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Hogares del futuro pueden estar construidos a base de hongos: conozca la ‘Micotectura’

Desde África hasta la órbita terrestre, estos materiales vivos como el micelio se utilizan para levantar estructuras asequibles, autosuficientes y respetuosas con el medioambiente.

  • Al ser un material vivo, el micelio puede autorrepararse, autorreplicarse y ser mejorado con otros materiales como metales y melanina. FOTO: Agencia Sinc
    Al ser un material vivo, el micelio puede autorrepararse, autorreplicarse y ser mejorado con otros materiales como metales y melanina. FOTO: Agencia Sinc
hace 5 horas
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El micelio —la red de filamentos (hifas) que conforman la parte vegetativa de los hongos— está siendo utilizado cada vez más como un material idóneo para el diseño de interiores, la arquitectura y la construcción, denominándose a dicha tendencia como ‘micotectura’. Este puede crecer sobre sustratos orgánicos, colonizándolos y sirviendo como una suerte de pegamento natural que da cohesión al material.

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La mezcla resultante se coloca en moldes que pueden adoptar la forma deseada, como ladrillos, bloques, tabiques, placas acústicas, aislamientos e incluso mobiliario o elementos de decoración como lámparas. Cuando el material ha llegado a la densidad y forma que se buscaba, en muchos casos se deshidrata para parar su crecimiento.

Su gran ventaja es que, al ser un material vivo, el micelio puede autorrepararse, autorreplicarse y ser mejorado con otros materiales como metales y melanina.

Otro punto positivo es que esta red de filamentos de los hongos tiene la capacidad de almacenar CO2 durante su crecimiento, para una compensación neta de carbono en la construcción, llegando a secuestrar carbono en algunos casos. Durante su desarrollo, el micelio captura el doble de su peso en CO2, compensando las emisiones asociadas a materiales tradicionales, como el hormigón o el plástico.

Teniendo en cuenta que el entorno construido es actualmente el responsable de casi el 40 % de las emisiones de CO2 generadas durante su construcción, utilización, renovación y demolición (según datos de la Comisión Europea), esto supondría una gran ventaja en la arquitectura del futuro.

Alta resistencia y durabilidad

Los materiales hechos a base de micelio son, además, muy resistentes, pudiendo llegar a durar muchos años si están convenientemente protegidos. Sin embargo, para ello necesitarían recubrimientos sintéticos, ya que en caso contrario este podría “degradarse de forma natural en semanas o meses”, según explica para SINC Pablo Muñoz, profesor del Máster en Construcción Sostenible y Circular de ZIGURAT Institute of Technology y Co-founder y CEO de Espacios Evalore.

“El micelio es biodegradable, ligero, ignífugo, aislante térmico y acústico, y puede cultivarse a partir de residuos orgánicos como paja, serrín o restos agrícolas. Esto lo convierte en un material regenerativo y de bajo impacto ambiental, alineado con los principios de la economía circular”, destaca.

Según aclara Muñoz, a diferencia de otros biomateriales, el micelio se auto-ensambla al crecer. Esto permite su cultivo directamente en moldes con formas arquitectónicas, reduciendo residuos de fabricación. Además, se nutre de residuos, lo cual “le da un valor ambiental añadido frente a materiales que requieren cultivos específicos o extracción intensiva”.

Jane Scott, investigadora que lidera el grupo de investigación de Textiles Vivos en el Hub de Biotecnología de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), comenta que el micelio crece de manera muy rápida y es “excelente para unir materiales de sustrato, formando enlaces extremadamente fuertes. Los compuestos de micelio se pueden cultivar en pocos días”, añade.

Scott y su equipo han trabajado en BioKnit, un proyecto de compuestos textiles de micelio para redefinir los interiores de los edificios, considerando “cómo el proceso de crecimiento puede permitir el diseño de espacios interiores multifuncionales con elementos integrados, como asientos, diseñados a medida para cada espacio”.

Este grupo de investigadores ha desarrollado Mycocrete, una pasta que se puede inyectar en tubos de tejidos sin que se deformen y que tiene una aplicación directa en la construcción ligera y sostenible.

Para validar el sistema han llegado a construir estructuras de hasta 3 metros de altura compuestas por tubos delgados de punto rellenos con la citada pasta. Sus pruebas han mostrado una mejora significativa en resistencia a tracción, compresión y flexión frente a otros biocompuestos de micelio convencionales.

“Hemos descubierto que el uso de tejidos de punto 3D mejora notablemente el rendimiento mecánico del compuesto de micelio. Si bien el micelio posee una buena resistencia a la compresión, el tejido de punto mejora notablemente la resistencia a la tracción y modifica la forma en que el material se rompe”, apostilla la experta en textiles vivos.

Desafíos y límites

No obstante, los compuestos a base de micelio todavía presentan varias limitaciones que dificultarían su uso generalizado. Andrew Shea es profesor asociado de Física de la Construcción del departamento de Arquitectura e Ingenieria Civil de la Universidad de Bath, además de uno de los participantes en el proyecto INBUILT, financiado por Horizon Europe y que busca reducir la huella de carbono de los edificios mediante productos y sistemas innovadores.

En conversaciones con SINC Shea alerta de que el crecimiento del hongo puede ser sensible a la humedad y temperatura y el material puede contaminarse durante el proceso con mohos o bacterias no deseadas. El desafío principal estaría en que deben protegerse de la intemperie, al igual que ocurre con la construcción con madera. Asimismo, destaca que el micelio tiene una resistencia limitada en comparación con materiales como el hormigón.

