Tal vez sean las preocupaciones que a diario nos agobian a los colombianos las que hacen que frecuentemos naturalmente bares o tiendas para tomar cerveza, que por momentos nos hace sentir felices, ingrávidos, desinhibidos. En cambio, el café nos vuelve lúcidos, estimula nuestra mente y nos pone alerta.
En Inglaterra, desde que se abrió la primera “cafetería” en Oxford en 1652 y luego otra en Londres ese mismo año, este tipo de lugares comenzaron a hacerse comunes y se les llamaba “la universidad del penique”, porque por este valor las personas se reunían a tomarse un café y hablar de historia, política, literatura, arte, filosofía.
En Medellín, el primer café, con esos mismos tintes europeos, surgió en 1920: el Café La Bastilla, y se convirtió en sitio de encuentro de los intelectuales de la época.
Con el tiempo se abrieron otros cafés y años más tarde, a algunos de estos se les puso el nombre de bar o taberna, en los que no era precisamente el café el producto central.
Pero desde hace aproximadamente 7 años, volvieron a surgir en Medellín esos lugares dedicados a preparar y vender café cultivado por los pequeños productores colombianos; cafés especiales.
Para la Federación Nacional de Cafeteros, “los cafés especiales son aquellos valorados por los consumidores por sus atributos consistentes, verificables y sostenibles, por los cuales están dispuestos a pagar precios superiores, que redunden en un mejor ingreso y un mayor bienestar de los productores”.
A su vez, los clasifican en Cafés de Origen, Cafés Sostenibles y Cafés de Preparación.
Le preguntamos a los ciudadanos cuáles lugares eran #ElPuntazo para tomarse un buen café, alejados de preparaciones instantáneas o que reposan por horas en grecas.
Estos fueron los lugares recomendados (haga clic sobre los íconos de tazas de café para obtener información sobre cada lugar):