Los zorros son cautelosos y escurridizos, se mueven solos y no dejan rastro ni siquiera para los de su propia manada. Son astutos y saben cuándo esconderse y cuándo cazar. Pero también son leales a su instinto y a los otros zorros con los que, escasamente, deciden andar en comunidad. Todo eso, y más, es Danilo Rueda, el Alto Comisionado de Paz que está a cargo del objetivo más ambicioso del presidente Gustavo Petro: alcanzar la paz con todos los actores armados.
De Rueda se ha dicho que es tímido y silencioso, pero quienes lo conocen aseguran que es al revés y que cuando habla en confianza no hay quien lo pare. De su vida se sabe poco, pero esconde sorpresas como que ha sido protegido en tres ocasiones por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que llegó a reunirse con el expresidente cubano Fidel Castro. Además, fue cercano al asesinado periodista Jaime Garzón.
Es teólogo, comunicador social y casi llega a ser cura. Se sabe que fue fundador y director de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y, que durante años, se ha dedicado a trabajar con comunidades del Río Atrato, el Magdalena Medio, el Urabá antioqueño y varias otras zonas del país.
Sus amigos creen que es casado y están casi seguros de que no tiene hijos, o al menos nunca habla de ellos. Tampoco saben cuántos años tiene, pero creen que está por los 55. Así es Rueda, ni siquiera a sus cercanos más íntimos les ha contado todo.
Hasta sus críticos le reconocen que es hábil en el territorio y que conoce bien a las víctimas, las guerrillas y los paramilitares, pero le critican también una supuesta inclinación a favor de las insurgencias.
Sobre eso último se sabe que la Comisión Intereclesial para la que ha trabajado media vida sigue la “teología de la liberación” –la misma que sirvió de base para fundar el ELN– y que asume las guerrillas como una expresión política y no como un grupo ilegal. Dos posturas que, sin duda, marcarán la tendencia política de Rueda para negociar con los 22 grupos armados que, hasta ahora, han manifestado su intención de subirse a la “paz total”.
Un “cura” casado
En sus años mozos, Rueda se convenció de que su misión en el mundo era ser sacerdote y ayudar a la gente. Cursó casi todas las materias, aprendió a predicar una misa y hasta a entonar los coros de la iglesia católica con los que responden los curas, pero desistió en el último paso.
Cuenta un amigo que lo conoce desde los 18 años que él se arrepintió en una última entrevista que les hacen a los seminaristas antes de ordenarse como padres. “Años más tarde creo que se casó, pero no sé si sigue casado. Te digo la verdad –y se ríe mientras lo dice–, para mí Danilo nunca dejó de ser cura. Él toda la vida ha actuado como tal”.
Sus amigos más íntimos, de hecho, son varios de los jesuitas y curas católicos más reconocidos del país. Lo conocen monseñor Héctor Fabio Henao, y los padres Alberto Franco, Henry Ramírez y, por su puesto, Javier Giraldo, con quien ha trabajado durante toda su carrera.
De la mano de Giraldo y otros allegados, fundó en 1988 lo que hoy se conoce como la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, una organización que trabaja por la defensa de las víctimas del conflicto armado, de los presos y de los Derechos Humanos.
Estando en esa Comisión, Rueda empezó a trabajar con comunidades del Bajo Atrato para ayudarlas a defender de los desplazamientos forzados y reclamar tierras que –según constató la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2013– estaban siendo expropiadas por parte de empresarios y paramilitares que sacaban a las comunidades a punta de violencia para apropiarse de los territorios.
El trabajo era tanto y tan duro, que Rueda decidió irse a vivir con ellos. Vivió cinco años a las orillas del río Atrato.
Fruto de ese trabajo, según cuenta el senador Iván Cepeda, Danilo Rueda contrajo dengue y se mantuvo varias semanas sin alientos para moverse.
Coinciden todos los que hablaron para este perfil en que Danilo siempre ha sido un hombre sencillo y “todero”. “Él no tiene problema con subirse a una chalupa, con dormir en una hamaca y aguantar mucho tiempo casi sin comer (...). Cuando vivió en el Bajo Atrato fue en las condiciones en que viven esas comunidades, con todas las dificultades y los riesgos que eso implicaba. Yo creo que eso es lo que lo ayuda hoy a ser tan ágil dentro de los territorios. Él conoce a todos los líderes sociales y mantiene en contacto con ellos”, dijo un cura retirado que lo conoce bien.
Durante esas épocas, Rueda hablaba con los guerrilleros y con los paramilitares, incluso con los empresarios de los que desconfiaba. Esos diálogos, según dice el excomisionado de la Verdad Leiner Palacios, ayudaron a que las comunidades de ese sector se resistieran al conflicto y pudieran seguir viviendo en sus territorios.
Pero ese trabajo en Riosucio, Chocó, que lo llevó a ganar un caso contra el Estado ante la Corte IDH, también le costó su tranquilidad y la de sus conocidos. Las amenazas empezaron a llegar desde ese entonces y no han cesado. El padre Franco, que para esa época también trabajaba en la Comisión, tuvo que exiliarse durante varios años para huir de quienes atentaron contra su vida.
Mientras tanto, Rueda empezó a esconderse en Bogotá, en Antioquia y en varios de los territorios en los que trabajaba. Aprendió a moverse sigiloso y sin dejar huellas. Quizás por eso hoy tiene más de cuatro números celulares –o al menos eso creemos en la prensa– y en casi ninguno de ellos contesta.
Cuando este diario logró conseguir el número que tienen sus amigos y del único que está pendiente, Rueda accedió a responder un par de preguntas por WhatsApp y se disculpó en dos ocasiones por la demora. Las respuestas nunca llegaron.
