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El país ha vuelto la mirada hacia sí mismo. Ha puesto la atención en los jóvenes y en lo que sus voces, en las calles, gritan. La afluencia de este sector poblacional en las jornadas de protestas, que superan los 25 días en Colombia y el departamento, ha evidenciado sus inconformidades, en el marco del Paro Nacional.
Ello ha conducido a que las instituciones se revisen, respecto a sus mecanismos formales para tramitar demandas ciudadanas. “Las democracias se enriquecen con la multiplicidad de voces y de opiniones, y por eso escuchar a los jóvenes tiene como beneficio la inclusión de ideas frescas al debate democrático”, reflexionó María Rocío Arango, profesora de la Escuela de Humanidades de la Universidad Eafit.
Esta escucha, sin embargo, solo puede ser juiciosa a partir del contexto. Por ello, EL COLOMBIANO indagó por el panorama de necesidades que tienen los jóvenes de la ciudad, los consultó y habló con expertos para comprender los retos.
Según la Encuesta de Percepción Ciudadana 2018, de Medellín Cómo Vamos, la salud fue uno de los tres frentes priorizados por esta población.
Entonces, nacieron 4.203 bebés de mujeres jóvenes, entre los 15 y 19 años. Estefanía Loaiza, de 19 años, habitante de la comuna 4 y representante de las jóvenes ante la Plataforma de Juventud de Medellín, sostuvo que prevenir estos escenarios implica apostar por más educación.
“Tratar el embarazo adolescente empieza desde la formación. No es solamente decirles a los jóvenes que existe la salud sexual, sino, también, adelantar una transformación curricular, para formar en educación sexual desde la primaria”, recomendó.
Por otro lado, aunque en 2018 el 78 % de los jóvenes de Medellín, entre los 18 y 25 años, afirmó tener buen estado de salud, la discusión se trasladó hacia la salud mental a mediados de 2020, debido a la pandemia. Ese año, la ciudad contabilizó 150.995 consultas por trastornos de ansiedad y depresión. La cifra triplicó las 47.208 solicitadas en 2019, según la Secretaría de Salud.
Alejandro Matta, secretario de Juventud de Medellín, sostuvo que, si bien el panorama es complejo (en este y en otros renglones), hay apuestas en las que se vienen trabajando desde la institucionalidad. Hablar en público sobre salud mental y otras afecciones es una de las rutas. “Creamos un programa que se llama Salud Pública Juvenil. Este nos ha permitido ofrecerles a los jóvenes atención en estos temas”, explicó.
Santiago Silva, profesor e investigador del Departamento de Gobierno y Ciencias Políticas de Eafit, enfatizó en que la preocupación de los jóvenes por el frente de salud está ligada, en buena parte, al bienestar mental. “La apertura de los últimos años y, particularmente, de esta generación nos hizo ver algo que, de pronto, no estábamos viendo, pero que siempre ha estado ahí”, aseveró.
Este renglón también integró la tripartita de intereses —o preocupaciones— de los jóvenes. El informe amplía que los provenientes de hogares con ingresos más bajos alcanzaron 10,3 años de escolaridad (entre la ciudad y la región metropolitana). Los de ingresos más altos, por su parte, llegaron a los 12,5 años. Ello equivale a 2,1 años de brecha educativa.
Pese a lo anterior, la tasa de asistencia a educación superior para bachilleres de 16 a 28 años aumentó entre 2016 y 2017, pasando de 43,6 % a 45 %. Actualmente, según cifras de la Secretaría de Juventud, en 20 de 21 comunas el último nivel de estudio aprobado por la mayoría de jóvenes es la educación media. En la comuna 1, por su parte, es la educación primaria.
Este panorama parece reñir con la expectativa de la ciudad a 2030, la cual proyecta una inserción a la educación superior que alcance el 53,8 %, según Medellín Cómo Vamos.
Sobre esto, Sara Arboleda, de 23 años y representante de Juventud en el Consejo Comunal de Planeación de la comuna 11, indicó que la desigualdad que existe en la calidad de la educación primaria, básica y media desemboca, directamente, en la problemática de acceso a la educación superior.
“Los techos, en la educación superior pública, también son problemáticos, pues la cobertura no es suficiente. Hay oportunidades, pero muy limitadas para el número y las preferencias que tienen los jóvenes de la ciudad”, agregó.
Esta idea de Arboleda fue retomada por Silva, de Eafit. El profesor se acercó al asunto de la vocación, pues, según este, no puede asumirse que todos los jóvenes tengan las mismas expectativas.
“Hasta hace poco, una parte importante de las becas pagadas con recursos públicos solían tener dificultades para que fueran usadas. Una explicación tendría que ver con lo que los pelados quieren hacer, porque puede que lo que quieran hacer sea diferente a lo que nos estamos imaginando. La pregunta es por qué quieren los jóvenes”, apuntó.
Este frente cerró el grupo de prioridades. La tasa de ocupación de los jóvenes, concluyó la encuesta, ha sido históricamente inferior al resto de grupos etarios. El desempleo, entre 2017 y 2018, pasó de 18,4 % a 19,8 % para los jóvenes; y de 7,8 % a 8,3 % para el resto de la población (ver Gráfico).
Ese número, sin embargo, es hoy más dramático, según la Secretaría de Juventud. La tasa de desempleo juvenil en Medellín y el área metropolitana se ubicó en 28,3 % el mes de marzo (reporte más reciente del Dane), 7,29 puntos por encima respecto al mismo período de 2020.
Esa subida pone en aprietos la proyección de Medellín Cómo Vamos de reducir el desempleo a 2030. En su informe, se señaló que la meta era llegar a un 12,4 %. Hoy, faltando nueve años, la ciudad sobrepasa esa cifra por más de la mitad.
Fredy Loaiza, de 28 años, habitante y edil de Altavista, habló sobre este tema: “Los chicos pueden tener su carrera, pero las empresas, muchas veces, solo piden experiencia. Eso genera mucho desempleo”, introdujo.
Y agregó: “Una de las soluciones por la que hemos apostado tiene que ver con la creación de negocios. Eso les permitirá a los muchachos no depender de un oferente, sino que ellos se conviertan en generadores de empleo. Ahí necesitamos de más apoyo: recursos para impulsar sus apuestas”.
Matta, secretario de Juventud, evaluó el asunto: “Hay que reconocer que no todos los jóvenes están en condición de empleabilidad, debido a falencias históricas en la formación educativa y a la pertinencia entre el sector privado y la academia”, expresó. “Es vital revisar la disonancia entre el mercado laboral y la universidad, para evitar estas dinámicas de desempleo”, complementó Silva.
Aunque estos no son los únicos renglones que son sensibles a los jóvenes (ver Para saber más), sí son los más neurálgicos, según concluyeron. Y si bien estos no son nuevos, la coyuntura, que ha permitido hacer revisiones profundas, convoca, según funcionarios y académicos, a tramitarlos, mediante la escucha y la unión de esfuerzos