En este sentido, Muñoz insiste en que requeriría de tratamientos o combinaciones con otros materiales para mejorar sus prestaciones y adaptarse a entornos con mayores exigencias.

“Hoy en día no tienen capacidad para ser elementos portantes principales en estructuras permanentes, pero sí pueden soportar su propio peso o cargas ligeras en estructuras auxiliares o temporales. En el futuro, con materiales híbridos o refuerzos naturales, podrían evolucionar hacia soluciones más robustas”, afirma el docente en construcción sostenible.

En opinión de Shea es poco probable que estas estructuras soporten edificios de varios pisos ya que “se necesitarían aumentos de resistencia de varios órdenes de magnitud, lo que requeriría una mayor densidad, lo cual, a su vez, afectaría negativamente su rendimiento como aislante. Los compuestos de micelio tienen una resistencia a la compresión de aproximadamente 0,2-1 MPa, mientras que el hormigón ronda los 30 MPa”, aclara.

Cuestión de especies

En la naturaleza no todos los hongos crecen con estas protuberancias filamentosas y no todos los tipos que se desarrollan como micelio son adecuadas para la producción de estos materiales de construcción. “La selección de especies es importante para la formación exitosa de compuestos de micelio”, insiste Bath.

En su opinión “los hongos son un reino increíblemente diverso” e incluso en aquellos que crecen como micelio “sus estructuras, patrones de crecimiento y capacidades enzimáticas pueden variar”.

Un ‘combo’ apropiado es clave. “Diferentes hongos tienen distintas preferencias de sustrato y funcionan mejor cuando se combinan con materiales específicos de desecho agrícolas u orgánicos. Por ejemplo, algunas especies prosperan con paja, mientras que otras crecen más eficazmente en aserrín u hojas de maíz”, insiste Shea.

En el caso de mycocrete han requerido de micelio de rápido crecimiento capaz de formar redes miceliares fuertes. Por eso se han servido de Ganoderma Lucidum y han probado Trametes Versicolor como alternativa. “Necesitamos variedades de rápido crecimiento, especialmente cuando cultivamos en condiciones no estériles, para reducir la posibilidad de contaminación”, señala Scott.

No obstante, la modificación genética puede producir beneficios en este sentido. Pablo Muñoz menciona la existencia de varias líneas de investigación abiertas en biología sintética “que permiten modificar el ADN de los hongos para ajustar su velocidad de crecimiento, densidad, capacidad de unión o incluso resistencia al fuego y la humedad. El potencial es enorme”, asevera.

Más allá de la Tierra

El micelio también podría ayudar a la construcción de nuevas estructuras arquitectónicas en el espacio, permitiendo el ahorro de billones de dólares al generar la mayoría del material en el destino en lugar de tener que transportarlo desde la Tierra.

El proyecto Mycotecture Off Planet de la NASA plantea la generación de estructuras a partir de hongos para que se conviertan en los hogares de la humanidad en las estrellas.

El trabajo está liderado por Lynn Rothschild, investigadora sénior del programa Ames de la NASA y financiado por el programa de Conceptos Avanzados Innovadores (NIAC) de la agencia. El proyecto propone que en lugar de llevar las ‘casas a cuestas’ en la exploración espacial estos hogares se ‘hagan crecer’ in situ. La investigadora defiende que una vez se llegue a la Luna, Marte o más allá se aproveche el micelio para cultivar esos hábitats.

Una vez los exploradores se establecen en estos destinos espaciales desplegarían una estructura básica. Simplemente bastaría con añadir agua para que los hongos crezcan alrededor de la misma para formar un hábitat humano completamente funcional.

En su tercera fase, y tras haber obtenido 2 millones de dólares adicionales de financiación, el equipo de Myco-NIAC ya está trabajando para probar sus materiales fúngicos en órbita terrestre baja, en el exterior de la Estación Espacial Internacional.

Christopher Maurer es arquitecto principal en Redhouse Studio, una firma implicada en este programa de hábitats autocrecientes fuera del planeta de la NASA. Este asegura que han creado ‘micomateriales’ que se encuentran “entre los mejores aislantes térmicos y escudos de radiación conocidos”.

Solución para mejorar comunidades

Maurer es muy optimista y está convencido de que “dentro de los próximos 10 años veremos materiales lo suficientemente fuertes para construir puentes y hasta rascacielos”.

Maurer también es fundador de MycoHAB, una startup puesta en marcha por Redhouse en colaboración con investigadores del MIT que en 2023 construyó en África la primera vivienda autoportante del mundo usando bloques de micelio.

En Namibia el arbusto Acacia mellifera es una especie que ha invadido vastas áreas, contribuyendo a la desertificación y al agotamiento de recursos hídricos. Este arbusto es triturado y usado como sustrato para cultivar hongos ostra. Sus residuos son prensados para formar bloques que resulten estructuralmente sólidos y se pueden usar para construir viviendas asequibles y sostenibles.

No obstante, poco a poco el micelio va demostrando sus grandes posibilidades también en entornos más urbanos. “En Cleveland estamos desarrollando una tecnología/empresa llamada Biocycler que utiliza hongos para reciclar y remediar residuos de construcción y demolición. El objetivo final es reciclar hogares y comunidades enteras”, concluye el fundador de Redhouse.

Para saber más: Astronautas en tierra colombianos buscan mejorar las condiciones de vida en el espacio

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