Cuando a Mary Luz Álvarez le entregaron a su hijo Daniel olvidó por completo todas las vicisitudes que habían tenido que pasar antes de llegar a él, olvidó también que no era hijo de ella biológicamente, y de ahí en adelante lo amaría y cuidaría como si hubiera salido de su propio vientre. “Si yo hubiera sabido lo maravillosa que es la adopción, nunca me hubiera sometido a un tratamiento de fertilidad”, comenta. Su familia es igual a cualquier otra, no porque sus dos hijos sean adoptados tienen un tratamiento especial o evitan el tema, de hecho, lo tratan con naturalidad frente a los pequeños y se han convertido en una voz de apoyo para todas las familias de su entorno que piensan en la adopción como la forma de completar su núcleo familiar.
Para Mary Luz y su esposo, Jorge Correa, fue mejor la experiencia del proceso de adopción que los tratamientos de fertilidad a los que recurrieron. Para ellos, estos tratamientos son muy fríos, tensionantes y dañan la relación de pareja, que termina por girar en torno a ese único tema. En contraste, la decisión de adoptar los liberó de las presiones y les permitió conocer historias muy humanas de otras familias que habían pasado por el mismo proceso, además de prepararse para ser padres con los talleres a los que debían asistir a la espera de que surgiera la oportunidad para ellos.
“No hay un tiempo definido para la entrega de un niño, las instituciones se fijan en las características de los pequeños que vayan ingresando al sistema y los asignan a las familias más idóneas para sus necesidades”, comenta Jorge, “además, la legislación colombiana exige que antes de entregar a un niño en adopción se busque a su familia hasta el sexto grado de consanguinidad”, complementa Mary Luz, lo que puede llegar a ser un problema para los niños hasta convertirse en hijos del Estado, según ha estudiado la abogada Beatriz María Arango en un grupo especial sobre el tema en la Universidad Pontificia Bolivariana.
“La adopción no es una obra de caridad y tampoco es un derecho de los adultos, es a los niños a los que se les busca garantizar el derecho de tener una familia”, comenta Pilar Gómez, directora de la Casita de Nicolás, institución donde Mary Luz y Jorge hicieron su proceso, primero el de Daniel y luego el de Celeste. “Las familias que recurren a la adopción están más preparadas que las demás familias para ser padres, pues deben pasar por un largo proceso de preparación que deja a muchos en el camino y realmente quedan quienes están capacitados para el cuidado de un niño”, concluye.
Desde la preparación, las familias tienen claro que los niños deben saber desde el principio que son adoptados, no como una verdad revelada sino como un suceso tan natural como su propio nacimiento y que esto no los hace diferentes a los demás. Daniel, el hijo mayor de Mary Luz y Jorge lo tiene muy claro, y habla con tranquilidad de la situación. Cuando en el colegio le asignaron la tarea de crear un álbum con su historia de familia explicó a sus compañeros que no podía tener en él una foto de su mamá en embarazo porque él no había salido de la “barriga de su mamá sino de su corazón”.
Requisitos para adoptar:
- Pueden adoptar según la legislación colombiana los esposos o parejas formadas por un hombre y una mujer estables por 2 años.
- Adopción individual. También pueden adoptar las personas solteras, viudas o separadas; el guardador al pupilo y el cónyuge al hijo de su pareja.
- Ser plenamente capaz. La persona debe contar con condiciones mentales óptimas para garantizar los derechos del niño que será adoptado.
- Edad adecuada. El adoptante debe tener mínimo 25 años y al menos 15 años más que el adoptable. Hay tablas que determinan las edades óptimas.
- Prelación. La legislación colombiana apunta a que los niños encuentren a su familia, de no ser así tienen prioridad las familias nacionales.
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