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Después de barrer en los Platea, el grupo Anamnésico estrena Biolencia en la Casa de Teatro de Medellín

La obra se inspira en los pensamientos artísticos de Aldo Pellegrini y en la vida de los miembros del grupo.

  • Biolencia tendrá una temporada de tres días en la Casa del Teatro de Medelín. Foto: Carlos Velázquez
    Biolencia tendrá una temporada de tres días en la Casa del Teatro de Medelín. Foto: Carlos Velázquez
06 de marzo de 2024
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En el camerino de la Casa de Teatro de Medellín —Prado Centro—, mientras las “presencias escénicas” Catherine Fernández Medina y Mónica Yulieth Marín Vargas revisan en el espejo su maquillaje, el director Felipe Caicedo sostiene un libro de tapas amarillas, a punto de deshojarse por completo.

El libro es Para contribuir a la confusión general, una antología de ensayos del poeta argentino Aldo Pellegrini. Los miembros de Anamnésico Colectivo Teatral han leído ese libro hasta aprenderse de memorias pasajes enteros y hacer de ellos la base de Biolencia, la obra de su repertorio que estará en temporada el 7,8,y 9 de marzo, en este teatro, uno de los emblemáticos de la ciudad por haber sido la oficina de trabajo del maestro Gilberto Martínez.

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Antes de seguir conviene hacer dos aclaraciones. Uno, el término presencia escénica, se refiere a los actores que en el escenario no se ocultan tras los personajes, sino que ponen frente al público sus propias emociones, sentimientos, rabias y dolores. De alguna manera, lo que verán los asistentes a estas funciones serán trozos de la vida de Catherine, Mónica, Felipe y Dana Isabel Jané Piedrahita, solo que entretejidos con las ideas de Pellegrini.

Dos, el nombre de la obra lleva una B y no la V porque se conecta con la fuerza de la vida, con aquello que hace de la poesía una manera de estar en el mundo y no un género literario. De ahí que la obra esté estructurada en cuatro “poescenas” en cuyo orden el público de cada función interviene activamente. Al principio de cada presentación, el equipo no tiene ni la menor idea de cuál será el orden de las “poescenas”, algo que, por supuesto, le inyecta a cada adrenalina al asunto.

Todo este aparato estético se corresponde con una línea del teatro contemporáneo, conocida con el nombre de posdrama. Antes de ser fatigante con tanta palabra exótica, menciono que el posdrama —al menos de la manera en que la vive Anamnésico— es una puerta abierta para que la literatura, la filosofía y otras ramas del árbol del pensamiento humano se enlacen con el teatro.

Esa es la razón por la que las obras de este grupo tengan dramaturgias —textos bases— muy peculiares, hechas con el método de la creación colectiva. Por ejemplo, la dramaturgia de Biolencia —Felipe prefiere llamarla textualidad— son apenas dos páginas. ¿Dos páginas?, le pregunto, asombrado. “Sí, dos páginas”, asiente el director. Es decir, un texto breve es el soporte de una obra de poco más de una hora de duración. Más o menos se trata del mismo tiempo de Aturdir, la obra con la que este grupo de teatro ganó varios Premios Platea.

El año pasado conocí el trabajo de Anamnésico. Vi dos veces Aturdir: la primera vez en la Casa de Teatro de Medellín, la segunda en el Matacandelas. Las dos veces la obra —que en sustancia era la misma— ofreció un material de reflexión diferente. Por eso no me asombra que Felipe hable de la gente que ha visto Biolencia cinco o seis veces, en sus anteriores temporadas.

Con esto llegamos a un punto importante del trabajo de Anamnésico: el grupo no monta obras de teatro para que la gente mate el tiempo mientras unos actores recitan textos. Lo hacen para hacer del teatro una experiencia similar a la de subirse a un cuadrilátero de boxeo o a la de hundirse en los propios pensamientos. “La vida vista por la vida”, dicen al unísono Catherine, Mónica y Felipe cuando les pregunto por qué hacen este tipo de teatro, que no sirve para desconectarse del mundo de afuera. Esa frase es un trozo de Aturdir.

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