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“Son 30 años de impunidad”: madres de menores asesinados en Villatina

El 15 de noviembre de 1992, alrededor de 12 policías vestidos de civil cometieron la masacre que dejó 9 personas muertas: 7 adolescentes, una niña y un joven adulto.

  • Johanna Mazo Ramírez, Johny Alexánder Cardona Ramírez, Óscar Andrés Ortiz Toro, Ángel Alberto Barón Miranda, Ricardo Alexánder Hernández, Nelson Duván Flórez Villa, Giovanny Alberto Vallejo Restrepo, Marlon Alberto Álvarez y Mauricio Antonio Higuita Ramírez. FOTOS Jaime Pérez
    Johanna Mazo Ramírez, Johny Alexánder Cardona Ramírez, Óscar Andrés Ortiz Toro, Ángel Alberto Barón Miranda, Ricardo Alexánder Hernández, Nelson Duván Flórez Villa, Giovanny Alberto Vallejo Restrepo, Marlon Alberto Álvarez y Mauricio Antonio Higuita Ramírez. FOTOS Jaime Pérez
  • “Son 30 años de impunidad”: madres de menores asesinados en Villatina
  • Marta Toro perdió a Óscar Andrés Ortiz Toro, de 17 años. Era su único hijo hombre y el primero que tuvo. El adolescente murió en la masacre dos días antes de graduarse. FOTO jaime peréz
    Marta Toro perdió a Óscar Andrés Ortiz Toro, de 17 años. Era su único hijo hombre y el primero que tuvo. El adolescente murió en la masacre dos días antes de graduarse. FOTO jaime peréz
16 de noviembre de 2022
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El martes 17 de noviembre de 1992, Óscar Andrés Ortiz Toro esperaba aplausos en la ceremonia de sus grados de bachillerato. Pero ese día no hubo festejo, sino lágrimas de dolor: al joven lo despidieron, encerrado en un ataúd. Dos días antes, el domingo 15, a las 7:30 de la noche, salió de su casa, ubicada en el barrio Villatina, y fue la última vez que su madre Marta Toro lo vio vivo.

En una de las peores masacres de Medellín perdió la vida de forma tan prematura él y ocho personas más. Este martes, tras 30 años, las familias conmemoraron para no olvidar el atroz ataque. Pero lo hicieron con el sabor amargo de la impunidad en la que consideran quedaron las muertes.

La noche de ese domingo Óscar Andrés, de 17 años, le dijo a su mamá que iba para misa. No era raro que fuera a la parroquia: pertenecía al grupo juvenil con algunos de sus amigos más cercanos, varios de los cuales murieron con él. Casi media hora después, Marta escuchó disparos y salió corriendo. Recuerda que tras ella corrieron soldados de la base militar que quedaba a pocos metros de la casa. Iban hacia la capilla.

A ella poco le importó la balacera que se armó cuando los militares les disparaban a hombres vestidos de civil señalados de cometer la masacre. El recuerdo, horroroso e impensado, no se borra de su mente. Recuerda que vio tres carros particulares en los que se movilizaban los casi 12 victimarios.

Marta Toro perdió a Óscar Andrés Ortiz Toro, de 17 años. Era su único hijo hombre y el primero que tuvo. El adolescente murió en la masacre dos días antes de graduarse. FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> jaime peréz</span></b>
Marta Toro perdió a Óscar Andrés Ortiz Toro, de 17 años. Era su único hijo hombre y el primero que tuvo. El adolescente murió en la masacre dos días antes de graduarse. FOTO jaime peréz

Tampoco olvida los charcos de sangre ni la muerte de Johanna Mazo Ramírez, la única víctima mujer, una niña de 8 años, que caminaba en muletas porque semanas antes había tenido un accidente.

“Un hombre le dijo a otro que matara a la niña. Él me miró y la miró a ella antes de dispararle. Yo salí corriendo a coger a mi hijo. Estaba en el suelo, abrazado con otros dos jóvenes. Yo pensé que estaba vivo, pero las balas lo destrozaron”, relata la madre. Entre el caos comenzaron los rumores de que los civiles que dispararon eran en realidad policías. El testimonio de uno de los menores de edad fue clave.

“Caso quedó impune”

Poco después se sabría que, al parecer, se trataba de represalias en contra de jóvenes de los barrios por el homicidio de policías que ordenaba el narcotraficante Pablo Escobar. Pero Óscar Andrés y Johanna nada tenían que ver con la guerra que vivía la ciudad.

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Tampoco las otras víctimas: Johny Alexánder Cardona Ramírez, de 16 años; Ricardo Alexánder Hernández, de 17, Ángel Alberto Barón Miranda, de 16; Nelson Duván Flórez Villa, de 17; Marlon Alberto Álvarez, de 17; Giovanny Alberto Vallejo Restrepo, de 15; y Mauricio Antonio Higuita Ramírez, de 24.

Pasados el velorio y los entierros, siguió para las familias la lucha por una justicia que aún no llega. Abogadas independientes las acompañaron en la tarea de encontrar verdad y justicia. La exigencia estuvo enmarcada en marchas y plantones para que los responsables pagaran. El Comité Permanente para los Derechos Humanos Héctor Abad Gómez, hoy Grupo Interdisciplinario por los Derechos Humanos, denunció al Estado colombiano, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en marzo de 1993.

Tras un largo proceso, el 2 de enero de 1998, el Estado de Colombia dirigió a la CIDH una nota en la que formuló el reconocimiento de responsabilidades. Casi siete meses después, en la Casa de Nariño, en Bogotá, el entonces presidente Ernesto Samper reconoció responsabilidad estatal ante las madres de los menores de edad y el joven asesinados, y les pidió perdón.

El 16 de noviembre de 2001, la CIDH declaró responsable al Estado por el caso. Y el 13 de julio de 2004, la Nación entregó el monumento “Los niños de Villatina”, ubicado en el Parque del Periodista. Este fue el escenario en el que se hicieron varias de las pasadas conmemoraciones, pero ayer no estuvieron allí porque el estado de la escultura les causa un dolor mayor. Luce los estragos de la intemperie, se le han robado las placas y se convirtió en una especie de silla al aire libre para consumir licor o sustancias psicoactivas. El único consuelo de Marta y otras madres es que, por lo menos, despierta la curiosidad de los ciudadanos y no deja que la historia quede en el olvido.

Mantener vivo el recuerdo durante 30 años no es fácil. Tampoco hablar cada 365 días de lo sucedido, pero muchos seres queridos persisten, como Marta, y participan en los actos simbólicos como el que hicieron este martes en el Museo Casa de la Memoria y en el lugar donde los asesinaron. En este último se construyó una estación de policía que aún indigna a muchos por el paradójico simbolismo. El dolor de tres décadas ha mutado en indignación.

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Aunque el Estado aceptó la responsabilidad, indemnizó económicamente a las familias que quisieron aceptarlo, construyó un colegio y un centro de salud en el barrio e instaló el monumento, no hay condenas por las muertes que marcaron a Villatina.

A Marta solo le queda recordar a su único hijo hombre, el primogénito, que no alcanzó a ver crecer a sus hermanas, que tenían 6, 11 y 12 años cuando lo mataron; no pudo estudiar para cuidar adultos mayores ni seguir jugando fútbol como lo hacía en la escuela de Luis Alfonso Marroquín, el primer técnico en clasificar a una selección nacional a un mundial después de la Copa Mundo Chile 1962. Tampoco conoció a sus sobrinos y se fue con el deseo de recibir su cartón de bachiller “para sacar a su familia adelante”.

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