Don Leonardo Cortés pasa a darle vuelta a su casa pero casi siempre desde afuera. Tiene miedo de entrar al lugar donde vivió por años.
Es un caserón de 480 metros cuadrados donde se criaron él y sus 13 hermanos junto a sus papás. Imponente. Lleno de habitaciones, balcones y hasta pesebrera donde ordeñaban vacas.
Hoy don Leonardo y los seis hermanos que aún viven están sometidos al dolor de ver su hogar en ruinas. Su colapso parece inminente. Y aunque tienen jugosas ofertas no pueden vender; aunque quieren ver su hogar reconstruido, no pueden hacerlo.
Su casa es un bien de interés cultural junto a otros 578 inmuebles en Abejorral, en un área delimitada que comprende 63 manzanas –el 90% del casco urbano– y que conforman el más grande centro histórico en el departamento, tres veces más grande que el de Santa Fe de Antioquia y uno de los más extensos de los 45 que existen en el país. Una declaratoria que les llegó por sorpresa en 2001 y se convirtió, dicen, en una especie maldición.
Según el alcalde Julián Muñoz, hay cerca de 150 casas patrimoniales al borde del colapso, pero la cifra podría ser mucho mayor a falta de un análisis detallado, predio por predio, que están próximos a comenzar.
Con desgano y frustración, los abejorraleños explican la sinsalida en la que los puso una declaratoria que nunca buscaron ni les fue socializada. La Ley 1185 de 2008 impone un infranqueable muro de requisitos burocráticos para que un propietario de un bien de interés cultural pueda intervenir su inmueble. Pero a su vez, el Ministerio de Cultura tampoco otorga facilidad alguna para que los dueños puedan mantener los valores patrimoniales de sus casas, por ser propiedad privada.
El alcalde Muñoz y su gabinete han tocado todas las puertas posibles ante el Gobierno Nacional para hallar soluciones de fondo: líneas de crédito, incentivos a propietarios, rutas administrativas para facilitar las intervenciones. Nada. Hasta ahora se han topado una y otra vez con una pared.
A finales del año pasado el mandatario local viajó hasta Bogotá a proponerle al Ministerio de Cultura una solución parcial: que aceptara un convenio interadministrativo a través del cual se creara una junta local del patrimonio que pudiera tomar decisiones y gestionar ayudas directamente para los inmuebles nivel 3 afectados, pero el Ministerio armó otro nudo burocrático y le pidió al alcalde organizar primero la junta y luego volver a elevar la solicitud.
Lo que buscan con esto, explica Freddy Gaviria, coordinador de Cultura y Turismo del municipio, es que las casas nivel 3, que tienen menores valores arquitectónicos e históricos, puedan recibir intervención estructural bajo la responsabilidad directa de la junta y así ayudar a los propietarios que claman por soluciones urgentes. Esto no lo pueden hacer con los tipo 1 y 2, más intocables aún por su valor patrimonial superior, sin pasar por el rasero de Mincultura, lo que tampoco ha servido de mucho, pues uno de los cinco nivel 1 de Abejorral, el antiguo hospital, está en ruinas. Además, la mitad de los bienes de interés cultural allí son tipo 2 y muchos ya ni existen.
Freddy Gaviria configuró la junta y está pendiente de citar a asamblea para hacerla oficial, aunque no es muy optimista frente a la posibilidad de que esta sea la última traba administrativa que les imponga el Ministerio.
Por ahora, la única solución que dice que les ha ofrecido Mincultura ante las recientes solicitudes es hacer un libro, sí, un libro en el que se cuente la situación del patrimonio en Abejorral y contenga un manual con pautas sobre restauración para los propietarios.
El Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia se ofreció para mediar ante el Ministerio y disponer una mesa técnica que arroje de una vez por todas luces concretas sobre el problema. Pero antes de hacerlo, le recomendó al municipio contratar dos profesionales para que adelanten un estudio técnico.
El problema, apunta Gaviria, es que Abejorral, siendo un municipio categoría 6, no tiene el recurso económico para disponer de dos nuevos cargos, cuyo perfil, además, no es fácil hallar. Y aún si pudiesen hacerlo, el estudio tardaría hasta dos años y para entonces, asegura, el centenar de casas en riesgo –y muchas otras más– estaría reducido a escombros.
EL COLOMBANO puede dar fe de ello. En enero de 2021 viajó hasta el municipio a documentar decenas de casas afectadas. La semana pasada regresó y evidenció que muchas de estas colapsaron o están a punto de derrumbarse.
Para el artículo de enero de 2021 este medio habló con el director de Patrimonio de Mincultura, Alberto Escovar Wilson-White, quien reconoció el crítico problema de Abejorral y sostuvo que justamente se acababa de abrir una puerta para darle solución, pues la ley de vivienda que promovió el Gobierno Nacional, en su artículo 6, creaba la figura de Vivienda de Interés Cultural.
Escovar aseguró que una vez definido el decreto reglamentario se podría crear la figura para que el Estado entregara subsidios de mejoramiento a viviendas declaradas bienes de interés cultural, priorizando las que integran Centros Históricos y también aboliría trámites para facilitar que los dueños pudieran hacer intervenciones y un mejor aprovechamiento de sus inmuebles.
EL COLOMBIANO buscó nuevamente al director de Patrimonio para consultarle en qué se ha avanzado en este tema y qué soluciones hay para la crisis del pueblo, pero esta vez no obtuvo respuestas.
Muchos propietarios han optado por decisiones dolorosas que pocos en el municipio se atreven a juzgar: hacen intervenciones estructurales amparados por la fachada antigua y una vez la obra es irreversible tumban el frente.
Otros, como Gloria González Rincón y su familia, han decidido conservar la herencia familiar y un pedazo de la historia de Abejorral y la colonización antioqueña. Pero lo han hecho pagando un alto precio y hasta han debido endeudarse para lograrlo.
Para conservar su vivienda, quizás la más famosa de Abejorral, conocida como la casa anaranjada, Gloria y su familia han invertido años de esfuerzo. La más reciente intervención, el retechado de la casa, ya pasó los 70 millones de pesos.
“La declaratoria del Ministerio exige muchas condiciones pero no aporta absolutamente nada. Lo hacemos por amor a esta casa que fue de nuestros abuelos y porque sabemos que se ha convertido en un pedacito muy importante en la historia de Abejorral”, dice.
Sin embargo, en un municipio donde la mayoría pertenece a estratos 1 y 2, un esfuerzo económico semejante es la excepción y no la regla.
Lo que se suponía que debía ser un motivo de orgullo hoy es visto como una amenaza. Don Leonardo y tantos otros habitantes cuestionan que de qué sirve el patrimonio si le roba el sueño a decenas de familias que viven bajo riesgo y es un lastre para quienes lo poseen .