En países como Estados Unidos, México, Brasil, Australia y Reino Unido ha surgido la figura del doula del final de la vida. Esta, especie de “comadrona”, acompaña brindando apoyo emocional, físico y logístico a la persona que atraviesa el final de sus días. Comparte oraciones y meditaciones según las creencias, ayuda a escribir cartas o a realizar videos póstumos, comunica a familiares detalles sobre cómo se desea el funeral; pero, sobre todo escucha para ayudar a navegar por momentos de incertidumbre y temor.
Según el Global Wellness Summit, este nuevo oficio nace por dos razones. Primero por el interés de explorar diferentes tradiciones espirituales, eligiendo elementos de varias religiones y filosofías para complementar las propias, fenómeno que Harvard Divinity School llama “espiritualidad híbrida”. La segunda razón tiene que ver con la búsqueda de un bienestar mental y físico que plantea un “morir bien” y que impulsa a los individuos a participar activamente alrededor de la muerte antes, durante y después.
Este afán se traduce en rituales y procesos de duelo personalizados, elaborados según las necesidades de cada uno. Desde funerales celebrados en vida, pasando por retiros espirituales, meditaciones, conmemoraciones a través de la naturaleza, viajes, bonos o la creación de fundaciones.
Muchas de estas acciones son parte del duelo y se ajustan a nuestra personalidad o a la relación con la persona fallecida. Por ello es clave durante este periodo “abrazar el dolor, sin juzgar las emociones, poder expresar los sentimientos”, afirma Sandra Tamayo, psicóloga clínica directora de la Clínica del Duelo. Cualquiera sea el medio (presencial, virtual o incluso individual) hay que saber comunicar para escribir una carta, relatar anécdotas y ser asertivos con quienes nos rodean. En talleres como los realizados por Pleia para quienes han perdido a su mascota, invitan a contar cómo era o qué hacía. Jorge Zapata, psicólogo clínico y especialista en duelo, explica que esto permite “resignificar la relación con el ser querido. No es un final, pero otra forma de decir hola, un encuentro distinto”.
Y es que los símbolos logran cambiar el concepto de la muerte. “En lo espiritual no existe porque es una transición del alma hacia otro plano. Si la persona trasciende, los rituales, más que cerrar un ciclo, son un medio para agradecer y honrar la presencia en la tierra, quitando el peso de la despedida o el adiós para siempre”, dice Juana Estrada de la fundación Salomé salva una vida, creada a partir de la pérdida de su bebé a causa de la tosferina.