Desde aquella serie frente a São Paulo por los octavos de final de la Copa Libertadores, en la que Atlético Nacional fue superior en fútbol a su rival pese a quedar eliminado, la curva de rendimiento del cuadro verde no ha hecho más que descender. Salvo la victoria en la ida de la serie copera ante Quindío, el equipo de Javier Gandolfi no muestra señales de evolución. Su fútbol es lento, soso y predecible, muy lejos del ADN que históricamente ha distinguido a la institución.
Lo más inquietante para la hinchada es que hoy Nacional juega peor que con Pablo Repetto, técnico cesado porque —según los directivos— su estilo de juego no convencía más allá de los resultados. Esa comparación inevitable expone contradicciones: si al uruguayo lo despidieron con un 62% de rendimiento, ¿por qué a Gandolfi se le mantiene con un 55,8% y un fútbol aún más cuestionado?
Tras el 2-2 en Armenia frente al Quindío, el propio Gandolfi reconoció que el primer tiempo fue el peor desde que dirige a Nacional. Intentó justificar el presente apelando a las 12 fechas de invicto que acumula en todos los torneos. Sin embargo, ese argumento se derrumba al mirar los rivales y los resultados: siete empates y apenas cinco triunfos, frente a equipos como Cúcuta (dos veces), Alianza FC, Quindío y un Envigado que terminó con nueve hombres.
El mismo técnico ha repetido que “Nacional no es un club para empatar”, pero su equipo vive de los empates y eso alimenta el desencanto de la tribuna.
Lo que más preocupa es la distancia frente a los otros grandes del país. Contra América, DIM, Cali, Santa Fe, Junior y Millonarios, Nacional jugó 13 partidos con un rendimiento del 33%: solo dos victorias, siete empates y cuatro derrotas. Esos son, precisamente, los rivales que la hinchada quiere vencer para reafirmar la grandeza del club.
Además, como visitante el panorama se oscurece todavía más: 24 partidos, apenas seis victorias, diez empates y ocho derrotas, para un rendimiento de 38,8%. Una campaña lejos de lo que exige una institución que presume de ser el más grande de Colombia.
El proceso Gandolfi también se tambalea por decisiones técnicas que resultan incomprensibles. El juvenil Juan Manuel Rengifo brilló como figura frente al Quindío, pero en el siguiente partido contra Envigado ni siquiera fue tenido en cuenta. Juan Bauzá ha demostrado su mejor fútbol como enganche, pero el técnico insiste en ubicarlo como extremo. Y Edwin Cardona, que no se encuentra en plenitud física y arrastra un bajón anímico desde la serie con São Paulo, sigue recibiendo minutos pese a su bajo rendimiento.
El presidente Sebastián Arango Botero y el director deportivo Gustavo Fermani han reiterado su respaldo al proceso, aunque subrayan que todos —jugadores, cuerpo técnico y dirigentes— están bajo evaluación permanente. Para los hinchas, la pregunta es clara: ¿por qué con Repetto se priorizó el estilo de juego por encima de los números, y ahora con Gandolfi no ocurre lo mismo?
El clásico contra el DIM será, además, un partido simbólico: el número 50 de Gandolfi al frente del equipo. Su balance hasta ahora es de 22 victorias, 16 empates y 11 derrotas, para un rendimiento del 55,8%. En la otra orilla, Medellín llega con un mejor presente futbolístico y la ilusión de golpear a su eterno rival.
Este domingo a las 6:20 p.m., Nacional tendrá la oportunidad de recuperar credibilidad y de reconciliarse con su hinchada. La obligación no es solo ganar: la historia del club exige intensidad, protagonismo y buen juego. El mismo fútbol que en otros procesos, más allá de los resultados, le ha costado el puesto a técnicos que no lograron estar a la altura de la camiseta verde.
La hinchada pide una victoria, sí, pero sobre todo pide volver a ver al Nacional imponente, ofensivo y dominante. De lo contrario, el proyecto Gandolfi seguirá caminando por la delgada cuerda de la desconfianza, con un ruido cada vez más fuerte que podría convertir este clásico en un punto de quiebre.