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K2-18 b: el planeta donde la Nasa halló el indicio más fuerte de actividad biológica

La posibilidad de vida fuera de la Tierra volvió al centro del debate científico tras la publicación de un estudio en The Astrophysical Journal Letters, en el que un equipo de la Universidad de Cambridge, con datos del Telescopio Espacial James Webb de la Nasa, identificó en la atmósfera de un exoplaneta una señal química difícil de explicar sin recurrir a procesos biológicos.

  • Concepto artísitco de K2-18 b, un exoplaneta ubicado a 124 años luz de la Tierra. FOTO cortesía Nasa
    Concepto artísitco de K2-18 b, un exoplaneta ubicado a 124 años luz de la Tierra. FOTO cortesía Nasa
16 de diciembre de 2025
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La posibilidad de que la vida no sea un accidente exclusivo de la Tierra dejó de ser una especulación filosófica para convertirse en un problema científico concreto, pues un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge, con datos del Telescopio Espacial James Webb de la Nasa, identificó en la atmósfera de un planeta lejano una señal química que, según el conocimiento actual, resulta difícil de explicar sin recurrir a procesos biológicos.

Lea también: Descubrimiento doble de exoplanetas, ¿qué lo hace especial?

El planeta se llama K2-18 b y orbita una estrella enana roja a unos 124 años luz del sistema solar. No es una “segunda Tierra”, pero sí ocupa un lugar estratégico en la búsqueda de vida: se encuentra dentro de la zona habitable, la franja orbital donde podrían existir condiciones para mantener agua líquida. Es más grande y masivo que nuestro planeta y pertenece a una categoría conocida como sub-Neptunos, mundos abundantes en la galaxia pero aún poco comprendidos.

Los modelos más recientes describen a K2-18 b como un posible mundo Hycean, cubierto por océanos globales y envuelto en una atmósfera rica en hidrógeno. Esa hipótesis ya había cobrado fuerza cuando el James Webb detectó metano y dióxido de carbono, compuestos que sugieren una química atmosférica activa. Sin embargo, el nuevo estudio dio un salto cualitativo al identificar dos moléculas particularmente sensibles para la astrobiología.

Se trata del dimetil sulfuro y el disulfuro de dimetilo. En la Tierra, ambos gases están asociados casi exclusivamente a la actividad de organismos vivos, sobre todo microorganismos marinos como el fitoplancton. Por esa razón se consideran biofirmas potenciales: huellas químicas que podrían delatar la presencia de vida, incluso cuando esta no puede observarse de manera directa.

El análisis estadístico de la señal alcanzó un nivel de tres sigma, lo que implica que existe apenas un 0,3 % de probabilidad de que la detección sea producto del azar o del ruido instrumental. En astronomía, ese umbral no basta para declarar un descubrimiento definitivo, aunque sí representa el indicio más sólido registrado hasta ahora fuera del sistema solar, ya que nunca antes se habían identificado biofirmas tan específicas en un planeta potencialmente habitable.

El astrofísico Nikku Madhusudhan, líder del estudio en Cambridge, fue claro al explicar el alcance del hallazgo. “Es la señal más fuerte hasta la fecha de cualquier posible actividad biológica fuera del sistema solar”, afirmó en declaraciones recogidas por la BBC, al tiempo que subrayó la necesidad de mantener la cautela científica, y al especificar que entre 16 y 24 horas adicionales de observación con el James Webb podrían acercar los resultados al exigente estándar de cinco sigma.

La prudencia no es retórica. Los propios investigadores reconocen que podrían existir procesos químicos no biológicos, aún desconocidos, capaces de producir dimetil sulfuro en condiciones extremas. Además, la atmósfera de K2-18 b no se parece a la terrestre, y extrapolar directamente lo que ocurre en los océanos de la Tierra a un mundo Hycean implica riesgos conceptuales que la comunidad científica discute abiertamente.

Ese debate es parte central del avance: algunos astrónomos señalan que la estructura misma del planeta aún no está resuelta y que podría tratarse de un minigigante gaseoso sin superficie definida. Otros sostienen que la ausencia de amoníaco respalda la existencia de un océano profundo que absorbería ese compuesto.

Lo cierto es que cada interpretación obliga a refinar modelos y a exprimir al máximo los datos disponibles; y que, más allá de las discrepancias, el hallazgo marca un punto de inflexión metodológico al demostrar que instrumentos como el James Webb no solo pueden detectar exoplanetas, sino analizar sus atmósferas con un nivel de detalle suficiente para plantear preguntas sobre biología.

La respuesta definitiva aún no existe. Pero por primera vez, la pregunta sobre si estamos solos en el universo se apoya en una señal concreta, medible y replicable, porque la búsqueda de vida dejó de depender exclusivamente de analogías vagas y entró en un terreno cuantificable.

Un mundo Hycean es una categoría teórica de exoplanetas propuesta por científicos de la Universidad de Cambridge para describir mundos cubiertos por océanos globales y rodeados por una atmósfera rica en hidrógeno. No son planetas rocosos como la Tierra ni gigantes gaseosos, sino cuerpos intermedios, a menudo más grandes y calientes. Esa atmósfera podría proteger el agua líquida y favorecer una química compleja. En ese escenario, la vida, si existe, sería microbiana.

K2-18 b encaja en este modelo y por eso concentra la atención científica actual.

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