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Personajes como Shakira y Obama dan nombre a algunas especies, ¿qué tan perjudicial es para la ciencia?

Políticos, cantantes y familiares son la inspiración actual para denominar descubrimientos científicos.

  • Shakira y la avispa Aleiodes shakirae. Obama y la araña Aptostichus barackobama.
    Shakira y la avispa Aleiodes shakirae. Obama y la araña Aptostichus barackobama.
30 de mayo de 2022
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Shakira, Bob Marley y Barack Obama ya no solo figuran en los pósters de conciertos y películas, también lo hacen en las revistas científicas dándole nomenclatura a especies de animales y vegetales recién halladas.

La avispa Aleiodes shakirae, por ejemplo, descubierta en 2014, hace alusión a la cantante barranquillera y su movimiento de caderas. Su aspecto es el de una termita con alas, amarilla y diminuta como una moneda de cien pesos. Para reproducirse, la madre coloca los huevos dentro de una oruga, que se retuerce al ser devorada, desde dentro, por los bebés. Su sufrimiento hace que simule los movimientos de la danza del vientre.

La araña trampera Aptostichus barackobamai, descubierta en 2012, es robusta y café, rara vez vista por ojos humanos porque habita en madrigueras subterráneas, construye trampas con tierra, arena y seda tras las que se oculta y se abalanza sobre sus presas.

Bob Marley, por su parte, da nombre a un crustáceo descrito también por primera vez en 2012: el Gnathia marleyi. Microscópico y aventajado, habita las aguas del mar Caribe, se esconde en escombros de corales y en algas para acercarse sigiloso a los peces e infestarlos. Son chupadores de sangre, similares a las garrapatas terrestres y pueden vivir sin comer casi tres semanas. “Nombré a esta especie, que es verdaderamente una maravilla natural, en honor a Marley, respeto y admiro su música. Además, esta especie es tan caribeña como él”, dijo entonces el descubridor del crustáceo, Paul Sikkel, biólogo marino y científico de la Universidad Estatal de Arkansas.

Así, a medida que avanza el inventario de la biodiversidad de la Tierra, también crece el número de especies a las que se les dan nombres absurdos, graciosos, e incluso, sexistas.

A propósito de este fenómeno, que se extiende entre científicos de todo el mundo y en todas las ramas de la taxonomía biológica (ciencia que estudia el orden, método y jerarquía de los organismos), la revista científica The Royal Society, publicó a mediados del mes de mayo los resultados de un estudio hecho por investigadores de Nueva Zelanda, para el que hicieron seguimiento de la denominación de casi 2.900 nuevas especies de parásitos helmintos (similares a pequeños gusanos) descritas en las últimas dos décadas.

Además de encontrarse con nombres de personajes famosos, vieron que predominan nombres de científicos hombres (un sesgo de género) y un aumento en la tendencia de nombrar nuevas especies en honor a miembros de la familia o amigos cercanos.

Qué tanto se puede volar

La acuñación de nombres de especies está sujeta a reglas muy básicas, por eso la imaginación de los científicos y taxónomos puede no tener límites ni modestias.

De acuerdo con la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN, por sus siglas en inglés), la denominación debe hacerse siguiendo dos parámetros: primero, debe ser en latín y segundo, debe tenerse en cuenta la nomenclatura binominal, es decir, el nombre debe estar antecedido por el género (grupo), que para el caso de la abeja llamada en referencia a Shakira sería Aleiodes, precedida de la especie (unidad básica), que para el caso sería shakirae.

“Normalmente, cuando uno descubre un microorganismo, planta o animal, es inusual que sea una especie que no tenga ningún pariente (un género al cual unirla)”, señala Francisco Javier Díaz, virólogo y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, “por otro lado, la norma de que sea en latín es histórica, desde que Carlos Linneo inició la taxonomía moderna en el siglo XVIII”. Con el latín se garantiza que sea una denominación “neutra” y universal, pues hay investigadores en distintas partes del mundo que hablan distintos idiomas.

