He participado en el Desfile de Silleteros los 60 años completicos, porque fui con mi difunto esposo. Me acuerdo haber salido de acá, que esto era puro monte, solo había esta casa y otras dos, y puro sembrado de flores. Ese día bajamos temprano, como a las 5:00 de la mañana, porque en esa época no había carros por aquí. El esposo y yo salimos de esta casa, con las silletas, eran tradicionales. Antiguamente solo había de esas. Yo amarraba flores parejo con el marido. De eso vivíamos, del negocio de las flores.

Ese día llegamos a la Plaza de Cisneros y salimos como a las 8:00 para el Jardín Botánico. Dejamos las silletas allá, con las canastas, porque se usaban para llevar los pensamientos y las pascuitas. Luego nos fuimos común y corriente a vender flores a La América.

Claro, los dos llevamos silletas, y muy buenas, porque esto aquí, bendito sea mi Dios, teníamos muchas flores, pero todo se va acabando. En estos alrededores teníamos tantas que hasta le pagábamos a un trabajador para que nos ayudara a recogerlas. Yo era muy guapa igual y hacía los sembrados de las semillas. Cuando nacían se pasaban al sembrado grande.

Antes del primer desfile teníamos silletas para cargar flores o cosas. Imagínese que a veces nos tocaba bajar a pie desde aquí hasta Medellín con esas silletas. Salíamos a las 12:00 de la noche para llegar a Cisneros, porque no era a la Placita de Flórez, y ya bajábamos bien cansadas y a repartir. Yo vendí muchas en La América, en la iglesia de La Consolata, allá me tocó la construcción, eran unos padres australianos que nos compraban muchas flores. Cada ocho días bajábamos a Medellín, viernes y sábado. Era tanto que llevábamos flores a una jardinería.

¿Por qué me gusta el desfile? Porque siempre habíamos cargado silletas para trabajar. A mí desde hace tres años me llevan en la carroza. Esa caminada era muy buena porque te tiran flores y te dicen que vea, que tan bonita. ¡Mejor dicho! Aunque yo creo que todavía soy capaz de cargar la silleta, no la llevaría muy pesada pues.

Uno se cansaba cuando era de aquí de la Oriental, pero no para parar, tampoco. A mí lo que más maluco me parecía es cuando uno iba caminando, bien cansado y sudando, que lo cogían de aquí, que se voltiara, que parara aquí, que parara allá. Uno seguía, claro. Cansado, pero uno termina. Es muy bueno llegar a descansar y a tomar el refrigerio. ¿Qué siente uno cuando se acaba? ¡Cansancio! Ya ve, uno viene y se acuesta y se queda dormido y al otro día se despierta a lavar el uniforme, y a esperar que le paguen.

Mi mamá también estuvo en ese primer desfile. Yo creo que si no fuera por ella, tal vez ni existía. La que le ayudaba a ella era mi hermana. Yo me casé joven, sin cumplir los 18 años. Mi destino soltera era la modistería y ayudarle a coger flores a mi mamá, que tenían mucho trabajo, pero cuando me vine para acá, tenía más. Es que cuando me casé me dediqué a las flores.

Vivimos mucho tiempo de ellas, hasta que mi marido se fue volviendo viejo y cansado. Se acabó, pero los jardines en esta finca, qué hermosura. Mis flores favoritas son las rosas y las azucenas. Mi esposo se murió hace cuatro años ahora en noviembre. Él se tulló y no pudo volver al desfile.

Yo tengo más de 79 años, y todavía volteo, trabajo en la huerta. Yo voy, cojo las coles, las vitorias, y a veces siembro frijolitos.

En los Silleteros solo paré cuando me quebré este pie, y eso hace por ahí cinco años, me pusieron siete tornillos. No fui, pero al año que ya podía caminar, volví. De resto no. Yo cargué la tradicional, con eso empezamos y con eso uno termina. Ahora llevo una silletica, bueno, esta vez me encargaron fue una canasta llena de flores.

Las flores son todo. Más lindo que las flores, pues si no hay”.

El empleo que busca está a un clic

Te puede interesar

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD