El Tour de Francia, monumento del deporte de su país y joya de la corona de la empresa Amaury Sport Organisation (ASO), es además el pulmón económico del ciclismo. Una eventual cancelación por la pandemia del nuevo coronavirus tendría durísimas consecuencias.
Esa decisión privaría no solo a millones de telespectadores de tres semanas viendo al pelotón por bellos paisajes franceses y escalando emblemáticas montañas, sino que se notaría en el bolsillo de los equipos, que en la edición de 2020 deberían ser 22 formaciones.
Si la centenaria prueba no puede disputarse “se abre la posibilidad a un hundimiento económico del sector”, advierte Jean-François Mignot, investigador y autor de “Historia del Tour de Francia”, una obra sobre la ‘Grande Boucle’.
El mantenimiento en las fechas previstas (27 junio-19 julio), que sigue en pie, parece imposible tras el anunció hecho ayer por el presidente francés Emmanuel Macron. “Los eventos con un gran público quedarán prohibidos hasta al menos mediados de julio”, dijo, por lo que el Tour podría optar por un aplazamiento a agosto.
Un certamen de altura
“Es sencillo. Si el Tour no se disputa, hay equipos que podrían desaparecer, corredores y miembros de cuerpos técnicos se encontrarían sin trabajo”, estima Marc Madiot, mánager del equipo Groupama.
La amenaza no se reduce únicamente a las primas que ASO paga a los equipos participantes, que en la edición de 2019 habían sido de unos 2,3 millones de euros, según la asociación Sporsora, que agrupa a actores de la economía del deporte. Según explica Jean-François Mignot, “para muchos patrocinadores de los equipos, la razón de estar en el ciclismo es el Tour de Francia”.
“Si los patrocinadores aceptan invertir es para que los telespectadores vean su marca en el maillot de los corredores en el Tour, la única prueba del pedal que es seguida masivamente”, apunta.
“Hay pocas disciplinas deportivas que alcancen ese punto con un evento, que es además gestionado privadamente” y no por una federación, subraya Bruno Bianzina, director de Sport Market.
Gracias a los ingresos de la televisión y a los patrocinadores, la carrera se convirtió en un evento lucrativo para ASO a partir de mitad de los años 1980, alcanzando entonces los 50 millones de euros de cifra de negocio, según las estimaciones contenidas en la obra de Jean-François Mignot.