No dejan de sorprender algunas decisiones de política exterior que toma el presidente Gustavo Petro. La más reciente, en medio de un viaje a China, tiene que ver con la decisión de darle asilo al expresidente panameño condenado por corrupción Ricardo Martinelli. Cuestionado por los periodistas que viajaron al gigante asiático, el mandatario defendió su decisión sin brindar mayores detalles: “Colombia ha sido tierra del asilo. Es un derecho universal. No importa que sean de derecha o que sean de izquierda (...) en la Colombia del cambio es respetuosa del derecho de asilo. Colombia debe ser, como lo fue Panamá, un sitio de refugio, un sitio de libertad, un sitio de libre expresión”.
Resulta, por decir lo menos, paradójico pues el propio presidente Petro decía en 2018 esto sobre Martinelli: “Él es el expresidente Martinelli de Panamá. Chuzaba los teléfonos de sus opositores. Recibió sobornos de Odebrecht; era amigo de Uribe y era el anfitrión en la cita de los hijos de Uribe con Odebrecht y los Nule. Ahora está preso. La decencia se impone”.
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¿Qué sucedió? En el Gobierno nadie da razón sobre esta decisión que atribuyen al fuero del presidente Petro, quien tampoco ha brindado mayores detalles a las declaraciones en China. Desde Panamá, varios análisis de la prensa apuntan a que podría ser una transacción política teniendo en cuenta el historial del expresidente panameño. También resulta particular el hecho de que Martinelli pida asilo en un país gobernado por un presidente al que le había pedido que le pusieran “bozal”. El expresidente proviene de la derecha política y era cercano a exmandatarios como Álvaro Uribe Vélez.
En el caso de Petro, más allá de la discusión sobre sí era procedente o no el asilo, lo cierto es que el mandatario colombiano decidió proteger a una persona condenada por corrupción y los medios del mundo lo registran de esa manera. Eso, también por diversos sectores, se ha interpretado como un doble estándar en la lucha contra la corrupción.
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