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Barrio Berlín, historia de buenas canciones y santos milagrosos

Berlín, en la comuna 4, es cuna de compositores, hogar de feligreses devotos y sector educativo.

  • Este sector de calles empinadas es cercano al parque principal y a las estaciones Aranjuez y Berlín del Metroplús. Algunos habitantes no lo reconocen por su nombre. FOTO Manuel Saldarriaga
    Este sector de calles empinadas es cercano al parque principal y a las estaciones Aranjuez y Berlín del Metroplús. Algunos habitantes no lo reconocen por su nombre. FOTO Manuel Saldarriaga
04 de octubre de 2018
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Heroína Moreno de Rojo tiene 90 años y una memoria milimétrica. Dice, sin farfullar, que llegó a Berlín el 14 de septiembre de 1935, cuando apenas era una niña y su familia ocupaba, junto a gallinas y marranos, una de las únicas tres casas que existían en el sector. No había luz, ni agua, y los niños se bañaban en la quebraba El Zancudo.

Pero el Berlín que recuerda Heroína no es la capital alemana, sino un homónimo de calles empinadas en la comuna 4 (Aranjuez) de Medellín, que creció a la sombra del paso del tranvía y en donde, ahora, se erigen dos estaciones del Metroplús.

Cuentan los habitantes que los terrenos que conformaron el barrio pertenecían a una finca llamada Berlín, en las tierras que eran propiedad de Juan de Dios Cock y Alberto Álvarez, potentados de Medellín en el siglo XIX.

El comerciante y urbanizador Manuel José Álvarez Carrasquilla compró la finca por 15.000 pesos en 1916 y trazó la construcción de las calles y ornamentos del barrio, junto con la donación de terrenos para escuelas, la inspección de policía y la plaza principal.

Por la Segunda Guerra

Sus primeros pobladores llegaron en la década de 1940, eran familias obreras y campesinas. Entre ellas, la de Germán de Jesús Pérez, presidente de la Junta de Acción Comunal de Berlín y habitante de la zona durante 72 años.

“Todo esto era manga. Subíamos las lomas a fin de año y de allí traíamos el musgo para los pesebres”, cuenta.

No tiene certeza de porqué este barrio del nororiente comparte nombre con el de la metrópoli alemana. No tendrán muchas cosas en común, pero supone que los fundadores conservaron el nombre porque querían hacer un homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.

Parroquia milagrosa

Lo que los habitantes conocen como el parque de Aranjuez está ubicado, en realidad, en el barrio Berlín. Además de un lugar insignia del sector, es el punto en el que nacieron los rieles de la antigua ruta norte del primer tranvía.

Heroína recuerda que en su infancia cruzaban el barrio con latas cargadas de arena para construir, en comunidad, el templo de Berlín . Ahí, en el parque, edificaron en 1961 la iglesia San Francisco de Paula.

Pero el nombre le duró poco, como relata Germán Pérez: “Lo que pasa es que trajeron a San Nicolás y se volvió muy milagroso. Los lunes venía gente de todas partes, hasta los sacerdotes se inventaron unos bizcochitos que entregaban a los feligreses y que llevaban el nombre del santo”.

Así, los habitantes más devotos consiguieron que la parroquia pasara a llamarse San Nicolás de Tolentino en 1975, por los prodigios del santo que sanaba males.

Cuna de buenos versos

Rubiela Mazo, habitante del Berlín, dice que en los 60 el barrio era reconocido por los buenos sitios para bailar, que rodeaban el parque principal y que eran emblemáticos.

En estos lugares se daban cita grandes personalidades, como lo rememora Pérez, quien enumera al comediante Montecristo, el artista Pedro Nel Gómez y la cantante Alba del Castillo, entre la lista de personajes reconocidos que pasaron sus días en Berlín.

“Existía aquí un lugar llamado Casa Blanca, que era el lugar de encuentro de la ‘crema y nata’ de Colombia. Ahí llegaban presidentes y senadores. Era muy especial”, comenta Germán.

Sin embargo, el barrio no ha sido ajeno a la transformación de Medellín. Bailaderos famosos como la Heladería la Casona ya no sobreviven, así como tampoco pervive El Chilí, un bar icónico en la carrera 46A con la calle 92, donde sonaban los tangos en las noches para todos los vecinos.

Ahora los lugares emblemáticos son las instituciones educativas, dado que Berlín tiene cuatro colegios.

Los niños y jóvenes del barrio asisten a escuelas como el Esteban Jaramillo, el José Eusebio Caro y el Agustiniano de San Nicolás.

Pero lo que más destaca Germán y, quizás lo que recuerda con mayor nostalgia, es que en el parque principal se gestaron algunos de los mejores versos de la música antioqueña, en lo que otrora fue cuna de compositores.

El presidente de la Junta destaca, por ejemplo, a Luis Eduardo Echavarría, quien vivía en Berlín en la década de 1950 y que perdió allí a su hijo en un accidente.

Entre el dolor y el desconcierto por la ausencia, Echavarría compuso la letra de la canción “El hijo sin consuelo”: “Es un dolor que martiriza mi alma y que a veces ante el mundo soy cobarde”.

Heroína dice que entre las tonadas famosas que se crearon en el barrio están las de Francisco Antonio González, conocido como el “Mono” González, precursor de la música parrandera.

El compositor, oriundó de Titiribí, llegó a la comuna 4 para trabajar como maquinista del tranvía de Medellín, en donde realizaba el recorrido Medellín-Aranjuez.

El nombre se desdibuja

A pesar de la sonoridad del nombre, Pérez concluye que muchos habitantes no conocen el barrio como Berlín: “Fíjese que la gente no lo mira así. Dicen que es Aranjuez”.

Pero para Heroína está muy claro: En Berlín nacieron y crecieron sus 20 hijos, 30 nietos y 12 bisnietos. Entonces es imposible no recordar el nombre de un barrio que, durante ocho décadas, ha sido testigo del testimonio de amor de su familia .

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