En el tercer piso de uno de los edificios de la ciudadela universitaria de la Universidad de Antioquia se encuentra la Colección de Ciencias Naturales del Museo Universitario en el que están preservados alrededor de 37.000 especímenes que se reúnen en distintos grupos de mamíferos, insectos, moluscos, rocas, minerales y una colección pequeña de semillas de palmas.
Algunas de las rocas son partes de asteroides que atravesaron la atmósfera terrestre. De los animales, la mayoría son nativos de Colombia del bosque andino, el caribe, del Magdalena Medio y la costa norte del país. Otros, los más exóticos, fueron traídos de distintos lugares del mundo.
En estos 80 años de la Colección de Ciencias Naturales, que se consolidó como Museo en 1942 con la donación del filántropo Leocadio María Arango, el material conservado ha funcionado para procesos educativos con colegios y universidades y de investigación para los científicos interesados en las distintas manifestaciones de vida.
“Es una joya de la ciencia que existe en Medellín, una biblioteca 3D que resguarda la vida. Es un espacio que le apuesta a la conservación de distintos animales y especímenes como fósiles, piedras y minerales para que las personas comprendan el papel que cumple cada especímen en los ecosistemas. Todos son importantes”, dice Fernando Valencia Vélez, curador de la Colección por más de 30 años.
Conocer la importancia de la biodiversidad del país (y el mundo) es esencial para que la humanidad se haga cargo de una de las problemáticas que más preocupa a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que es la pérdida de la biodiversidad en el mundo, lo cual está afectando los servicios ecosistémicos que ofrece el planeta a los humanos. Tan solo en Colombia hay 1.302 especies amenazadas.
Toda una joya
Esta Colección de Ciencias Naturales se puede entender como una biblioteca viva que conserva especies que en algún momento estuvieron en el país, ya sea porque fueron traídos por el comercio, ahora ilegal, al Zoológico Santa Fe (hoy Parque de la Conservación) o porque por azares llegaron por los mares, como unas ballenas que llegaron al Golfo de Urabá en la década de los 60.
Los restos de estos mamíferos acuáticos quedaron en Medellín. Una está en la U de A, pero solo se exhibe su gran mandíbula que se confunde con la de un dinosaurio dispuesta en la sala principal del Museo.
No su esqueleto completo porque en la década de los 80 le pusieron un petardo y se dañó parte del esqueleto. La otra ballena, la compañera, se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de la Salle del ITM, completa.
Los animales conservados en la Colección cuentan historias. Algunos vivían en el Zoológico de Santa Fe y en épocas pasadas eran visitados por las familias antioqueñas y los demás visitantes. En el Museo se encuentran camellos, leones, hipopótamos, jaguares, tigres, osos, emúes, distintas aves, chimpancés y hasta tortugas gigantes conservadas que en su momento vivieron en lo que era el Zoo en Medellín y los abuelos los recuerdan, incluso con nombre propio.
En una esquina del paisaje naturalizado que recrea un ambiente salvaje en el que los animales parecen estar luchando por su territorio, cazando y jugando, se encuentra una tortuga estática: la última gigante de Galápagos que vivió en Colombia, de un tamaño entre 1.30 y 2 metros.
Por la naturalidad y detalle de sus rasgos, pareciera que vive así, aunque haya fallecido hace 20 años. Los guías la recuerdan en vida cuando estaba en el Zoo y le decían de cariño Jorge o George.
Otro animal del que queda rastro en el Museo y que evoca historias de épocas pasadas es el esqueleto completo de la chimpancé Agripina que vivió en la década de los 70 en el zoo de la ciudad.
Era un atractivo para las personas porque tenía la costumbre de fumar tabaco y las personas le tiraban cigarrillos para que ella no se enojara y tirara sus heces. Ahora, en la Colección, quedan sus huesos exhibidos en la sala principal y se logra ver su figura símica y unos dientes amarillos (quizás por el cigarrillo o por el paso de los años).
Es indiscutible que lo que se hacía con Agripina ahora no es bien visto, teniendo en cuenta los avances que se han logrado por los derechos y protección de los animales. Pero en eso consiste un Museo: resguardar la memoria de lo que eran en su totalidad las épocas pasadas, hasta lo malo y lo diferente que ahora pareciera una locura.
De evocar y proteger el pasado igual se encargan los fósiles que están dentro de la Colección. En una sala oculta a la que solo entran empleados e investigadores están algunos protegidos en cajones con su respectiva etiqueta que contiene información de las especies que existieron hace mucho tiempo pero ya están extintas y solo queda su rastro.
Hay desde un colmillo de un megalodón (de la familia del tiburón) que vivió hace más de 2 millones de años en la era cenozoica o dientes de mastodontes, también extintos, hasta rastros de Amonites que eran moluscos que existieron hace 66 millones de años a finales del Cretácico. Hay maderas fosilizadas, producto del tiempo, porque su tronco se transformó en mineral convirtiéndose en pesadas piedras difíciles de cargar.
