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La Pascasia, cinco años de la casa donde la cultura escogió habitar

La casa ubicada entre Maturín y Bomboná llegó a su quinto aniversario. A su historia la atraviesa un siglo de herencia artística en Medellín.

  • La Orquesta La Pascasia, que arrancó poco después de la inauguración, planea lanzar un disco este año. FOTO cortesía
    La Orquesta La Pascasia, que arrancó poco después de la inauguración, planea lanzar un disco este año. FOTO cortesía
  • El patio donde habita el totumo de La Pascasia, el 14 de abril de 2016. FOTO cortesía yojan valencia
    El patio donde habita el totumo de La Pascasia, el 14 de abril de 2016. FOTO cortesía yojan valencia
14 de abril de 2021
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Un árbol de totumo se sembró justo en la mitad del patio, mucho antes de que a La Pascasia se le conociera como tal. Está enfermo, dicen, así no se le note porque continúa arrojando frutos a medida de que la casa acumula nuevas visitas, canciones y conversaciones.

Quizá es la música la que lo mantiene en pie o, más bien, la posibilidad de convertirse en ella. Aunque para las totumas puede haber múltiples destinos recursivos, algún día esas inmensas totumas verdes que se multiplican entre las ramas, podrían ser el cascarón de una maraca. Es como si, al igual que como cada proyecto que brota al interior de esa casa cultural, incluso el árbol quisiera sumarse a una historia más larga, una que ha querido abrirle espacios al arte.

La casa que buscó el arte

El 14 de abril de 2016, hace cinco años, La Pascasia abrió sus puertas al público por primera vez. En ese entonces era un proyecto que compartían el sello independiente Música Corriente, el periódico Universo Centro y el grupo Hangar.

El sello se armó por iniciativa de varios amigos que sacaron adelante diversos proyectos musicales. Hacia 2016, Música Corriente ya llevaba un par de años andando cuando los músicos decidieron que era hora de encontrar una sede y un espacio para que proyectos como Gordos Project y Mr. Bleat ensayaran, pero además donde pudieran tener su espacio de conciertos. El sitio amplio de la casa hacía que surgieran nuevas ideas, ¿qué tal si esas habitaciones podían ser una galería?, ¿qué tal si pudiera ubicarse una librería? y ¿por qué no intentarlo?

“Empezamos a buscar, pero la casa nos empezó a buscar a nosotros”, cuenta David Robledo, quien hace parte de la Corporación Común y Corriente, la que resultó siendo una manera para darle orden a esa multitud de proyectos que han convivido en la casa.

El sello “nace con la finalidad de tener un apoyo entre músicos de la ciudad”, añade Camila García, cantante de Gordos Project y miembro de Común y Corriente desde 2017. La Pascasia surgió como una manera de darle aire a sus proyectos, “qué bueno agruparnos y apoyarnos”, pero su enfoque siempre fue más allá de los sueños propios y ha abierto puertas a toda clase de propuestas.

Maestros como Ramón Paniagua y Carlos Piña han tocado decenas de veces allí. Hacen parte de la Orquesta La Pascasia, que surgió apenas un par de meses después de la apertura de la casa. El que empezó como un proyecto de formación de públicos despegó como un proyecto consolidado, tanto así que este año planean lanzar su primer disco.

El auditorio de conciertos de la casa (que antes de la llegada de este proyecto era un taller de confección) ha acogido, además, y sin discriminación alguna, carranga, rock, tango, pasillo, rap, punk, bolero, bambuco, salsa y sesiones de improvisación electrónica. Por su tarima han pasado las reflexiones Velandia y la Tigra, la actitud de Las Ligas Menores, la potencia de Diamante Eléctrico y Oh’LaVille, la nostalgia de El Mató a un Policía Motorizado, la frescura de Margarita Siempre Viva y las rimas de N. Hardem. Incluso se dice que Totó la Momposina terminó bailando y cantando en una rueda espontánea que se armó en una fiesta de clausura del Festival Gabo.

Allí mismo se han desarrollado talleres de escritura del Colectivo Milhojas, conciertos de música de cámara sin tantos protocolos y un ciclo de cortometrajes llamado Buscando Tréboles. Se han publicado tres libros bajo su editorial, Verso Libre, y las paredes se han cambiado de vestido varias veces para recibir exposiciones y festivales de cómic.