La libertad es entonces casi total. Los investigadores pueden expresar su creatividad y estampar sus preferencias en el nombre de la forma de vida descubierta. Al respecto, la investigación reseñada encontró que los nombres de los descubrimientos de las últimas dos décadas podían agruparse en cinco categorías: nombres basados en la morfología (601 de las especies analizadas), es decir, nombradas según su tamaño o ciertas características anatómicas; según el nombre del hospedante (550 especies), es decir, según el nombre común o en latín del animal en el que se insertan; según la localidad de recolección (616), es decir, de acuerdo con el lugar en donde se encontró (lago, isla, país, ciudad, etc); según el nombre de un científico eminente (596); y finalmente, según “otra razón” (528), es decir, características que no encajan en los conjuntos anteriores.

En definitiva, el análisis lo que logra es descubrir una serie de sesgos que “podrían usarse como un punto de partida para repensar cómo los científicos nombran las nuevas especies”, dice Robert Poulin a la revista Nature, coautor del estudio y parasitólogo ecológico de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda.

Los descubrimientos

Cuando se le da un nombre a una especie, se le da para siempre. Cambiarlo implica un trámite largo que no cualquiera estaría dispuesto a desarrollar, “de ahí que valga la pena pensar un poco en los nombres que elegimos”, agrega Poulin.

A día de hoy, de acuerdo con los hallazgos de la investigación, los nombres que eligen los científicos dicen más sobre los investigadores que sobre el propio organismo, hay una tendencia creciente a inmortalizar las identidades de amigos y familiares, y una gran porción de los nombres de tipo “homenaje” hacen referencia a hombres científicos y no a mujeres científicas (de las 596 especies bautizadas en honor a científicos reconocidos, solo el 19 % hace referencia a mujeres, un porcentaje que se ha movido poco a lo largo de los años).

Esto podría explicarse en razón de que hay una “escasez histórica” de figuras femeninas en el campo, sin embargo, acota también para la revista Nature, Tanapan Sukee, parasitóloga de la Universidad de Melbourne en Australia, otra posibilidad es que el trabajo de las mujeres simplemente no es reconocido ni valorado.

En cuanto al alza en la cantidad de parásitos con nombres de amigos y familiares, el estudio encontró que incluso las mascotas también se han vuelto protagonistas. Uno de los ejemplos es el parásito Rhinebothrium corbatai, que lleva el nombre del terrier galés del primer autor del descubrimiento: Corbata.

¿Cómo deberían nombrarse?

Al final, los autores de la investigación neozelandesa dejan algunas sugerencias para nombrar las especies que sean descubiertas a futuro, con el fin de evitar lo que ellos denominan “nepotismo y amiguismo etimológicos”, sin censurar la creatividad.

En primera instancia recuerdan que la ICZN recomienda nombres eufónicos y memorables, de manera que los taxónomos deberían apuntarle a nombres simples. Luego de esto, continúan, si se quiere hacer honores a un investigador del campo, podría procurarse que haya inclusión con respecto al sexo, la etnia y demás facetas de la diversidad humana. “Los científicos, especialmente los taxónomos, rara vez reciben el reconocimiento que merecen, por lo tanto, honrarlos llamando a nuevas especies en su honor, es una recompensa justa”, dicen. Así mismo, puntualizan, si el nombre de un investigador ya está inmortalizado en dos o tres especies, no necesitaría más reconocimiento.

De otro lado, sugieren que no se nombre haciendo referencias a celebridades, políticos, atletas o artistas, pues aunque esta práctica puede llamar la atención de medios de comunicación y la opinión pública en torno a la importancia del descubrimiento de especies y la biodiversidad, “a diferencia de los científicos, las celebridades ya alcanzan fama y reconocimiento sin que su nombre sea inmortalizado en una nueva especie”, y en un sentido similar, argumentan que sería favorable desalentar el bautismo según el nombre de familiares.

Todas estas recomendaciones, aclaran, no pretenden sofocar la inspiración, sino canalizarla, de manera que se honre la pluralidad de la comunidad científica y se avance con sentido en la construcción del inventario de la biodiversidad del planeta

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