“Los fósiles son la evidencia de que algunas especies que ahora no existen, lo hieron en un momento determinado de la historia. Esto hace que las personas se cuestionen por qué desaparecieron y qué hay que hacer para que este tipo de pérdidas de especies no vuelvan a suceder. Todo eso surge de una Colección como esta”, reflexiona Eliana Yepes, bióloga y coordinadora de registro de las Colecciones.
Además del paisaje naturalizado donde hay osos, tigres, leones, jaguares, hipopótamos, emúes y otros, también hay dioramas dedicados exclusivamente a los ecosistemas acuáticos en los que se exhiben tiburones, medusas, peces, caballos de mar, pulpos, esponjas y demás. También hay de aves y de insectos.
No es lo único: en la Colección de Ciencias Naturales hay un rincón donde abundan los planetas. Para el Museo es importante que las personas conozcan un enfoque de la astronomía poco conocido, porque esta ciencia no es solo mirar hacia arriba sino también comprender los orígenes de la vida. “Nosotros ahondamos en el origen del universo y de qué manera se desarrolló la vida en la Tierra”, dice Fernando Valencia Vélez.
Más allá de lo que se exhibe para los visitantes hay un salón destinado para los especímenes con los que se puede hacer investigación. En cajones y estanterías hay pieles de estudio de aves, mamíferos y hasta insectos conservados en seco (como distintas mariposas), fósiles y especies que se conservan en tarros con líquido.
Técnicas de conservación
Hay diversas maneras de preservar los animales y tratar de que duren centenios o siglos preservados. En la Colección de Ciencias Naturales se usan diferentes métodos para mantener estas especies. Los que están exhibidos son los que, se dice, están naturalizados. La preparación de ellos los hace un taxidermista (quien diseca animales), los embalsama y se exhiben en la sala principal para que los visitantes noten características como el tamaño, textura y formas de estos animales.
“Se recrean poses naturales de lo que sería su movimiento en vida para dar la sensación de realidad”, explica Vélez Valencia. A estos animales al morir les quitan sus órganos y los naturalizan con fibra de vidrio.
“Este tipo de preservación es fiel a lo que eran los animales en vida. Es sorprendente y las personas vienen a ver los detalles de sus rasgos, de animales que difícilmente verían en otro momento como lo son los camellos”, explica Yeferson Velosa, auxiliar del Museo.
También hay envases de vidrio con especies que se introducen en un líquido que es alcohol al 70 %, anteriormente se usaba formol pero ya no porque se demostró que es dañino para los investigadores y empleados de estos Museos.
Estas especies en envases (destinados solo para la investigación) son diversos y distintos de los que se exhiben: desde peces, roedores, insectos, artrópodos hasta fetos de mamíferos como gatos, perros, vacas, cerdos y hasta el de un humano y están dispuestos para cualquier investigador que haga la gestión para estudiar las especies. En algunos de los envases, por la preparación del feto, flotan sus órganos, para que los investigadores aprendan sobre sus cuerpos por dentro.
Otro tipo de conservado valioso para la investigación es el de las pieles de estudio como las de las aves. Al morir las rellenan de paja, arena, balso o icopor preferiblemente.
La bióloga Eliana Yepes resalta el valor de la investigación en la Colección. Una vez un investigador de aves visitó el Museo y desarrolló una investigación sobre las aves mayo (mirlo piconegro) y observó distintos patrones en los plumajes de esta especie dependiendo de la migración de cada uno de los individuos.
Dentro de la Colección se albergan varios individuos de una misma especie para este tipo de estudios en variación del plumaje, características del color, formas del pico y más. Cada uno de los especímenes cuenta con una etiqueta en la que se escriben las características del animal apenas entra y esto permite que haya un registro de cada uno de ellos. Hasta se escribe el color con el que entró, porque a veces con los años se va degradando.
El Museo recibe muchas solicitudes de ingreso de especies encontradas, pero no todas las reciben, dice Elisa. A veces consideran que pueden estar mejor en otras colecciones de la institución enfocadas específicamente en esas especies. El fuerte de esta son las aves y las mariposas, pero también hay muchas más, como ya se dijo. Lo que más ingresan son especies de aves. Este año, calcula, entraron alrededor de 100 individuos.
Sostener en el tiempo una Colección de vida es difícil porque está el riesgo de que aparezcan plagas como ácaros, polillas, moscas, cucarachas que van en búsqueda de los cuerpos muertos de los animales. Por eso se deben mantener en una temperatura de 20 °C porque en el calor proliferan estos bichos. Sin embargo, dice, hay hongos a los que no les importa la humedad. Ella junto con los demás empleados, son los guardias que protegen la Colección de estos villanos intrusos que amenazan con la conservación de la biodiversidad, pero no son los únicos. A los vivos también hay que cuidarlos.