El antiguo Camellón

La casa fue construida hace más de 100 años, la fecha no es exacta. Está ubicada sobre la calle Pascasio Uribe (entre Bomboná y Maturín) y su esqueleto inicial fue en bahareque. La arquitectura ha ido mutando, al igual que ese jardín que cuando ahí vivía la familia Henao Valle y tenían sembrados hasta aguacates y tomates. “Se ha mantenido la naturaleza de esa casa, que es ir cambiando”, dice Robledo. Ahora La Pascasia tiene muros de ladrillo, de tapia y construcciones en madera. “Es saludable porque la mantiene viva”.

El lugar que ocupa en el centro de la ciudad hace parte de esa larga historia que se sigue escribiendo, una que empezó con un sector al que se le llamó Camellón de Guanteros y que desde el siglo XIX fue un espacio de encuentro de bohemios, artistas e intelectuales.

La primera exposición que La Pascasia abrió al público ese 14 de abril fue sobre el Camellón. El trabajo de investigación que incluyó escritores e historiadores era un paso firme para entrar de lleno a marcar otro capítulo de su historia.

En 1995, el escritor Jaime Jaramillo Panesso relató, para este diario, que en Medellín, en los treintas y cuarentas, la ciudad se expandió “acompañada de tango, fox trot y charleston”, pero que “sus artesanos, paralelamente, continuaron y protegieron la música nacional, afinaron sus tiples y bandolas y establecieron una calle, el Camellón de Guanteros, hoy Maturín, como la zona propia de bambucos, pasillos y guabinas”.

Describió el Camellón, además, como “el centro de la bohemia”. Un espacio donde se presentaron músicos como Pelón Santamarta, Manuel Ruiz “Blumen”, Juan Yepes y Adolfo Marín.

“El barrio tiene una historia un poco bohemia que tiende a repetirse”, dice Robledo. “Uno estando ahí se siente parte de una historia”.

En los setentas pasó por ahí La Estudiantina Los Arrieros y para despedir 1976, la cantante Leonor González Mina, la Negra Grande de Colombia, estuvo a cargo de un espectáculo de fin de año en esa calle. En esa oportunidad alternó con Libardito Ortiz.

A veces ese ambiente cultural de la zona se disipaba un poco.

John Henao, músico y quien creció en la casa que actualmente es La Pascasia, cuenta que cuando era niño el barrio era más residencial. Jugaba fútbol con amigos en la calle y no se sentía ese entorno tan cultural. Las Torres de Bomboná le regresaron un poco de ese espíritu a la zona. Sin embargo, Henao destaca que al interior de la casa, especialmente por impulso de su mamá, Blanca Inés, hubo mucha música. Los cuatro hijos de esa familia que creció en el caserón practicaron instrumentos, mientras dos tocaban el piano, se escuchaban cantos en otra habitación y guitarra en el garaje. Más adelante llegaban a ensayar ahí grupos de rock y otros de salsa, dos de los hermanos terminaron participando en proyectos como Bajo Tierra. “La casa había pedido eso desde hace mucho rato, había pedido mucha música”, concluye Henao.

La historia sigue

Poco a poco a la zona fueron llegando teatros como el Matacandelas y Elemental, cuyos proyectos se han hermanado para darle fuerza a la cultura que sigue tejiéndose en el sector. Ese tipo de lazos se han hecho más necesarios que nunca, en un momento en el que no hay conciertos de más de 40 personas, en los que el tercer pico obligó a cerrar todo, las obras se pusieron en pausa y el confinamiento ha puesto a estos esfuerzos culturales en el momento más difícil de su historia.

Ahora la casa está en manos de la Corporación Común y Corriente solamente y los Henao la siguen arrendando por quinto año sin planes de que eso cambie. “La Pascasia es un sitio de reunión, un lugar cooperativo”, de congregación en torno a la cultura, explica Camila García. La pandemia ha impedido que se cumpla ese esfuerzo. “Es difícil recrear ese espacio de congregación en la virtualidad, es prácticamente imposible”, así que esperan que pase la tormenta para celebrar cinco años y seguir dándole pista a más ideas culturales de la ciudad. “Finalmente nos dimos cuenta de que a pesar de estas adversidades podemos seguir adelante. Tuvimos un año muy difícil pero seguimos de pie”.

Ojalá sea más pronto que tarde, bajo el totumo, el próximo encuentro con esa casa que sigue viva buscando que, entre sus paredes, la música siga sonando

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