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Más que comercio, un centro de encuentro

Sandiego inauguró hace cinco décadas una sólida tradición de

centros comerciales que aún hoy hace protagonista a la ciudad en el país.

  • FOTO SSTOCK
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18 de noviembre de 2022
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Hasta entonces, todo sucedía en Junín. Comerciantes y empresarios abrían tiendas y cerraban tratos; amigos y enamorados se encontraban allí para lolear. El centro de Medellín venía transformándose en las últimas décadas, pero aún articulaba la vida social y comercial. Por esto, fue tal la novedad cuando en 1972 Medellín se vio desde otro punto. El 3 de noviembre Sandiego abrió sus puertas y, por primera vez, el centro se movió a la periferia.

Para entonces, Medellín era una villa grande de poco más de un millón de habitantes. El inicio de la avenida Las Palmas se ubicaba en el extramuro sur de la ciudad y, un par de meses atrás, nadie se imaginaba viajando hasta allá para visitar el primer centro comercial de la capital de Antioquia y del país: una idea que habían traído de sus viajes los empresarios Rodrigo Mora Montoya, Sergio Londoño Uribe y Rodrigo Restrepo.

“No se conocía nada igual. Lo más parecido eran las filas de locales comerciales que compartían un mismo parqueadero, pero no estaban pensadas como hoy conocemos al centro comercial: corredores por donde la gente camina, compra y se siente tranquila porque hay seguridad, bancas donde sentarse y se vuelve más familiar que simplemente un sitio de comercio”, explica Jaime Arango, director de la actual Junta Administrativa del Centro Comercial y una de las mentes que orquestó la idea.

Arango terminaba su trabajo con la multinacional Sears luego de que esta cerrara sus operaciones en Colombia, cuando recibió una llamada de sus antiguos compañeros de colegio. Con su empresa Calzado Juventud, integró el grupo de comerciantes que creyeron en la visionaria idea que cumple 50 años, contra todo pronóstico.

“Preguntaban qué eran esas caballerizas que estábamos haciendo a las afueras de la ciudad porque las puertas eran como para entrar un caballo y la vitrina era como por donde sacaban la cabeza los animales. Era un modelo comercial completamente nuevo, no solo para Medellín, sino para toda Colombia”, asegura.

Tan revolucionaria como cuestionada fue durante meses semejante idea. De 84 locales que contemplaba el lugar, solo 54 estaban ocupados. La mercancía predominante: calzado, ropa de mujer y de hombre y un negocio de obleas que aún humedece los paladares de quienes lo recuerdan. Los locales desocupados cubrían de papel sus vidrieras y los meses pasaban sin suficiente público en los corredores. El declive parecía inminente cuando Arango tuvo una peculiar idea que aún hoy expresa el espíritu del lugar.

Un lugar para disfrutar

“Los centros comerciales no son para comprar, son para divertirse”, explica Arango, con la llave de su éxito en la palabra. Después de un año y medio de cuentas negativas y saldos rojos, el joven empresario propuso la idea de atraer a las familias por sus integrantes más especiales: los pequeños de la casa.

Así nació la idea de adquirir 20 triciclos y ponerlos al servicio de los pequeños visitantes. “Traiga a sus niños a montar en triciclo a Sandiego”, empezaron a rezar las vallas publicitarias a lo largo y ancho de la ciudad y, poco a poco, pedaleo a pedaleo, las familias empezaron a llegar.

Atraído por la diversión, la comodidad y la seguridad, el público de Sandiego fue llegando para quedarse. Las familias venían a conocer la novedad, mientras por los pasillos rodaban triciclos. Desde entonces se fortaleció la noción de traer jalonadores, es decir, atractivos que llevan al público a los centros comerciales para mucho más que comprar. Con los años, Sandiego le fue apostando a la idea con espacios de buena comida, naturaleza y eventos de ciudad como las exposiciones de bonsáis.

Nuevos espacios de ciudad

Los locales de Sandiego fueron ocupándose a la par que la ciudad se transformaba. Los papeles caían de las vidrieras y corría la década de los 70. Medellín se transformaba de gran villa a urbe.

Empresarios de la ciudad y de otras ciudades observaron el modelo y lo reprodujeron agregando virtudes. Así nacieron, en 1979, los centros comerciales Camino Real y Oviedo. El primero, en el corazón de la ciudad, frente a la recién estrenada Avenida Oriental, y el segundo en la Avenida El Poblado, que ya era muestra del desarrollo urbanístico de una de las zonas comerciales más importantes para la futura ciudad.

Con Unicentro se introdujo en 1991 un formato más grande que incluyó escaleras eléctricas y paredes de mármol. Su inauguración fue un hito de ciudad. Cuatro niveles con 268 locales fueron inaugurados con la presencia del presidente, el gobernador y figuras políticas que aterrizaron en helicóptero sobre el campus de la Universidad Pontificia Bolivariana.

Hoy son más de 30 en la ciudad, y han adquirido gran relevancia para el desarrollo económico. “Los centros comerciales son marcas empleadoras. Nosotros tenemos alrededor de 1.500 personas empleadas y una amplia diversidad de servicios que incluyen entretenimiento, gastronomía, servicios bancarios, divisas, moda y deportes”, explica Leonor Márquez, gerente de Unicentro.

Para el futuro del modelo, augura progreso. “Somos una ciudad emprendedora por naturaleza y todavía tenemos mucho potencial de crecimiento y fortalecimiento para este tipo de empresas”.

Arango coincide con ella, y explica que el potencial de la ciudad está en la oferta de experiencias. “Hoy, 50 años después, los centros comerciales son un lugar atractivo para venir a divertirse. Actualmente, hablamos de nuestros visitantes, no nuestros compradores”

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centros comerciales dinamizan la economía y atraen

cada día más visitantes.

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