El Club Triatlón CNMC —Corra, Nade, Montecicla— cumple en 2025 una década como institución reconocida por el Inder de Medellín, pero su historia comenzó mucho antes, cuando unos amigos decidieron reunirse simplemente para moverse.
Eran jornadas empíricas, sin escenarios oficiales, guiadas por la intuición y por un entrenador que creyó en ellos desde el inicio. Con el tiempo llegó la formalización, el acceso a espacios deportivos y la estructura que exige la Liga de Triatlón; pero lo esencial, dicen sus líderes, nunca cambió: siguen siendo un grupo de amigos que se reúne para entrenar, cuidarse y celebrar la vida a través del deporte.
Santiago Vergara y Andrés Felipe Corrales, dos de los rostros más antiguos del club, lo resumen así: “Podemos crecer, organizarnos, legalizarnos, pero la esencia es la misma. No somos un negocio, somos una comunidad que se mueve por la pasión del deporte y los amigos”.
¿Por qué buscan “cruzar la frontera”?
Después de recorrer Colombia en múltiples travesías —de Medellín a Cartagena, Bogotá, Cali o Pereira—, el 2026 será el año en que el club cruce la frontera en bicicleta por primera vez.
“Ya conocíamos gran parte del país y surgió la pregunta natural: ¿por qué no seguir el camino hacia los Andes?”, cuenta Corrales. Fue así como nació la idea de rodar desde Medellín hasta Quito en siete etapas consecutivas, acumulando más de mil kilómetros y un desnivel que equivale a subir casi tres veces el Everest.
Los dieciséis integrantes —Carolina López, Laura Lucía Narváez, Yeira Bolívar, Sebastián Torres, Santiago Vergara Mejía, Julián David Correa, Óscar Alonso Fonnegra (ver nota), Juan Carlos Ángel, Héctor Ignacio Cano, Miguel Bedoya, Andrés Felipe Corrales Jaramillo, José Fernando Cocunubo Medina, Julián Valcárcel, Miguel Bueno, Jorge Restrepo, Juan Guillermo Valenzuela y Juan Camilo Acevedo— saldrán el 3 de enero acompañados por una van de apoyo que garantiza seguridad y logística. “No somos unos locos que un día decidieron irse a Ecuador”, insiste Vergara. “Somos profesionales, ingenieros, deportistas, personas que llevan años preparándose. Esta aventura es la consecuencia natural de un proceso”.
El recorrido incluye pasos exigentes, especialmente en Nariño, donde esperan enfrentar la etapa más dura: una jornada de más de 5.000 metros de desnivel acumulado y puertos interminables que pondrán a prueba no solo las piernas, sino la paciencia y la solidaridad del equipo. Pero la clave, dicen, no está en llegar rápido, sino en llegar juntos.
¿Cuánto tiempo llevan preparándose?
Los CNMCeños se han preparado siguiendo un plan estructurado que simula las exigencias del viaje. Fondos largos semanales, rutas con elevaciones y jornadas como la Vuelta al Marrano o la travesía hasta Doradal les han permitido adaptar el cuerpo a largas horas de ascenso. Pero más allá de los números, ha sido un trabajo de escuchar el cuerpo, evitar el orgullo, reconocer cuándo es momento de parar y entender que la meta se construye en colectivo.
El sueño, la alimentación y la recuperación han sido pilares fundamentales. “Dormir es el masaje más eficiente que existe”, repite Corrales en cada entrenamiento. La regla es simple: sin descanso, no hay adaptación posible. Y con diciembre a la vuelta de la esquina, el desafío inmediato es mantener el equilibrio sin sacrificar meses de preparación.
En la carretera, la armonía se sostiene en el respeto a los ritmos y procesos de cada uno. Carolina López explica que la clave está en recordar que no es una competencia. “Si alguien quiere ir adelante, puede hacerlo. Si alguien queda atrás, se le acompaña. La pasión por la bicicleta nos une, pero es la amistad lo que nos mantiene juntos”.
Stefania Hernández, una de las integrantes más recientes, lo vivió cuando pensó en renunciar en plena ruta y uno de sus compañeros decidió pedalear a su lado todo el camino. “Ese día entendí qué hace diferente a este equipo: aquí nadie se queda solo”. Y esa es la única manera en que planean llegar a Ecuador: unidos, sanos y salvos.