A ese detalle de permanecer incomunicado y casi sin movimientos en sus redes sociales, Cepeda le encuentra una explicación: “Él se mantiene en territorios donde casi nunca hay señal. Se mueve mucho y es un hombre que se ocupa desde que se levanta hasta que se acuesta. Se acostumbró a no usar tanto el celular”, dijo.
Conoció a Garzón y a Fidel
Por azares de la vida, por suerte y por convicción, Danilo Rueda terminó frente a frente con dos de los hombres más importantes para la historia del país y de América Latina.
Siendo un profesor muy joven de la Universidad Pontificia Javerina, Rueda les pidió a sus alumnos llevar un invitado a una clase de Comunicación Social para hablar de lo que significaba ser periodista.
Sin previo aviso y sin advertirle a quién iban a llevar, un grupo de alumnas que apreciaba mucho a Rueda –y que aún insisten con que fue el mejor profesor de la carrera– apareció en el aula con el periodista Jaime Garzón.
“¿Cómo está, profesor?, vea en la que me pusieron estás muchachas”, dijo Garzón desde la puerta segundos antes de estrecharle la mano.
Garzón, como ya era costumbre, emprendió uno de sus famosos discursos sobre el poder de los medios y la responsabilidad de los periodistas y se quedó un par de minutos después de la clase conversando con Rueda y con las estudiantes que lo habían invitado. Así lo recuerda una de las alumnas de esa época que habló para este perfil.
Nadie sabe si ambos volvieron a cruzar palabras después de ese encuentro, pero es probable que fuera la única vez que conversaron a profundidad, pues Garzón fue asesinado meses más tarde (el 13 agosto de 1999) a manos del grupo paramilitar que dirigía Carlos Castaño.
Años después, y con mucha más experiencia en temas de paz y Derechos Humanos, Rueda viajó a Cuba como parte de la iniciativa Colombianos y Colombianas por la paz, un grupo de expertos liderados por la actual senadora Piedad Córdoba y cuya misión era mediar con los actores armados, buscar la paz y ayudar a liberar secuestrados.
Ya en La Habana, la comitiva asistió a varios eventos y fue invitada a una reunión privada con el entonces presidente Fidel Castro.
“Fidel llevaba varios años insistiendo en que la insurgencia armada estaba mandada a recoger, que era arcaica, y por eso estaba tan enfocado en ayudar a hacer la paz. Él mismo organizó esa reunión. Él decidía quién entraba y quiénes se sentaban en la mesa. Eligió a Rueda y a Piedad Córdoba y hasta un libro les firmó”, contó una fuente que estuvo en ese viaje.
Ese encuentro tuvo que representar mucho para Rueda, no solo por la admiración que él bien ha manifestado en sus redes sociales, sino porque es el único evento del que de vez en cuando presume con sus conocidos. Por lo demás, es un hombre supremamente modesto que no habla de lo que ha hecho.
“Para Danilo Rueda, fraternalmente. Fidel Castro”, se lee en la dedicatoria de La Victoria Estratégica, una autobiografía escrita por el propio Fidel en la que narra los secretos de la revolución cubana.
Pero esa admiración por Fidel Castro no cala muy bien en sectores de derecha e, incluso, en varios de los líderes de la izquierda. Pese a que manejaba un discurso de la paz, Castro fue señalado de ser un dictador que perseguía a la oposición y, en múltiples ocasiones, atentó contra los Derechos Humanos.
Sombras del Comisionado
Una vez supo del nombramiento de Rueda, el expresidente Álvaro Uribe se quejó con la misma tenacidad con la que criticó a los nuevos directores de la Dirección Nacional de Inteligencia, Alberto Casanova, y de la Unidad Nacional de Protección, Augusto Rodríguez, ambos exintegrantes de la extinta guerrilla del M-19 .
De esos últimos dos dijo que habían sido guerrilleros y que nombrarlos era una “amenaza” para el Centro Democrático, mientras que sobre Rueda recordó la polémica de La Picota y mencionó el hecho de que, supuestamente, había sobornado testigos para vincular a su hermano, Santiago Uribe, con paramilitares.
El año pasado, el exnarcotraficante Juan Carlos Sierra, alias el Tuso Sierra, declaró ante la Fiscalía General que Piedad Córdoba, Iván Cepeda y Danilo Rueda lo habían visitado en su cárcel de Estados Unidos para ofrecerle beneficios a cambio, supuestamente, de declarar contra Santiago Uribe y vincularlo con el caso conocido como “Los Doce Apóstoles”.
Sobre esas acusaciones, se sabe que la visita sí existió y que fueron en diciembre de 2019 –algo que está dentro de la legalidad–, pero no se han conocido pruebas de que lo que alega el “Tuso” sea cierto.
Algo similar ocurre con el caso de La Picota. La noticia de que Piedad Córdoba entró al pabellón de extraditables se convirtió rápidamente en una de las más turbulentas de la campaña de Petro. Tanto así, que el Jefe de Estado decidió retirarla del Pacto Histórico hasta que “resolviera sus líos con la Ley”.
Pese a que siempre se dijo que Córdoba, Danilo Rueda y Juan Fernando Petro, el hermano del Presidente, acudieron para ofrecer beneficios y no extradición, el ahora Comisionado de Paz afirmó que esa visita fue con fines humanitarios y no políticos. De hecho, la Comisión Intereclesial realiza ese tipo de visitas con frecuencia y son documentadas por el mismo Inpec, como lo mostraron documentos revelados después del escándalo.