Todas las historias de amor tienen sus dosis de misterio y leyenda. De la validez de esta premisa no se escapa la historia de San Valentín de Roma, el santo cuya festividad el 14 de febrero se convirtió en la fecha en que los enamorados celebran las mariposas en el estómago que siente al ver al ser querido.
Según los relatos antiguos, Valentín fue un médico romano que se convirtió al cristianismo en el reinado del emperador Claudio II –es decir a finales del segundo siglo de nuestra era- y fue ordenado sacerdote.
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Su imagen de patrono del amor romántico comenzó cuando decidió contrariar la orden imperial que les impedía a los soldados casarse.
En la catacumbas, Valentín presidió el matrimonio de varios soldados con sus respectivas parejas. Al ser descubierto por las autoridades, se le encarceló y condenó a la decapitación, el método de muerte que los jueces romanos empleaban con los ciudadanos de la ciudad eterna. Sin embargo, incluso en la cárcel, Valentín obró el milagro de devolverle la vista a la hija de un funcionario imperial con el simple envío de una nota que llevaba escrito el mensaje “Tu Valentín”.
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A medida que el cristianismo se expandió por el mundo occidental, la fiesta de San Valentín desplazó las festividades asociadas con la reproducción y la fecundidad.
Sin embargo, en la década del sesenta del siglo XX, la iglesia Católica depuró de su santoral aquellas figuras cuya existencia histórica no estaba suficientemente comprobada por fuentes distintas a la de la tradición oral.
En esa purga, la fiesta del 14 de febrero dejó de ser oficial, aunque sobrevivió en algunas localidades del mundo anglosajón.